Pasta negra y Luz diabla


Por Pablo Gamba 

Pasta negra (Venezuela-Colombia-Canadá-Italia, 2025) y Luz diabla (Argentina-Canadá, 2025) son cortometrajes latinoamericanos que se estrenan en competencia en Sundance. El primero, de Jorge Thielen Armand, está en el renglón internacional de ficción; el segundo, de Gervasio Canda, Paula Boffo y Patricio Plaza, es parte de la sección internacional de animación. 

Thielen Armand es un cineasta venezolano radicado en Canadá al que se conoce principalmente por dos largometrajes de ficción protagonizados por su padre e inspirados en hechos de su vida. Ambos se desarrollan en Venezuela y tratan problemas que atraviesa ese país. Son La Soledad (Venezuela-Canadá-Italia, 2015), que se hizo con apoyo de la Biennale College Cinema del Festival de Venecia, donde se estrenó, y La fortaleza (Venezuela-Colombia-Francia-Países Bajos, 2020), que se estrenó en el Festival de Rotterdam. 

Pasta negra está basado en el cuento “Tijeras” de la escritora, también venezolana, Karina Sainz Borgo. No tiene como protagonista a Jorge Thielen Hedderich ni él participa como actor, pero es un regreso a la problemática venezolana relacionada con la familia de La Soledad. En este caso, los personajes principales son tres mujeres, una de ellas madre de un niño en brazos, que viven cerca de la frontera con Colombia y que cruzan hacia ese país para procurarse el alimento que les alcanzará para una sola comida. 

Hay dos tensiones implícitas con relación al contexto que quizás escapen de la mirada del espectador o espectadora que no sean de Venezuela. Uno es la ausencia de varones en la familia. Es un detalle que podría llevar al lugar común del padre que abandona a su mujer y a sus hijos, pero en este caso hay que considerar que la causa sea que los hombres hayan emigrado para buscar la manera de procurarles sustento desde el extranjero. Más significativo es la otra tensión, relativa al tiempo, entre el relato en torno a un paquete de fideos y la prolongación por años que no parecen tener fin de la principal causa de la miseria del país, el régimen de Nicolás Maduro. 


Eso es Pasta negra, una ficción que puede ser también un episodio de la cotidianidad real en un lugar donde la vida diaria parece imposible salvo como una pesadilla. En este sentido, la película vuelve a un tipo de construcción de la realidad venezolana como el de La Soledad, sin que la cuestión del paso fronterizo la haga derivar hacia los aspectos más espectaculares a los que se asoma La fortaleza, en la parte que se desarrolla en las minas del sur del país, un territorio sin ley conocido como el Arco Minero del Orinoco. 

Vuelve aquí Thielen Armand a las virtudes de su estilo, cada vez más decantado por lo que respecta al sonido, después de su uso subjetivo inspirado en Apichatpong Weerasethakul para crear la selva que es el patio de la casa en disputa de La Soledad. Lo mismo puede decirse del naturalismo sobrio de las actuaciones y su interés en los cuerpos, que lo deslindan en particular de la pobreza expresiva del cine venezolano, aislado de los cambios trascendentales que han definido la contemporaneidad en Latinoamérica. 

De La fortaleza recupera la sensibilidad para evocar lo terrible y lo inverosímil de lo real con detalles de la construcción del espacio. Destacaría los restos que va dejando en el monte el tránsito migratorio, con lo que también se deslinda de la pornomiseria. Dos incluso podrían parecer surrealistas a los no venezolanos. 

Los recientes acontecimientos políticos en el país nos recuerdan que es también una realidad frente a la cual la denuncia cae en los ciclos de esperanza-desilusión que conforman la lucha política más visible contra el régimen o puede chocar sin hacer mella o diluirse frente a lo que ha resultado inamovible. Sin embargo, hay un plano en el que la mirada de la madre con el hijo en brazos interpela a quienes la ven desde su comodidad de espectadores o espectadoras. En este sentido cobra relevancia también lo no anecdótico, como el recurso de la composición fotográfica y su subjetividad. El contraste entre Venezuela y Colombia es, sobre todo, de selva e iluminación tenebrista de un lado de la frontera, y ciudad, sol resplandeciente y colores vivos del otro. 

Veo en Pasta negra un regreso a Araya (Venezuela, 1959), de Margot Benacerraf, a la dignidad estoica de los que resisten sin perspectivas de cambio. Algo parecido encontré en Morichales (Colombia-Estados Unidos, 2024), de Chris Gude, sobre la minería en el sur de Venezuela.


Hemos escrito en Los Experimentos sobre el cortometraje Carne de Dios (Argentina, 2022) de Patricio Plaza, uno de los codirectores de Luz diabla. Tuvo un recorrido que lo llevó a la competencia de Annecy, el festival de animación más importante del mundo, y a los premios Annie en los Estados Unidos, y lo vi en el festival Anima Latina de Buenos Aires. Plaza fue además parte del equipo de Spider-Man: Across the Spider-Verse (2023), de Marvel. 

Gervasio Canda es el director de arte tanto de Carne de Dios como de Luz diabla. Se percibe con claridad en la continuidad del estilo de los dibujos animados más que la impronta de la productora Ojo Raro, que ha realizado películas gráficamente diferentes, como El empleo (Argentina, 2008), de Santiago “Bou” Grasso. Es un estilo que se apropia del animé y lo adapta a temáticas latinoamericanas y argentinas, respectivamente, en Carne de Dios y Luz diabla, y a la cuestión de tradición y modernidad también, en el segundo caso. Esto se extiende a los tránsitos sin solución de continuidad del dibujo con referentes reales posibles a los estallidos de la imaginación narrativa y gráfica, como ocurre en la animación japonesa. 

Diría, en síntesis, que Luz diabla es muestra de un potencial de desarrollo de la animación argentina, que quizás podría alcanzar las escalas industriales del largometraje a las que ha llegado en otros países, aparte de los Estados Unidos y Japón. Pero por la misma razón evidencia aquello que alguna vez se llamó subdesarrollo, de lo que hoy casi nadie habla, y explica por qué es imposible salvo como consecuencia de una lucha que transforme el país y sus industrias.

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