Mar de coral y El nacimiento de una mano

 

Por Pablo Gamba 

Dos cortos que fueron parte de la segunda edición de Habitar el Cine, el Festival de Cine Contemporáneo de Caracas, tienen enfoques que desafían los lugares comunes del cine del yo tan de moda hoy en día. Son Mar de coral (España-Venezuela, 2021), de Elena Duque, y El nacimiento de una mano (Argentina, 2022), de Lucila Podestá. El primero estuvo en el Ficvaldivia y en una muestra de cine español en Super 8 y 16 mm en Anthology Film Archives, en Nueva York. El segundo fue premiado en la Competencia Argentina del BAFICI. 

Mar de coral tiene una construcción parecida a la de Colección privada (España-Venezuela, 2020), que fue comentada en Los Experimentos. La realizadora, que es una venezolana migrante radicada en España, trabaja con la tensión de dos tipos de relaciones entre los fragmentos de películas propias o encontradas que integran el cortometraje Son reunidos en el montaje de una manera que los hace conformar un relato de su vida, por lo tocante a sus recorridos por el mundo, pero también se organizan según el tipo de afinidades que una coleccionista encuentra entre los objetos que “atesora” y que aquí son los fragmentos mismos de metraje encontrado. 

Duque llama “croqueta” a Mar de coral porque está hecha como con un picadillo de sobras fílmicas. No hay que pasar por alto la referencia a la cocina y, por ende, al sabor, al gusto visual por el Super 8 de los fragmentos que la integran. Es clave por lo que la directora ha expresado con referencia a cómo el color guio el montaje, por ejemplo. Pero así como la película está dirigida a un paladar visual, lo está también a los sentimientos, al corazón. 

No deja de notarse aquí la capacidad de Duque para crear un tono emocional vinculable con la frágil materialidad del soporte fílmico, pero también con la vida de los migrantes que recorren el mundo sin poder juntar mucho más que suvenires. En unos casos se presentan con hermosa transparencia, como el plano y contraplano de la pareja que se filma o la señal de una esquina de Buenos Aires: Bolívar y Venezuela. Pero aunque no sea así, el espectador o espectadora siempre encontrará algo reconocible con qué conectarse emocionalmente en las imágenes. 

Pienso en el título. El coral parece piedra, pero no lo es. Es materia viva como la de los fragmentos que integran el corto por lo que la colección tiene de la vida de la cineasta que los filmó o los encontró. Pero también hay mar, como en otras películas de Duque, y planos submarinos. Asocio entonces Mar de coral con la manera como puede verse a través de las aguas cristalinas poco profundas de los arrecifes coralinos. Pienso que la cineasta se percibe en el fondo de esta película, en la voluntad que dispuso sus fragmentos fílmicos para que la luz los atraviese. 


Este ver a través me lleva a establecer un vínculo entre Mar de coral y El nacimiento de una mano. El corto de Lucila Podestá se basa en una anécdota: la recuperación de un accidente que le causó varias fracturas. Es una pieza en la que se usan imágenes de resonancia magnética y radiografías, que son tecnologías que permiten que la visión llegue hasta los huesos. 

El espectador tiene que hacer un ejercicio parecido, no para llegar al interior del cuerpo sino al cuerpo en la intimidad. El espacio dominante en esta película es un baño, pero no se ve. La imaginación tiene que representárselo, y a la cineasta en él, a través del sonido. Esto significa imaginársela cuando está llorando, pero también orinando, lo que se conjuga con otro relato de inquietante erotismo: el de un recuerdo de la infancia, de una profesora de dibujo a la que le dolían las manos y le pedía a los alumnos que se las masajearan. 

Hay, por tanto, un desenfado alegre e irreverente aquí por lo que respecta al acercamiento a aspectos de la vida que se consideran privados. Noto incluso en esto un juego con la imagen prohibida, en las referencias que encuentro al estilo de Río Turbio (Argentina, 2020), de Tatiana Mazú, de las que otro ejemplo serían los mensajes de texto como recurso narrativo. 

En El nacimiento de una mano se sigue el tópico de buscar la trascendencia del relato autobiográfico por referencia a la Historia con mayúscula. Esto lleva la película hacia el desktop documentary en la investigación de la invención de las radiografías. La primera fue de la esposa del científico que las creó, Anna Bertha Roentgen, y de la mano izquierda, la misma que se lastimó Podestá. La autoficción se expresa como una ironía de la invención del personaje, puesto que incluye el relato de la creación de una mano en gráficos computarizados. Y todo es, sobre todo, inteligentemente cómico. 

Esta pequeña película podría describirse, por tanto, como una radiografía de la autoficción. No muestra al personaje que se crea a sí mismo en el relato de una parte de su historia, pero se percibe la imaginación que actúa en su interior creándolo.

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