Arena y A Sense of Nothing
Por Pablo Gamba
Los cortometrajes Arena (Brasil, 2024), de Khalil Charif, y A Sense of Nothing (Chile, 2024), de Francisco Rojas, son parte del festival Crossroads de la Cinemateca de San Francisco, uno de los más importantes de cine experimental en el mundo. Integran el programa 3, “Depender de la luz para hacer una diferencia” (Depending on the Light to Make a Difference), en homenaje al cineasta estructuralista Vincent Grenier, que fue programador del Canyon Cinema en la ciudad estadounidense.
Charif es un artista y realizador con una trayectoria en el cine experimental que se remonta a los años noventa. Es conocido por cortos como Kopacabana (Brasil, 2019), en el que trabajó con material propio y de archivo, música y un poema de Fausto Fawcett sobre Río de Janeiro, y Feitiço (Brasil, 2023), que es una pieza archivística y musical.
Estas dos últimas son, igualmente, características de Arena. El título puede tener el significado de lugar de luchas y refiere, por tanto, a la política como espectáculo, aunque también son las siglas del partido oficialista que estableció la dictadura militar brasileña (1964-1985) junto con un partido “opositor” tolerado por el régimen, el MDB.
El primer plano, en orden de aparición, de un grupo de camarógrafos de prensa enfocando algo que ocurre fuera de cuadro, llama la atención sobre las imágenes, y en esta pieza claramente se confrontan dos registros: de la represión de la dictadura y de los intentos de tomar el Capitolio, en Washington, por partidarios de Donald Trump, y las sedes de los tres poderes públicos nacionales en Brasilia por simpatizantes de Jair Bolsonaro después de que ambos perdieron las elecciones presidenciales, en 2021 y 2023, respectivamente.
Pero no se trata de un acercamiento crítico de tipo farockiano. El uso de la música, que se conjuga en Arena con significativos silencios y ruidos, ausencia de narrador, y planos como los de jóvenes que bailan y una caída que es de un árbol, no de un ser humano, al comienzo, invitan a otro tipo de observación orientada hacia los cuerpos, los movimientos y los ritmos, y el vínculo que esto podría revelar entre la represión de las luchas populares por la democracia en el pasado, y las revueltas de masas contra el régimen de libertades civiles y elección del gobierno por el voto en el presente. La música, además, le da un tono irónico a las comparaciones evidentes en el montaje, como la de los jóvenes que bailan y los militares que desfilan. Es algo que se acentúa al final, cuando la que acompaña a las imágenes de los intentos de insurrección en Estados Unidos y Brasil es la marcha de Carnaval “Yes, nos temos bananas”, que fue compuesta en 1938 como respuesta a una pieza estadounidense: “Yes, We Have no Bananas”.
Diría, entonces, que el mérito de Arena está en proponer esta mirada irreverente a un fenómeno político novedoso, aunque no la desarrolle. Porque otra tensión es la que se se deriva de la corta duración de la pieza, que se presenta de este modo como un divertido dispositivo provocador.
Si es la música, y no la luz, la que haría una diferencia en Arena, más parece ajustarse a la consigna A Sense of Nothing, que se estrena en Crossoroads, un corto sin sonido que también tiene de musical, y de poético, el ritmo. Una sucesión de impresiones luminosas es lo único que hay en el film de Francisco Rojas. Se presentan como fragmentos de una visión en la que encontramos pura luz y color.
El título es elocuente en este sentido, una sensación de nada, y la pieza se destaca por el dominio de la técnica que permite lograr eso. Sin embargo, hay también figuras fugaces reconocibles como corrientes de agua, una costa, una casa o ramas de árboles, aunque no sea posible representarse a partir de ellas un paisaje.
La breve película de Rojas cobra así relevancia también por la referencia irónica escéptica del título a la utopía de Stan Brakhage de un cine capaz de restituir a la visión su plenitud primigenia, para que el ojo pueda volver a contemplar “un mundo vivo y resplandeciente, con objetos incomprensibles, con una infinita variedad de movimientos y con innumerables gradaciones de color”, por una parte. Por otra, trae a colación la corriente actual latinoamericana de cine del trance y otras exploraciones del paisaje, como las de Gustavo Fontán, que cuestionan la mirada objetivadora del mundo, pero para plantear otra ironía acerca de su disolución en la pura sensación de ver. En este sentido, A Sense of Nothing tiene algo de la provocación de Arena.
Traté de comentar en el blog, pero parece que éste no aparece: La referencia a Brakhage no es para nada irónica. Creo que se nos enseña desde pequeños a ver las artes como si tuvieran una obligación de representar, y donde siempre debe primar el concepto, el significado o el "mensaje". "Nada" bien siendo el opuesto de "todo" o "algo", y se trata de aquello que no podemos poner en palabras, nuestro lenguaje codificado se queda corto, el símbolo concreto no alcanza a cubrir una experiencia que existe (y DEBE existir) completamente fuera de dicho código. Es otro tipo de experiencia y de lenguaje. Para mí tener una sensación de nada invita al espectador, de ésta película y de cualquier otra, a encontrarse con su propia imaginación, a mirar sin buscar un beneficio, por el puro placer de hacerlo. Quizás la ironía está en tener que defender de ésta manera el simplemente tratar de trabajar en post de una disciplina puramente abstracta, pero creo que ello es un síntoma de cómo vemos el cine hoy en día, lamentablemente hay que estar justificando constantemente el querer hacer una obra que no gratifique nuestra experiencia orientada hacia la información y los resultados.
ResponderEliminarLos comentarios tienen que ser aprobados para que se publiquen, de modo de evitar el spam. Por eso no salen directamente. Escribí que el título es irónico, no la referencia a Brakhage. Corregido el gazapo del nombre. Disculpas por la errata.
ResponderEliminarComprendo, no hay problema. El título tampoco lo considero irónico, pero tomo esa apreciación como algo bueno en el sentido de que si se experimentaron muchas sensaciones en esos 4 minutos, entonces la obra resonó como esperaba. Pero para bien o para mal, el arte por el arte, la plástica por la plástica o la estética por la estética son vistas como búsquedas vacías en comparación a la película con tema urgente o que congratula nuestro intelecto. En ese caso, muy en serio digo, felizmente seguiré haciendo películas que no dicen nada. Saludos.
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