Cuando la llanura encuentra el piedemonte y El fin justifica los miedos

 

Por Pablo Gamba 

Dos de los cortos que estuvieron en competencia en el Stuttgarter Filmwiner, festival de medios expandidos de Stuttgart, tienen en común el foco en el cuerpo y su relación con el paisaje. Son Cuando la llanura encuentra el piedemonte (Colombia, 2022), de Jonás Radziunas, y El fin justifica los miedos (Argentina, 2023), de Marcos Montes de Oca, que se estrenaron en el Festival de Cartagena y el BAFICI, en Buenos Aires, respectivamente. 

El título de Cuando la llanura encuentra el piedemonte hace alusión al paisaje que recibe al grupo de cuatro jóvenes protagonistas que bajan de la montaña al Llano colombiano en una de las dos historias paralelas que convergen al final. El relato comienza con un plano del que tiene el aspecto de un muerto sumergido en un río y después un hombre que huye de perseguidores que parecen relacionados con los propietarios de un inmenso hato, como se llama en Colombia y otros países a las estancias ganaderas. 

El montaje alternado de ambas historias tiene como correlato un contrapunto significativo de representaciones del paisaje. El personaje que huye recorre un espacio distorsionado ópticamente y por lo que respecta al color, hasta que se esconde en uno de los bosques característicos del piedemonte llanero. Hay también un uso irónico de la tonada, género musical folklórico del Llano que aquí le canta a la belleza del lugar. 

El grupo de jóvenes también recorre el paraje boscoso donde, como dice el título, la llanura y el piedemonte se encuentran. Llegan a un río en el que bañan. Son cuerpos bellos, con los pechos al aire las chicas, cuando están en el agua o en la orilla, y musculosos y morenos los varones, que se muestran como ellas en ropa interior. Bajan de la montaña en moto a su integración con la naturaleza en el disfrute del agua y el andar entre los árboles, con una fotografía de planos generales y un sonido que lo refuerzan sensorialmente. Que la historia no sea sino de la llegada y el recorrido de ese lugar, hace que el tiempo del relato se disuelva en la contemplación de los cuerpos en un lugar que parece un edén llanero. 


Hasta cierto punto el corto incurre así en una retórica de confrontación esquemática y en lugares comunes sobre la “realidad colombiana”: la violencia y la representación paradisíaca que la confronta. Parece haber en lo primero una denuncia, pero se presenta de forma imprecisa, abstracta. La historia del grupo de jóvenes, sin embargo, adquiriere en este contexto otra belleza: la de la alegoría poética. Los chicos son como una pequeña comunidad imaginaria, lo que da pie a una lectura como sinécdoque utópica de la comunidad imaginaria mayor que sería otra nación posible. Hay que destacar en este sentido no solo la armonía de los cuerpos con la naturaleza, sino que, además, su belleza no se corresponde con estereotipos ni se acompaña de las tensiones que son inherentes a la sexualización y la heteronormatividad. 

Hay un diálogo en el que una de las chicas le dice a la otra que es un privilegio disfrutar, como ellos lo hacen, del río, el bosque y el estar juntos allí. Pero no es algo que se refiera a la propiedad, como sí es el caso de los hombres que recorren a caballo el hato en los planos más distorsionados. ¿Cómo interpretar, entonces, la palabra “privilegio” en este contexto? 

Yo lo haría con referencia al otro personaje: no solo gozar de la vida sino incluso sobrevivir puede ser algo excepcional cuando se alterna con la violencia, como ocurre aquí en el montaje. El privilegio, por tanto, es disfrutar en el presente del que sería un “flashforward” de un posible futuro diferente. El problema es que el mesianismo sutilmente implícito en esto se hace explícito y de un modo no bien logrado para mí al final, en especial por lo que respecta a un efecto visual. 


En el ambiente claustrófóbico de la Bariloche de El fin justifica los miedos no parece haber otra perspectiva de futuro que irse de allí, más aún en el tiempo muerto fuera de la temporada turística. Es una posibilidad que ofrece un misterioso llamado de Internet, relacionado con el tenis y no con el deporte local del esquí, de escapar a la lejana capital, Buenos Aires. 

Las protagonistas de la película de Marcos Montes de Oca también integran un grupo, pero de chicas, entre las cuales una sobresale un poco y se perfila como personaje principal. En contraste con Cuando la llanura encuentra el piedemonte, por lo que respecta a los jóvenes, la dominante aquí es el temor, emoción inhibidora del disfrute y que tiene como fuente las películas de terror de adolescentes. Una referencia clave argentina por lo tocante a la mirada a Bariloche es Esquí (2021), de Manque La Banca, sobre la que escribimos en Los Experimentos

El fin justifica los miedos es una pieza pequeña, pero de notable complejidad y sutileza, por lo que cabe detenerse a describirla en sus detalles. La relación de los cuerpos con el espacio es de contraste desde el plano inicial, en el que las chicas del grupo corren por una cancha de golf en uniforme blanco de tenis, a la orden del silbato de un entrenador fuera de campo. Se las ve vestidas de la misma manera en un velódromo. También en una pista de skate que en el pasado fue otra cosa tan fuera de contexto, con relación a su entorno, como las adolescentes de la historia en el presente: una pileta (piscina) municipal construida a la orilla de un lago. 

Cuando del contraste se pasa a la consonancia de los personajes y el ambiente por primera vez, en la parte que se desarrolla en un gimnasio, entra en juego un enrarecimiento de la representación que opera en sentido disonante contrario en la puesta en plano. Hay una sola escena en al que se ve a las chicas en uniforme practicar para ser recogepelotas ‒la promesa del llamado‒ en una cancha de tenis. Pero por su lugar en el relato no funciona como la lógica culminación de los entrenamientos sino como una escena cuya naturalidad remarca, por contraste, el aspecto extraño de las demás. 


La desconexión de la atmósfera con los hechos de la historia crea así una tensión en el corto propia del género. Es parte de ella el contrapunto entre las referencias que también hay al terror psicológico y las apropiaciones del documental, tanto en el montaje de las voces en over de los personajes, como si fueran registros de sus testimonios, como en el uso de imágenes de archivo. 

El principal aspecto de esta tensión es una quinta chica que desaparece después de haber respondido al llamado de la web. Por el contexto, la representación del personaje ausente es como la imaginan las otras cuatro, que se apropian para ello de lugares comunes de la fotografía erótica. Aunque está siempre vestida, la ropa de tenis entra en el juego de la atmósfera por referencia a uno de los subgéneros del porno, así como adquiere un sentido sexual vulgar la oportunidad de ser recogepelotas en Buenos Aires. Pero lo más importante es que, por la analogía de su manera de vestir con la desaparecida, al imaginar estas escenas es como si ellas también se ofrecieran a una mirada sexualmente atraída por el cuerpo femenino adolescente y el uniforme, cuyo color además le da el aspecto de un envoltorio ritual de lo entregado al sacrificio. 

Formalmente, hay una tensa relación entre estas escenas y otras relacionadas explícitamente con la sexualidad, y que son realistas. Un ejemplo es la de la chica que se convierte en personaje principal del grupo dándose placer a sí misma mientras ve los hombres que disputan un partido de tenis de campeonato. Esos personajes están en ese otro mundo al que ella quisiera escapar de Bariloche y que adquiere en la televisión el aspecto de un espacio distante fantástico por contraste con la realidad inmediata. Es correlativo, por tanto, de cómo las chicas imaginan a la desaparecida, y la masturbación pone de relieve la cuestión de la entrega sexual imaginaria. 

En otras escenas realistas hay un uso de internet para mostrarse sexualmente, y observar con curiosidad y temor sexuales. Refieren, a la posible caída de la chica desaparecida en redes de trata. En una de estas escenas, la joven que se verá después masturbándose se exhibe alegremente con su uniforme de tenis para que la vea una de sus amigas. Su rostro, sin embargo, cambia significativamente cuando cierra ese chat y mira la ventana de otro. La escena termina allí, pero su amiga le había dicho que vio a un tipo masturbándose en la web


Las escenas sexuales imaginarias y las que son hechos reales en la historia se conectan por otra, la única en la que el cuerpo desnudo femenino adolescente es visible en duchas compartidas. Recuerda a Carrie (Brian De Palma, 1976), entre otras películas. La chica desnuda, que podría ser la desaparecida vista por una de las del grupo, llora como si le hubiese pasado algo que se asocia con el cuerpo y lo sucio: una violación, un embarazo no deseado, una experiencia con la prostitución. 

Todo eso es lugar común, parte del juego cinéfilo inteligente con las citas y los tópicos cinematográficos que pareciera ser esencialmente El fin justifica los miedos, incluyendo su actualización con los peligros de internet. Bariloche le agrega otra dimensión, en tanto ambientación de la historia. De este modo se da un salto hacia una temática que tiene como mayor logro visual el plano final de la quinta chica, en uniforme, tendida sobre una piedra con las montañas nevadas emblemáticas de la ciudad de esquí de fondo. 

Volviendo a la imaginación sexual, el cuerpo de la adolescente se entrega allí en sacrificio junto con el paisaje que se ofrece como espectáculo, lo que trae a colación la cuestión colonial referida a la relación centro-periferia del propio país. La tensión entre la atmósfera y los hechos de la ficción es también un relato sobre una localidad cuya vida depende de un polo lejano en el espacio, con el que se relaciona por temporadas, de un modo intermitente en el tiempo. 

Obviamente, el plano citado no basta para llegar a esta conclusión. Pero hay otra escena en la que el personaje principal entre las chicas cuenta que una célebre banda de música fue a tocar a Bariloche. “Lo dimos todo”, dice, “pero nunca volvió”. El motivo de la entrega sexual esta implícitamente vinculado de nuevo al colonialismo en este encuentro único y fugaz con los que son vistos como varones de un espacio fabuloso análogo al de los tenistas en la televisión. Pero la relación es centro- periferia: llegan de lejos para hacer un negocio y se van, dejando solo un deseo insatisfecho y, quizás, una escena como la de la ducha después.


Una metáfora como esta del colonialismo tampoco es para nada original, ni tratar lo social y político en el cine de terror. Lo que le da interés en esta película es cómo se vuelve a esto sobre la base de un fino trabajo de apropiación argentina de fuentes que también refieren a la cuestión colonial porque son estadounidenses y europeas. Es la manera como un cineasta cinéfilo se acerca a un tema como este sin renunciar a su amor mayor, que es el cine. 

El fin justifica los miedos se parece un poco en esto a Esquí, como escribimos en la nota referida del blog. Pero, aunque es una obra más ambiciosa y compleja que Cuando la llanura encuentra el piedemonte, no tiene la aspiración del corto de Radziunas a iluminar débilmente la esperanza de otro mundo posible que no sea ese, lo que también es un poder propio del cine como arte.

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