Popular tradición de esta tierra

 

Por Pablo Gamba 

Popular tradición de esta tierra (Argentina, 2024), que se estrenó en el Festifreak de La Plata, es la continuación de Corsini interpreta a Blomberg y Maciel (Argentina, 2021), sobre la que también pueden leer una nota en Los Experimentos. Ambas son películas dirigidas por Mariano Llinás y protagonizadas por el Comando Corsini, que integra junto con el músico Pablo Dacal y el cineasta Agustín Mendilharzu, sobre la vida y obra de Ignacio Corsini, al que presentan como capaz de poner en duda que Carlos Gardel haya sido el mejor cantante argentino de la historia. Con Concierto para la batalla de El Tala (Argentina, 2021) conforman otra serie en la que la música es la vía para tratar aspectos de la historia y la cultura del país. 

Llinás se destaca como una figura renovadora del segundo nuevo cine argentino que cristalizó en torno al año 2000. Hacia el final de esa década respondió a la debilidad narrativa y realismo de esas películas con un renovado impulso fabulador, y una falta de solución de continuidad entre lo cotidiano y el desborde de la ficción inspirada en el gótico literario del Río de la Plata. 

Conjugando esto y los métodos de realización del colectivo que integra, El Pampero, que trabaja por fuera de los canales de la industria y el instituto de cine (INCAA), Llinás abrió con Historias extraordinarias (Argentina, 2008) un camino que lo llevó hasta la obra culminante que es La flor (Argentina, 2018), ganadora de la competencia internacional del BAFICI, que dura más de 14 horas. Cobra también importancia en esa película su trabajo con el teatro, con las actrices del grupo Piel de Lava. El cine deviene así integración de las artes, lo que incluye la poesía, la pintura y también la danza, además de la música, e incluso la arquitectura. 

En Popular tradición de esta tierra y Corsini interpreta a Blomberg y Maciel el impulso fabulador de Llinás se despliega en el documental. Se ha hecho parte así igualmente de una renovación de la tradición de películas en primera persona que se estableció paralelamente al nuevo cine argentino y que parodió en Clorindo Testa (Argentina, 2022), sobre la que también escribimos aquí. Un ejemplo de cómo trasciende la inevitable ficción de lo autobiográfico es la manera marcadamente teatral como Llinás y los demás del elenco interpretan a quienes supuestamente son ellos mismos en la historia. Otro es el personaje ausente hasta el final de Agustín Mendilaharzu. Laura Paredes, actriz de Piel de Lava y pareja del director, lo sustituye como narradora porque haber sido padre limitó su participación, lo que relata Llinás con su humor característico, construyendo escenas casi surrealistas sobre la realidad cotidiana hogareña. 

Formalmente, Popular tradición de esta tierra se sostiene sobre la tensión entre las partes que relatan la grabación de la banda sonora y las que narran una investigación en torno a Corsini. Análogamente, la película anterior se desarrollaba como la grabación de un disco, pero también indagando acerca del artista, su música y su contexto histórico. La manera como se registra el sonido trae a colación en ambos casos las prácticas de la ficción radiofónica, lo que a su vez evoca a una de las figuras más importantes de la historia del cine, conocido también como creador de radioteatros innovadores en su época: Orson Welles. 


La tensión formal produce juegos con el montaje característico del llamado “documental expositivo”, en el que las imágenes están sometidas al dominio de las voces. Al ser la narración parte de la diégesis, da pie para que el espacio de la otra parte de la historia se integre en una irónica “back projection”, con un televisor que despliega las imágenes en el lugar donde se graba el sonido y la refilmación allí, en esa pantalla, de lo que se registró fuera de allí, por ejemplo. Más importante es cómo el espacio se expande en el montaje hacia los exteriores, de manera análoga a como las voces de la radio transportan al oyente a otros lugares con su imaginación. 

Esto tiene como correlato la deriva entre géneros ‒documental, musical, comedia, road movie, etcétera‒, lo que ubica a Popular tradición de esta tierra entre las películas mutantes de la actualidad, como lo han sido las ficciones de Mariano Llinás. Hay en esto una problematización de la narración análogo al que hizo en su momento el nuevo cine argentino, pero no por su atrofia sino por una excesiva potencia que rebasa la coherencia del paradigma clásico. 

Por su fuente en el fantástico rioplatense, estas exploraciones y juegos formales son parte también de la indagación en la identidad argentina que se desarrolla en torno a la música. Lo mismo ocurre con los paisajes y localidades que recorren los personajes en su pesquisa. Las películas de Llinás son miradas a un territorio que marca una identidad: la provincia de Buenos Aires. 

Este largometraje y el anterior del Comando Corsini parecen aspirar así a alcanzar la trascendencia universal por la vía de lo nacional, a pintar el mundo en la aldea, como prescribía el novelista ruso León Tolstoi. Tratan, además, la relación entre tradición y modernidad. 

El personaje de Llinás dice aquí que conocía a Pablo Dacal como un músico urbano y moderno, y que lo sorprendió un día invitándolo a un recital en el que iba a interpretar piezas de Corsini. Dacal ha escrito un libro sobre el cantante, y en esta película se plantea un debate acerca de si es correcto considerarlo precursor del tango citadino o exponente de la canción campera, originaria del mundo rural, lo que también ubicaría su obra en el contexto histórico del ocaso de la Argentina agroexportadora, y el desarrollo posterior de la industrialización y la urbanización. La actualidad del tema está en eso, en la transición histórica, cuando un país comienza a dejar de ser lo que era y la posibilidad inquietante de un futuro diferente y desconocido se va abriendo. 


El giro nacional de la obra de Llinás a partir de Concierto para la batalla de El Tala se entiende, por tanto, como la que inicialmente era intuición de transformaciones significativas que quizás él y sus compañeros artistas ya percibían entonces agudamente en su entorno. Cristalizaron con la llegada al gobierno de Javier Milei, un “anarcocapitalista” que impulsa un cambio de régimen económico y social el cual conlleva una profundización de las desigualdades sociales. 

De allí que la historia llame hoy a volver la mirada para preguntarnos quiénes hemos sido y quiénes somos los argentinos, aunque no a imaginar otro futuro posible en este caso. Es la manera cívica de entender el compromiso del cine nacional con el país, que en la obra de Llinás ha tenido una expresión paralela en su participación en la idustria como guionista de Argentina, 1985 (Argentina, 2022), que recordó el juicio histórico a los genocidas de la pasada dictadura en el marco de cumplirse cuarenta años del restablecimiento de la democracia. 

Pero la música se presenta como un marco problemático para afrontar esta cuestión, por su correlato con la armonía de los debates que se mantienen en esta y la anterior película, a la vez con pasión y de la manera que se considera civilizada, respetando las opiniones disidentes. Ocurre aquí con el compositor Gabriel Chwojnik, que rechaza el modo como se expresan las críticas a Milei. Es la mirada de artistas que imaginan una historia dialéctica, pero como lucha de argumentos y no de clases, como es la terrible realidad del mundo, de un cineasta inspirado en el surrealismo, pero no en la convergencia de las vanguardias artística y política revolucionaria. 

Las tensiones violentas de lo real no cesan de hacerse visibles, sin embargo. Puede ser por la vía del inconsciente óptico, como cuando al comienzo de la película anterior se registra desde un auto en tránsito un acampe de protesta en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, el palacio de gobierno, de los “piqueteros” (movimientos sociales de la izquierda socialista y peronista) que representan hoy la opción política de cambio más radicalmente opuesta a la derecha de Milei. 

En Popular tradición de esta tierra se hace frente conscientemente a las nuevas circunstancias con la valentía característica de los artistas que actúan con civismo, y nada más. Ocurre en la denuncia pertinente de la guerra del gobierno contra el cine argentino. Ni la buena educación ni la tolerancia refrenan esta toma de posición, pero tampoco la trascienden, políticamente. 

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