El espíritu de la araña

 

Por Pablo Gamba 

En la competencia internacional del FID de Marsella se estrenó El espíritu de la araña (Chile, 2024). Los dos largometrajes anteriores de la directora, Antonia Rossi, escritos como este por ella y Roberto Contador, Una vez la noche (Chile, 2018) y El eco de las canciones (Chile, 2010), estuvieron también en este festival y el primero en el de Valdivia, en Chile, además. 

El espíritu de la araña podría parecer el retrato documental experimental de una artista en su taller ‒el personaje que interpreta la actriz María García Vera‒. Pero esto se debe a que relata la construcción de su puesta en escena, que es la creación de un mundo personal, femenino, arácnido y cambiante en un espacio liminar: una fábrica abandonada, en una parte de la ciudad que amenaza con destruir el “desarrollo” con nuevos edificios. 

No hay palabras ni otra información en el argumento que ayuden a entender al personaje ni la ciudad dentro de la ciudad que parece crear en ese lugar. Otra impresión es que podría ser la maqueta para una película de animación con los muñecos que también hay allí. La intervención de un espacio reconocible como real recuerda la técnica del cine de Joaquín Cociña y Cristóbal León. Pero este “making of” tampoco se concreta. 

Si el argumento da pie para que el espectador o espectadora considere explicaciones racionales como estas, creo que son falsas pistas que preparan para cuando el foco se desplace del espacio al personaje. Es también un tránsito de la razón a la sinrazón que conlleva dejar atrás, igualmente, el marco interpretativo en el que la mujer se presentaría como una psicópata característica del cine genérico, que va creando en torno a sí un mundo correlativo a su locura. La irracionalidad nos traslada, en cambio, hacia un campo en el que podemos encontrar ecos de la Eztetyka do sonho (1971), de Glauber Rocha, pero principalmente referencias al cine de poesía mítica y narración como ritual de la tradición del underground estadounidense. 

La creación se conjuga allí con la destrucción y lo que parecía trabajo profesional con la ebriedad, la disipación y el trance. Es también un proceso de revelación y cambio del cuerpo de la mujer, que vemos en la actividad cotidiana del baño primero, en un espacio que no dispone de ducha ni de ninguna instalación análoga, y que después, como parte del ritual, inicia una transformación que deriva hacia lo animal, como el título indica, y lo vegetal, con la integración de la hierba a su ropa interior. 

El mundo cambiante de la protagonista estalla, finalmente, en el sueño delirante. Se abre allí a otras referencias cinematográficas, con secuencias de colores psicodélicos, material tomado de películas eróticas en Super 8 y fragmentos de cine fantástico, a los que se añade el collage y una animación que no es del modo esperado, con muñecos, sino gráfica. 

Este vuelo, sin embargo, tiene un claro anclaje en temas y problemas que se reiteran en el cine contemporáneo y, por tanto, en la razón. Uno de ellos es el feminismo. La película puede traer a colación, por ejemplo, una cita de Virginia Woolf sobre las condiciones materiales para la producción de arte que la película muestra: “Una mujer debe tener dinero y cuarto propio si ha de escribir”. También se explaya en expresiones en conflicto con el orden patriarcal, como el desafío del comportamiento “educado”, la atracción por los cuerpos de otras mujeres y la brujería. 

La animalidad es otro de esos temas, que deriva hacia la vegetalidad, como se dijo. Todo esto está puesto también en relación con una resistencia que se perfila como social en la película. Hay un choque visual con los edificios modernos que se levantan alrededor del espacio de la protagonista. Se debe tanto a la arquitectura como al modo en que se la fotografía, en particular en una inquietante secuencia de planos en contrapicado en blanco y negro. 

Los edificios adquieren allí un aspecto espectral análogo al de la Torre Pirelli en La noche (Michelangelo Antonioni, 1961), aunque con un recurso diferente. Se inscriben en un interés por las imágenes fantasmagóricas del capitalismo que se reitera en el cine contemporáneo y que refiere a la filosofía del historia de un autor que muchos leemos, Walter Benjamin. 

Por lo que respecta a la ciudad “vieja”, en un breve plano, hecho desde una ventana del lugar donde vive y trabaja, la protagonista ve una calle peatonal en la que hay obras de arte público que la decoran. De algún modo establecen una falta de solución de continuidad entre ese exterior y el espacio interior que ella va creando para sí. Algo parecido ocurre en uno de los planos finales, en el que vemos una chimenea de la fábrica intervenida por franjas de color como consecuencia de la decoración de otra ventana. 

La sinrazón de la mujer protagonista está, por tanto, en conflicto con la racionalidad que se expresa en el “desarrollo” urbano que avanza destruyendo el mundo de lo “viejo”, el arte y otra posible relación con la naturaleza, y que es capitalista, patriarcal y antropocéntrica. Hoy somos escépticos con relación al poder revolucionario que Rocha le atribuía en su manifiesto, pero se la considera expresión de otra política, de resistencia. 

Esta vital película, que palpita en su espacio mutante, podría ser vista entonces como una alegoría trágica de la resistencia que hay en sus imágenes y en sus imágenes de lo que resiste. Encontramos entre ellas ruinas y cenizas ardientes que refieren a otro autor clave de la actualidad, Georges Didi-Huberman. También a uno menos leído, Bolívar Echeverría, y la vida en la muerte que para él es la resistencia barroca al capitalismo. 

Parte de la fascinación que causan películas como El espíritu de la araña se debe, por tanto, a que encontramos en ellas un pensamiento en el que muchos nos reconocemos, una identidad intelectual y política. Pero esto plantea una inquietante pregunta sobre el poder de la sinrazón: si experimentamos su ardor en el film o lo llamamos tal por estas referencias. La superación de este dilema intelectual se da en la práctica, en lo que al menos yo percibo cuando la película muestra la realización de sus imágenes y la lucha de resistencia que hay en su modo de producción.

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