Laguna mental y Punto de encuentro


Por Pablo Gamba 

Laguna mental (Chile, 2024) y Punto de encuentro (Chile, 2022) son películas que integran la programación del Festival de Cine Social y Antisocial (Feciso) que presenta la Escuela Popular de Cine fundada por Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda en Santiago de Chile y localidades de su periferia. El primero es el quinto largometraje de Cristóbal Arteaga, según IMDb. Se estrenó en el Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic) y estuvo en el Festival de Gijón. La ópera prima de este cineasta, El triste olor de la carne (España, 2013), fue parte del Festival de Karlovy Vary. Punto de encuentro se estrenó en Hot Docs, en Canadá, y la seleccionaron para Docs Mx y el Sanfic, entre otros festivales. Es el primer el largometraje que dirige Roberto Baeza. 

Hay un elemento sorprendente que capta inmediatamente la atención en Laguna mental, y es el personaje que se identifica al comienzo como alemán. Tiene nombre y apellido, además, Thomas Feuerbach, pero se presenta cubierto totalmente de una malla verde de las que se usan para los efectos de croma. Hay, por tanto, algo de irónicamente borroso en él, lo que tiene un correlato de metaficción: el proyecto de la película en la que iba a actuar no recibió los fondos por los que concursó, pero Thomas se rebela y trata de llevarlo adelante a pesar de que el personaje del director desistió de seguir. 

El hombre verde le aporta a este film un aire de comedia absurda, como las de Quentin Dupieux en particular, pero aquí tiene un giro ecologista y político. Laguna mental es una película sobre la desecación de la laguna de Aculeo, cercana a Santiago, que llegó a desaparecer casi por completo. Hay causas de este desastre que se señalan en el film, vinculadas con la falta de lluvia, el uso del agua para el riego y consumo humano, y la extensión de la actividad agrícola. Thomas llega a ese lugar en busca de su pareja, Ilse Muller, que filmaba allí un documental sobre el problema del que vemos fragmentos. 

La película construye a partir de esto el que también parece un relato de ciencia ficción apocalíptica. Trata la abundancia de animales muertos como uno de los tópicos del género, al igual que los muelles y otras instalaciones para la navegación que han quedado en medio de la tierra. Recurre a la microfotografía como recurso para dar imágenes de la contaminación e incluye escenas que destacan otros aspectos enrarecidos del paisaje. Pero los vincula, además, con el hecho de que la laguna es propiedad privada. La historia tiene también un toque de thriller político, porque la bióloga que es Ilse “desapareció” en el marco de su investigación del fenómeno ambiental. 


Hacia el final hay varios comentarios sobre el material del film que vieron el asesor de guion Cristóbal Valenzuela, director de Isla Alien (Chile, 2023) y Robar a Rodin (Chile, 2017); el crítico y realizador español Xurxo Chirro (Vikingland, España, 2011), y la cineasta Alicia Scherson (Play, Chile, 2005; Il futuro, Chile y otros países, 2013, entre otras películas). Se reproducen en off como mensajes de voz de WhatsApp u otra red similar. 

Lo tocante a los defectos que observa sobre todo Scherson pone de relieve la problemática del “cine imperfecto” que persigue al cine latinoamericano desde siempre. Pero al llevarme así al manifiesto de Julio García Espinosa que acuñó la expresión (1969), también me hace recordar la crítica del cineasta cubano a las películas que retrospectivamente hacen análisis de los problemas, sobre la base de las soluciones que se cree haber hallado para ellos. Plantea García Espinosa como alternativa hacer un cine sobre “el proceso de los problemas”, lo que significa someterlos a juicio en el film, pero “sin emitir el fallo”. 

En Laguna mental encuentro una película que funciona lúcidamente con arreglo a esta propuesta, haya sido o no la intención de los realizadores. Los recursos del absurdo, la indefinición del film inconcluso y la ciencia ficción conectan problemáticas diversas cuyas relaciones son vagas, pero se perciben. Es algo que se ve desde el comienzo, cuando Thomas, guion en mano, en busca de los otros personajes, llega a un hostal en el que se exhibe una foto del dictador Augusto Pinochet, por ejemplo, o cuando fija un cartel para pedir información sobre Ilse, lo que recuerda también la dictadura y la continuidad de sus prácticas represivas. Más adelante, la deriva del protagonista hará que la cuestión de la laguna se cruce con la historia de la masacre de Collipeumo, que se perpetró a comienzos del régimen militar, en septiembre de 1973. 

El personaje de verde, al final, hace una irónica reverencia ante la cámara, como un actor que saluda cuando termina la obra de la que ha sido protagonista. Pero después de un fundido en negro, lo volvemos a ver en el mismo gran plano general con el que comienza el relato, andando por la laguna seca. El film termina, el problema continúa en un loop que hizo irónico la naturaleza, cuando en 2023 llovió tanto que la laguna se recuperó, aunque los ambientalistas advierten que es necesario tomar medidas para protegerla y evitar que desaparezca de nuevo.

 

Punto de encuentro es un documental de temática de la memoria, de los que recurren a la actuación como un recurso para traer de vuelta el pasado de una manera diferente a las reconstrucciones habituales. Se puede hallar en esto una referenia a filmes recientes de cineastas como Rithy Panh y Joshua Oppenheimer. 

La expresión del título tiene como fuente en el argumento a la cita en la que Luis Costa fue capturado por la DINA, la policía política de la dictadura de Pinochet. Lo detuvieron y lo torturaron en el centro clandestino de Villa Grimaldi, donde estuvo en contacto con Alfredo García Vega, que no recuperó la libertad como él sino que lo “desaparecieron” y sigue sin que se encuentren sus restos. Ambos son, respectivamente, los padres de Paulina Costa, productora de cine, y Alfredo García, director de fotografía, los protagonistas de Punto de encuentro. Se interpretan a sí mismos en la realización del film, como también participan Luis Costa y Silvia Vega, la madre de Alfredo. 

Hay al comienzo de Punto de encuentro una deriva del trabajo con documentos, principalmente fotos, y algunos papeles y testimonios, más frecuente en el documental de memoria, hacia la interpretación de Luis Costa, Alfredo García Vega y otros personajes de la historia por actores. Es allí donde se produce el giro significativo que hay en este film con respecto a películas como S21: la máquina de matar de los jemeres rojos (Camboya, Francia y otros países, 2003), de Rithy Panh, o The Act of Killing (Reino Unido-Dinamarca-Indonesia-Noruega, 2012), de Oppenheimer. 

En Punto de encuentro no podemos ver en las interpretaciones la transformación de los que se muestran en el presente como personas comunes y corrientes en los monstruos que fueron en el pasado, cuando en el documental actúan las cosas terribles que hicieron entonces. La película de Baeza cuenta una historia de víctimas, no de victimarios. Hay una escena en la que Luis Costa da testimonio de la experiencia de la tortura en Villa Grimaldi, pero por razones éticas obvias no podía interpretar el papel de torturado en el film. 

¿Cómo hacer, entonces, para lograr con los actores una experiencia de verosimilitud análoga a la de las películas citadas, en las que vemos el pasado terrible volver a cobrar cuerpo en los responsables de las atrocidades? La opción de Punto de encuentro es la relación de los intérpretes con el Luis Costa y la Silvia Vega reales a los que interpretan, con Alfredo García y Paulina Costa, y con los nietos que participan en el rodaje. La manera como los personajes reales responden emocionalmente a los de ficción basados en ellos es clave para que el espectador o espectadora confirme la verosimilitud de las escenas por identificación emocional con Luis, Silvia y los demás familiares. La película es pródiga en reaction shots de los personajes reales como espectadores en el set y escenas en las que interactúan con los actores. 


El derramamiento de lágrimas puede ser un problema en este sentido. Es posible que se produzca con esto una deriva del espectador o espectadora hacia una experiencia como la de ver telenovelas. Sin embargo, creo que también la referencia a las emociones que se expresan en esas ficciones es otro recurso válido para la humanización, en el presente, de personas que en el pasado la misma televisión acusó de terrorismo, entre otros crímenes, para justificar la persecución, aunque sea al precio de que la causa revolucionaria por la que lucharon y sus métodos de acción política se diluyan en esa “normalización”. 

En relación con esto cobra relevancia, sin embargo, un hecho que no pudo ser planificado. Durante el rodaje de esta película se produjo el estallido social de 2019-2020. Como se sabe, comenzó como una protesta contra el alza del pasaje del Metro (subte), pero se convirtió en expresión de rechazo del régimen económico y social que instauró la dictadura. La memoria de ese otro país posible, por el que Luis Costa, Alfredo García y muchos hombres y mujeres de su generación lucharon y que destruyó el régimen militar, vuelve también del pasado en Punto de encuentro con las imágenes de la revuelta.

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