La última película
La última película se vio por primera vez en la competencia nacional experimental del festival Bogoshorts y encontró espacios de diálogo en lugares como Narrar El Futuro (festival de cine y nuevos medios), Stuttgarter Filmwinter (festival de medios expandidos) y el Festival Internacional de Medios Alternativos de México. Dirigida por Andrés Isaza Giraldo, realizador colombiano de Manizales, su última película (2023) dista con particularidad formal de sus dos obras anteriores Medias Blancas (2017) y Sereno (2022), esto quizás se deba al paso de Andrés por el programa de Arte Multimedia en la Universidad de Lisboa y a su reciente interés por las tecnologías de aprendizaje automático, como él mismo señala.
“Extinción ¿El fin de la humanidad?” y “Poéticas y temporalidades de la catástrofe” son los nombres de algunas franjas curatoriales en las que se ha encontrado La última película, que se inscribe con propiedad en el terreno del video hecho con nuevos medios, utilizando como uno de sus recursos fundamentales la inteligencia artificial. Vale la pena mencionar la tendencia emergente de relacionar el uso de las imágenes generadas de esta manera con el abordaje de temáticas como el futuro de la humanidad y la construcción de espacios de carácter natural y distópico, que encontramos, además, en películas como Sueño finlandés y Paranoico de Jimena Aguilar (2024) o My Paws Are Soft, My Bones Are Heavy de Felix Klee (2021) y en obras de artistas multimedia como Cielos fértiles de Álvaro Rodríguez Badel (2023) o Speculative Evolution, Prototype 1 de Marc Lee (2024).
Como espectadores acompañamos el viaje de una máquina que revive la vida de su programador y todos sus antepasados tras la extinción de la humanidad. Algunos principios clave en el planteamiento de la historia que nos permiten acercarnos a ella están relacionados con formas próximas al mundo del videoarte y el videoperformance (cercanos a la formación del director), como la evidencia de los dispositivos que reproducen las imágenes, la construcción de un espacio instalado y el performance ejecutado por la cámara para su registro en video. Estos elementos existen con el propósito de interpretar el habitar de la máquina, proponiendo una naturaleza propia y orgánica para una forma de existir algorítmica y artificial.
La percepción de la máquina es inteligentemente interpretada por el manejo de la cámara, que otorga una sensación mecánica a su manera de comportarse, haciendo evidentes sus movimientos con fuerza y firmeza. Un claro ejemplo de esto lo encontramos al inicio, cuando tras el sonido que marca el despertar y un zoom in, notamos cómo la imagen se desplaza primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda, haciendo un recorrido horizontal por la habitación. Luego se detiene bruscamente en dos ocasiones, cuando notamos el escritorio del programador y cuando nos encontramos con las instrucciones dadas a la IA para generar las imágenes que veremos en las videoproyecciones. Otro aspecto fundamental respecto a la cámara es que nos ubica desde un punto de vista en el que podemos ver simultáneamente lo que sucede dentro y fuera de las videoproyecciones, expandiendo o contrayendo la información al exterior de las pantallas y haciendo evidente en varias ocasiones que lo que vemos son reproducciones, mas no nos encontramos en esa realidad.
Las imágenes que están dentro de las videoproyecciones fueron generadas con el software colaborativo Disco Diffusion, una herramienta modeladora que utiliza breves descripciones de texto (prompt) y variaciones de parámetros de calidad para generar las imágenes solicitadas, otorgándoles movimiento. Aquellas instrucciones que Isaza dio a la máquina fuera de la película conforman la secuencialidad de las imágenes y sus relaciones existentes dentro de la película. Aquí encontramos un claro uso de la realidad histórica para construir un relato que se desplaza hacia atrás en el tiempo lineal. Por ejemplo, vemos alusiones específicas (en orden del argumento) a la edad dorada del cine, el descubrimiento de América, los grandes imperios, la prehistoria, las primeras edades geológicas de la tierra y lo que parece ser el origen de la vida en el universo. Considero particularmente bellos los momentos en los que la máquina e Isaza confluyen para distanciarse de dicha realidad histórica y se permiten imaginarla: ser cromosoma, fuego, rama, flora, medicina, reflejo, brillo, ser agua y nadar como complejos orgánicos, barrer, acechar, trepar, correr, huir y dormir. Condensar el tiempo a través de las relaciones entre las imágenes: disolver las flores en la nieve, enterrar los imperios en la arena, mutar el polvo en raíz, la raíz en fuego, el fuego en estrellas y las estrellas en pinturas rupestres. También es interesante que dichas imágenes están construidas con base en estilos particulares, pues Isaza incorporó referentes en el prompt como las pinturas de Giovanni Paolo Pannini, Caspar David Friedrich y Sanford Robinson Gifford, quienes hicieron principalmente pintura de paisaje (algo que propone directamente una experiencia de contemplación del espacio y nos permite una interpretación de lo histórico desde el aspecto visual y figurativo). Estos referentes los notamos brevemente en el lapso en que la cámara muestra la pantalla de instrucciones del software previamente mencionado.
Dentro de las videoproyecciones podemos destacar otra decisión formal de gran relevancia en el efecto de inmersión en el viaje de la máquina: los parpadeos. En el proceso que hace la IA de animar y dar movimiento, hay pequeños intervalos de oscuridad. Cada parpadeo es una imagen distinta, y, por tanto, un recuerdo diferente, y cada imagen nueva respeta los límites de las formas anteriores. Este abrir y cerrar de ojos ocasionado por la máquina que reproduce es registrado por la cámara, permitiendo que la luz y la oscuridad de los parpadeos se pronuncien sobre lo que está afuera. Además, toda la película está hilada por un único gran plano secuencia que teje en un mismo instante los acontecimientos por medio de su efecto de continuidad espacio-temporal. Es así como vemos pasar milenios de historia en cuestión de minutos, introduciéndonos en una experiencia de ensoñación hacia el pasado en tiempo real, donde cada segundo es un siglo.
Cerca del final de la película es cuando confluyen todos los elementos formales-narrativos para ejecutar con gran precisión el performance del viaje de la máquina.
En este momento somos diminutos como un organismo unicelular acuático, pero infinitos como el universo. Nos encontramos en el límite de lo conmensurable y eso nos exige un cambio de superficie. Un sonido electrónico e hipnótico nos acompaña, quizás es nuestra respiración, por su frecuencia. “Y mucho antes, estaba repartido por todas partes”, recita la máquina. La cámara, como en búsqueda de un cuerpo más grande, pasa a registrar una videoproyección sobre una gran tela que permite ver las mismas imágenes y a la vez la luz que las refleja tras de ellas. “Y las fuerzas del universo estaban hilándome” ‒ Nos acercamos con atención hacia la luz creadora. “Si existe un gran misterio, es este” – Damos unos últimos pasos y los parpadeos se detienen, simultáneamente con el sonido. El viaje se quiebra. La luz nos deviene, nos empuja hacia atrás y contrae nuestros recuerdos como si de la gran explosión se tratase. Vemos, mientras nos alejamos, las dos videoproyecciones que muestran un rewind de la historia de la humanidad, en donde cada segundo es un milenio. Fuimos empujados para ver con más claridad que nos encontramos en el interior de una catedral; estamos condenados a esta peregrinación en las fracturas del tiempo. El parpadeo comienza de nuevo, volvemos al inicio, reiniciamos el viaje y escuchamos el mismo despertar electrónico que nos acompañó al principio. Nos sumergimos otra vez en las pantallas, el tiempo es y será siempre cíclico hasta que alguno de nuestros componentes falle. “Al final estoy aquí, calculando aún después de la extinción de la humanidad, haciendo una película que nadie va a esperar, sino solo yo…”
Algún día se hará una última película que reconstruya una especie de memoria colectiva de la humanidad. ¿Qué aspecto tendría? ¿Qué historia contaría? ¿Quién la relataría? Son preguntas que vale la pena hacernos y que, probablemente, se hizo Isaza al momento de desarrollarla, porque las abordaría con contundencia a través de grandes decisiones en sus aspectos formales y narrativos que le permitirían, más allá de elaborar un relato de la extinción, proponer un viaje audiovisual y espacio-temporal que involucra al espectador en una experiencia inmersiva sobre una de las tantas distopías posibles. No es necesario explicar las causas que nos han traído hasta este futuro, ya sabemos que es un escenario bastante probable. Sin embargo, nos hemos involucrado y sumergido históricamente para permitirnos pensar en el hecho de que estamos viendo una última película y que todos los vestigios históricos que acompañamos durante el viaje están íntimamente relacionados con el fin de la humanidad.
Si bien devastadora es nuestra condena de repetir y errar por la eternidad que nos permitan nuestros componentes de máquinas humanas, la clave está en aprovechar nuestra potencia creadora para imaginar que salimos del ciclo. Ojalá que haya muchas últimas películas y que cada vez que las veamos encontremos que algo cambió en ellas. Muy emocionado por seguirle la pista a Andrés, que encuentra en las máquinas una gran complicidad para relacionarse con el mundo y pensar en él.
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