Carlos Castillo y el cine venezolano de vanguardia en Super 8

 

Por Pablo Gamba 

Carlos Castillo es, junto con Diego Rísquez, una de las figuras más importantes del cine venezolano de vanguardia en Super 8. Fue un movimiento que floreció a partir de 1976, con el primer festival internacional de Caracas dedicado a ese tipo de películas, y llegó al momento culminante en 1981, por lo que respecta al reconocimiento internacional. Ese año en la Quincena de los Realizadores de Cannes fueron presentadas tres películas de Venezuela en ese formato: el largometraje Bolívar, sinfonía tropikal (1980) de Rísquez y dos cortometrajes de Castillo, T.V.O. (1979) y Uno para todos, todos para todos

Castillo volvió a la Quincena en 1982 con Sopa de pollo de mamá (1981), mientras que Rísquez presentó en esa edición la versión en 35 mm de Bolívar, sinfonía tropikal, y en 1984 su segundo largometraje filmado en Super 8 y expandido al formato comercial: Orinoko, nuevo mundo

Más importante es que el cine de vanguardia en Super 8 de todo el mundo vino a Venezuela, a presentarse en el festival de Caracas. Se exhibieron allí obras de Stan Brakhage, Luis Ospina y Sergio García, por ejemplo, y entre los que visitaron el país estuvieron Chris Marker y el estadounidense Lenny Lipton, autor de The Super 8 Book

La vanguardia en Super 8 constituyó una corriente alternativa al Nuevo Cine Venezolano, que surgió en 1973 con notable éxito de público en el país. Ambos fueron posibles por la situación excepcional de Venezuela en América Latina: sistema democrático bipartidista estable, y una súbita y considerable prosperidad, debido al alza del precio del petróleo. 

El humor de la fatiga 

Las películas de Castillo se caracterizan por la influencia del surrealismo, por el humor, y por la manera como tratan los problemas de la sociedad de consumo y las convenciones que acepta como naturales el espectador de cine. Por la actualidad de la temática son filmes que se diferencian de los de Diego Rísquez, en los que está planteada una recuperación del pasado a través de la iconografía patria y de la Conquista. Esa diversidad es también una característica del movimiento, aunque los realizadores colaboraban habitualmente entre sí. 

Isabel Arredondo, Emperatriz Arreaza-Camero y Romina Rugeriis contraponen el vanguardismo venezolano al Tercer Cine propuesto por Fernando Solanas y Octavio Getino en 1969. Hay que ahondar en eso para precisar el tipo de películas que se propuso hacer Carlos Castillo, quien filmaba en un país en el que la opción de la toma del poder por un movimiento revolucionario de izquierda fue derrotada por la democracia bipartidista. 

En los filmes de Castillo hay un humor distinto del que se emplea como arma en La hora de los hornos de Solanas y Getino (1968), porque no está dirigido un público de simpatizantes en exhibiciones clandestinas sino al ciudadano de la democracia, que acude a ver las películas en festivales. Ese humor es expresión también de lo que el realizador ya sentía entonces como fatiga: el agotamiento frente a los planteamientos radicales como los que justificaron la guerrilla en Venezuela. Castillo tampoco parte de la premisa de que existe una complicidad que hace al púbico proclive a aceptar los experimentos de la vanguardia y opta, en cambio, por la posibilidad de interesar al espectador promedio. No es un cine para convencer a los política y estéticamente convencidos, pero no por eso es complaciente ni diluye sus críticas. 


Hecho en Venezuela

La parodia de la publicidad, especialmente aquella en la que la propaganda política se disfraza de mensaje institucional, es una constante en el cine de Castillo. Sus películas se caracterizan, además, por la importancia que tiene en ese juego la palabra. La voz de Iván Loscher, uno de los locutores emblemáticos en el país, es idónea para ese tipo de burla y un recurso que facilita la identificación del espectador, porque apela a lo conocido. 

Un ejemplo es Matinee 3:15 (1976), en la que Castillo parodia una función de cine, incluidas las cuñas y un tráiler surrealista. Son el llamativo prólogo a una decepcionante película, la cual consiste en la presentación de los personajes de una historia que no se relata. El tipo de extrañamiento que busca el realizador, al que se añade la apelación directa al público, es una puesta en cuestión del papel que ese tipo de espectáculo asigna al espectador, y de los condicionamientos que le hacen distinguir el cine propiamente dicho de la publicidad y le permiten disfrutar la narrativa detectivesca. La burla, además, está dirigida por igual a la sociedad de consumo y a los radicales que creen poder combatirla con grafitis. 

En Manos arriba!! Esto es un atraco (1980) Castillo recurre a una fórmula parecida. En este caso se vale de la fotografía de sucesos para plantear interrogantes sobre los elementos esenciales del relato policial y la lógica que debe llevar de uno a otro en la pesquisa. Parte de la película puede ser vista en Youtube, junto con una entrevista de Loscher al cineasta en el programa de televisión Síntesis, con motivo de su participación en el Festival de Cannes. 

Hecho en Venezuela (1977) es una parodia de los mensajes institucionales sobre la riqueza potencial de un país rico por la explotación del petróleo. La estrategia aquí es la de confrontar anverso y reverso, la propaganda con la pesadilla. Es un lugar común que incluye el sensacionalismo y la alegoría: las imágenes de un basurero, buitres y un muñeco con los colores de la bandera nacional, que una dama vestida de blanco y con los ojos vendados lanza por un barranco. Pero la fuerza del filme consiste en que, si bien parece fácil atribuir significado a las figuras alegóricas, no ocurre lo mismo con el mensaje del filme, más allá de lo que respecta a la expresión de desesperación. Por eso el corto conserva su actualidad.


Matinee 3:15

Narración y experiencias 

Los cortometrajes narrativos son otra vertiente del cine de Carlos Castillo, y entre ellos sobresalen los seleccionados para Cannes T.V.O. y Uno para todos, todos para todos

La televisión es uno de los temas del primero, que relata la interacción de una mujer solitaria con el aparato. “El perro dejó de ser el mejor amigo del hombre; ahora es la tele”, dijo al respecto Castillo en una conversación con el autor de este artículo. El personaje es interpretado por Mimí Lazo, una de las actrices más destacadas del país y uno de los sex symbols venezolanos. Con ese estereotipo se juega en el filme, por lo que respecta a la satisfacción vicaria que proporcionan el romance y el sexo en la pantalla. El otro tema, vinculado con la soledad, es el desarrollismo: la protagonista vive en Parque Central, un complejo de viviendas para la clase media, cuyos edificios habitacionales fueron terminados en 1972 y se convirtieron en símbolo del bienestar en vísperas del boom petrolero. 

Uno para todos, todos para todos es una película no budget de terror, en la que trabaja Maya Oloe, quien se haría conocida en el país por su papel en Oriana (1985), la película venezolana con la que Fina Torres ganó la Cámara de Oro en Cannes. Los ocho finales posibles sustituyen al que el espectador más fácilmente podría imaginar, sobre la base de las expectativas que surgen cuando un indigente rengo persigue a una bella adolescente. 

En la filmografía de Castillo se destaca también Intento de vuelo fallido (1982). Es el resultado de haber arrojado una cámara de Super 8 encendida desde lo más alto de la Torre Oeste de Parque Central, un edificio de oficinas que todavía estaba en construcción. 

Cuando es presentada en una galería, forma parte de una instalación que permite suspender en el aire al espectador deseoso de experimentar de esa manera la caída. Se trata de una continuación de sus intentos de hacer que el público tenga una participación diferente de la que el espectáculo cinematográfico comercial requiere de él, lo que en este caso incluye adoptar una posición que no es la habitual. El corto puede ser usado para ilustrar, irónicamente, la descripción que Noël Burch hace de la experiencia de ver cine como un viaje inmóvil, en el que el espectador es invulnerable a los peligros que están en la pantalla. 


Manos arriba!! Esto es un atraco

El cine también ha sido integrado por Carlos Castillo al performance. Es otra de las facetas de su trabajo como artista, que incluye la escultura e incluso la videoescultura, como la obra titulada La bandera (1983). Entre sus “interacciones Super 8-realidad” o “imagen-realidad”, como las llamó después, se encuentra De Castillete A. Reverón (1989), en la que el personaje es el pintor Armando Reverón y que fue estrenada en la inauguración del último Festival Internacional del Nuevo Cine Cine Super 8 de Caracas. En esta obra se juega con la impresión de realidad que causa el cine, en contrapunto con la presencia real del actor. 

En 1989 dejaron de revelarse rollos de Super 8 en Venezuela, y eso precipitó el fin del movimiento y del festival, que ya había comenzado a aceptar obras en video. De los cineastas que lo integraron, sólo Diego Rísquez ha logrado desarrollar una carrera como realizador, pero no con filmes como sus primeros largometrajes experimentales sino con películas destinadas a la exhibición comercial. En el exterior hay curiosidad por el cine de vanguardia en Super 8 que se hizo en el país en esos años, pero no se conocen las películas.

Esta nota se publicó originalmente en Desistfilm.

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