Corsini interpreta a Blomberg y Maciel
Por Pablo Gamba
Corsini interpreta a Blomberg y Maciel (Argentina, 2021) se estrenó en Tiempo de Historia, en la Semana Internacional de Cine (Seminci) de Valladolid, y estuvo en la sección Harbour del Festival de Rotterdam. Su estreno nacional en Argentina fue en el monumental auditorio del Parque Centenario, en Buenos Aires, en el marco del Vecine, festival del barrio de Villa Crespo. Ha sido un recorrido extraño para una obra que no lo es menos como híbrido ficción-documental y por su manera de provocar.
Se trata del segundo acercamiento de Mariano Llinás a la historia del país por la vía de la música. El primero fue Concierto para la batalla de El Tala (Argentina, 2021), El cineasta se hizo conocido como impulsor de una ruptura con las historias mínimas del nuevo cine argentino en Historias extraordinarias (Argentina, 2008), y es el director de La flor (Argentina, 2018), un tour de force de 14 horas de fabulación. También forma parte de El Pampero Cine, grupo que explora modalidades de producción independiente, de bajo presupuesto y por fuera de los canales institucionalizados de la “industria” nacional.
La referencia a los que se oponían al régimen de Juan Manuel de Rosas y su Partido Federal en el siglo XIX –que hace de Corsini interpreta a Blomberg y Maciel la segunda parte del ciclo o saga de los “mártires unitarios”– puede resultar incomprensible para los no argentinos. Pero en el tratamiento de los problemas acerca de la historia y del cine puede percibirse aquí una aspiración a trascender lo nacional.
El título es de un disco de Ignacio Corsini, quien no solo es presentado como el segundo mejor cantante argentino de la historia sino que le disputa el primer lugar a Carlos Gardel. La película es una “remake” del LP publicado en 1969 y que recopila grabaciones de canciones del “ciclo federal” –historias de amor ambientadas en la época de Rosas–, escritas por Héctor Blomberg y compuestas por Enrique Maciel. El nacionalismo del tema es irónicamente subrayado por la escogencia del Día de la Independencia –9 de julio– para que el cantante Pablo Dacal y sus músicos se reúnan en una casa del barrio porteño de San Telmo a registrar por segunda vez el álbum.
La película relata su propia realización como documental sobre la sesión de grabación, lo que incluye la investigación histórica. Las letras, por ejemplo, llevan a la representación de las consultas a una bibliografía que comprende diccionarios y enciclopedias para poder entender, en el siglo XXI, lo que quiso decir en XX sobre la vida en el XIX. También hay una visita al Museo de Rosas y al Museo Histórico Nacional, y el hallazgo de una posible fuente pictórica para la reconstrucción de lo que relata una de las canciones y que es un cuadro en el que hay otra historia de amor.
La investigación no solo es del tiempo sino también de los lugares del pasado en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. También se representa la consulta de los mapas y la búsqueda en automóvil de diversos sitios claves para poder registrarlos.
Todo esto lleva a ahondar en la cuestión trivial de que el pasado no puede ser nunca otra cosa que la creación que se hace de él en el presente. Se plantea más sutilmente, en el marco de los problemas de la representación, en la imposibilidad que parece haber de bajarse del auto a grabar los planos de las iglesias que dieron nombre a las viejas parroquias, que son registradas, por tanto, tal como se las ve desde el vehículo que se desplaza entre el tráfico. Puede haber en esto una cita cómica de Lecciones de historia (1972), de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, que pone de relieve, con las ventanillas y el parabrisas, la cuestión del cine como “ventana” a lo real, y también el contrapunto de la impresión de tiempo presente de la representación, por el automóvil en marcha y el sonido sincronizado, y el pasado que testimonian los edificios.
Pero hay una capa más en Corsini interpreta a Blomberg y Maciel, y es la que conecta la película con la tradición de la literatura fantástica del Río de la Plata por lo que respecta a la desestabilización de la impresión de realidad del documental. Se alcanza en los detalles que revelan con humor que el sonido se grabó o se graba después que la imagen, por ejemplo. Entran así en el juego de la representación los tiempos de la realización del cine: la preproducción, el rodaje y la postproducción.
La manera como se representan el casting, los ensayos y hasta lo que pareciera ser un story board –aunque también una fotonovela– transmiten, además, la frescura lúdica del encuentro del cine con la vida. Pero la vida en la Argentina de hoy se abre paso en la película también de otra manera, cuando el registro desde el auto no puede evitar que se infiltre en un plano una protesta, y en otros la pobreza y deterioro en la ciudad.
Los dispositivos que llaman la atención sobre la invención del pasado y plantean interrogantes sobre la investigación, la reconstrucción históricas y la representación en el cine están en tensión, sin embargo, con la continuidad hasta hoy del enfrentamiento político del siglo XIX. En la película se expresa en las discusiones de los personajes que mantienen opiniones contrarias sobre el régimen de Rosas, entre ellos Mariano Llinás, que interpreta al director del documental en el documental.
Hay una evidente búsqueda de la provocación en esto, pero más por la irreverencia en el modo de tratar estas cuestiones que por lo sustancial de los puntos de vista que se confrontan. Sobre todo porque, a diferencia de lo que ha ocurrido en épocas como la de Rosas, aquí la sangre nunca llega al río. El apasionamiento se trata con humor.
La manera divertida y amable como se dan los cruces, que además es en el marco de una película musical, transmite la impresión de un contrapunto de ideas, un diálogo en el que se cede en las posiciones propias y se aceptan algunos argumentos del otro.
Si se considera más ampliamente el contexto fílmico, es también una manera de inscribir el debate en un arte que quiere ser parte de la vida, lo que es deslindarse de los que, por explicar el presente sobre la base de una continuidad necesaria del pasado, dan justificación histórica a todo lo terrible que ha sucedido en el trayecto. La vida aquí es un espacio para el juego que se abre en un presente apacible, no un campo de batalla por la conquista del futuro que culmina a sangre y fuego la historia.
Quizás por esto no puede haber aquí otro tiempo, más allá del presente, que el de la secuela de la película –y el de la continuación del tipo ideal de debate que estimula con su provocación–. Pero también, por la misma razón, cobran relieve sintomático todos esos pequeños detalles disonantes de lo real que irrumpen en la película como puñaladas a su paz musical –la manifestación en Plaza de Mayo, la pobreza, etc.
Esta nota se publicó originalmente en Desistfilm.
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