Memoria implacable y Pirópolis

 

Por Pablo Gamba 

Entre las películas que se estrenaron en Sheffield Doc está Memoria implacable (Chile-Argentina, 2024), en la competencia internacional. Es el cuarto largometraje documental de Paula Rodríguez Sickert, que con su ópera prima, Volver a vernos (Chile, 2002), quedó en primer lugar en la competencia nacional del Festival de Documentales de Santiago (Fidocs). 

Memoria implacable es una película sobre el genocidio que se cometió contra los mapuches en el siglo XIX en un país fronterizo con Chile. Fue perpetrado principalmente en el gobierno del general Julio Roca y su “campaña del desierto”, con la que entre 1878 y 1885 la República Argentina se expandió hacia el sur conquistando territorios de pueblos originarios. 

Margarita Canio Llanquinao es la protagonista del documental, que está hablado principalmente en mapuzungún, la lengua del pueblo mapuche. Trabajó con el testimonio que encontró en Berlín de Katrulaf, un sobreviviente del genocidio al que llevaron a la ciudad de La Plata como otros indígenas que estudió Robert Lehmann-Nietsche. El científico alemán recogió su relato de más de 3000 páginas, pero no lo tradujo ni a su lengua ni al español, lo que sí hizo la investigadora y activista mapuche chilena. El resultado es un libro de 2013 del que es coautora junto con Gabriel Pozo: Historia y conocimiento oral mapuche. Sobrevivientes de la “Campaña del desierto” y Ocupación de la Araucanía” (1899-1926), publicado en Chile. 

La película sigue con Canio Llanquinao el itinerario del traslado forzoso de Katrulaf. No era una persona destacada en su comunidad y, por tanto, cuenta la historia tal como quizás la vivió la mayoría de los prisioneros. Es un relato que la investigadora comparte con diversos mapuches que se encuentra en su camino, algunos de los cuales son igualmente gente común y corriente, no dirigentes como los que suelen ser voceros en las entrevistas. Lo que llegan a saber así de Katrulaf agita en ellos vagos recuerdos que comienzan a articularse también como memoria. 


Parte del valor de Memoria implacable está en la recuperación para el pueblo mapuche de hechos que habían sido sepultados en el olvido incluso para ellos por la que sigue siendo la historiografía oficial argentina, a pesar de sus revisiones. Pero también en la importancia que puede tener el testimonio de Katrulaf para argentinos, chilenos y ciudadanos de otros Estados que fueron y son colonizadores de territorios y poblaciones. Es la situación que continúa hoy en la Franja de Gaza, en Palestina, por ejemplo, con la ocupación del Estado de Israel. 

Desde este punto de vista, detalles del testimonio, como los referidos al traslado de los indígenas prisioneros y la descripción del campo de concentración de Vachela, en la provincia de Río Negro, donde muchos morían de hambre antes de ser transportados lejos de la Patagonia, pueden ser reveladores de la continuidad de las prácticas represivas. Hay otras memorias no indígenas que pueden agitarse así, por ejemplo, al encontrar paralelismos entre este genocidio del siglo XIX y los métodos a los que recurren hoy las fuerzas israelíes, e incluso también con las dictaduras que padecieron Argentina y Chile en el pasado siglo, en particular las de los años setenta. 

Pero podría percibirse una contradicción entre la aspiración impugnadora de la historiografía oficial y un estilo que acata convenciones como las que imponen la televisión y las plataformas. Rodríguez Sickert se vale con virtuosismo de lugares comunes como el contrapunto entre la voces en over de la protagonista y el personaje de Katrulaf, que cobra cuerpo, rostro y familia en las fotos que encontró en el archivo alemán, junto con grabaciones en las que se puede escuchar a los mapuches de la época. También hay en en la película un uso emotivo de la música, entrevistas, y una fotografía profesional que pone en contrapunto a los personajes con la inmensidad y belleza del paisaje. Es una manera de situar a los mapuches con relación a un territorio que se representa de esta manera como suyo, al menos imaginariamente. 

Sin embargo, esa no es la situación real y, cuando inevitablemente se llega a la lucha por la reparación histórica y la recuperación del territorio, la película registra acciones como rituales político-culturales y la colocación de carteles reivindicativos en la fachada de una iglesia, pero no otro tipo de enfrentamientos que quizás harían problemático el conflicto en los canales de circulación señalados. No nada es fiel en esto al “implacable” del título.


Aquello que parece faltarle a Memoria implacable es, por el contrario, el atractivo principal de Pirópolis (Chile, 2024), que se estrenó casi paralelamente en el Festival de Tribeca y está en Sheffield Doc fuera de competencia, en la sección People & Community. Es el cuarto largometraje documental de Nicolás Molina, director de Gaucho americano (Chile, 2021), y que presentó en el festival británico los otros dos: Los castores (Chile, 2014), codirigida por Antonio Luco, y Flow (Chile, 2018). 

Pirópolis es una película de observación que tiene como referencia también los documentales de Frederick Wiseman sobre instituciones. Trata de la Compañía n.° 5 de bomberos de Valparaíso, la llamada Pompe France por el origen de quienes la formaron en el siglo XIX, franceses o descendientes de inmigrantes de ese país. El cuerpo contra incendios de la ciudad portuaria chilena reúne compañías de diversas comunidades como esta. 

Hay un intercambio con Francia por el que bomberos de ese país llegan a la Compañía n.° 5 a instruir sobre el combate de los incendios forestales, que son un peligro en Valparaíso. La historia de la película se desarrolla alrededor de esta visita hasta llegar a la crisis, que es su punto culminante, en un fuego que amenaza también a quienes viven al borde del bosque. Otra línea narrativa es la renovación que tiene lugar en el cuerpo por la integración de las primeras bomberas que van a permanecer en la estación. Esto requiere un cambio en las instalaciones para crear un área aparte destinada al personal femenino.

El desvío de los proyectos documentales por su confrontación con la realidad de las situaciones es reiterado en la historia del cine de América Latina, y un primer ejemplo es lo que ocurre aquí en la parte de la crisis. Frente a la dimensión del incendio y la amenaza para la gente que vive allí, la comunidad toma el protagonismo frente a la cámara por la cantidad de personas que entran a colaborar con los bomberos en el combate del fuego. Es una manera sutil de mostrar cómo las instituciones tradicionales y el Estado son desbordados por el peligro que representan hoy los incendios forestales. Se lo vincula con el cambio climático, además: la combinación letal de temperatura, humedad y viento que señala el instructor francés. 

Pero lo que realmente hace de Pirópolis un documental excepcional es que muestra otra función que desempeñan hoy los bomberos, y que hay que vincular también con la desatención de las necesidades sociales por parte del Estado. No actúan solo en los bosques, los edificios o las casas sino también en las calles, cuando se desarrolla la protesta social y hay, en consecuencia, fuego en los choques de los manifestantes con la policía. 


El detalle más significativo está en los lugares donde Molina se pone con la cámara, evitando hacerse cómplice de la represión al mostrarla desde el ángulo de la autoridad. Por una parte, capta esa extraño lugar en en que se encuentran los bomberos en situaciones como esas, literalmente al costado, esperando el momento en que tienen que intervenir. Sin embargo, la primera vez que la manifestación aparece, Molina hace un plano general desde el punto de vista de los que protestan. Más adelante, tiene que esconder la cámara en su huida cuando reprimen a los manifestantes. 

Cobra así relieve también el trasfondo de la historia de Pirópolis: el proceso constituyente que terminó en fracaso en Chile. Hay una parte en la que los bomberos franceses comentan lo que parece ser un descubrimiento para ellos: que la dictadura de Augusto Pinochet se ha prolongado hasta el presente en la Constitución del país, adoptada por ese régimen en 1980. Lógicamente, puede ser también novedad para los espectadores no chilenos de la película, sobre todo para los que tampoco son latinoamericanos. 

La apertura a los conflictos sociales y políticos de Pirópolis hay que vincularla, por tanto, con este interés, pero también con el hecho de que la reforma constitucional fue un proceso aprobado institucionalmente. El escamoteo de Memoria implacable es sintomático, en cambio, de la falta de una legitimidad similar, en la opinión hegemónica, de una lucha que es contra el Estado. Lo que se impone es un enmarcamiento en las políticas identitarias, que sí se consideran legítimas aunque incluso esto ha comenzado a entrar en disputa hoy en sociedades como la argentina.

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