Bajo una lluvia ajena (2)

 

Por Pablo Gamba 

En la Muestra Internacional Documental de Bogotá (Midbo) está Bajo una lluvia ajena (Colombia, 2024), el tercer largometraje de Marta Hincapié Uribe, que se estrenó en el festival Cinemancia de Medellín. La realizadora es conocida sobre todo por el segundo largo, Las razones del lobo (Colombia, 2020), que estuvo en el Festival Biarritz y también en la Midbo. 

El largometraje anterior estaba ambientado en un club de Medellín puesto en tensión con la Colombia del afuera, en la que es como un enclave de la burguesía. Los conflictos de la realidad exterior repercutían en la vida de una familia. Bajo una lluvia ajena se desarrolla en Vic, Cataluña, donde habitan migrantes de diversos países, y es por tanto otro lugar de tensión entre el adentro y el afuera. Evoca, además, el mito de la Torre de Babel. 

La película se inscribe en el cine contemporáneo latinoamericano sobre los migrantes, acerca del cual hemos escrito reiteradamente en Los Experimentos. Lo digo porque Bajo una lluvia ajena se aparta del espectáculo en que los medios de comunicación convierten los éxodos de población, los cruces ilegales de fronteras y la persecución de los “sin papeles”, de un modo que enmarca la migración como un paradójico problema a la vez humanitario y de seguridad nacional. 

El conflicto mítico de Babel refiere a la dificultad de la integración a la sociedad catalana que un diputado de la extrema derecha les exige a los extranjeros en una entrevista incluida en el documental. Es una parte que puede dar mucha rabia si se ha estado o se está en la posición de aquellos a los que se dirige, pero más amargamente es una ironía con relación a las historias de los migrantes que se esbozan aquí y que son todas de vidas rotas. ¿Cómo podría integrarse los que se sienten quebrados por dentro? 

El dispositivo empleado en esta película es la videocarta. Los migrantes con los que Hincapié trabajó grabaron videos en los que dan noticias de sí y mismos, y los que emigraron con ellos, para sus familiares en los países de origen. Pero hay otro elemento que entra en juego en esto y que crea una doble distancia en el tiempo. Son cintas que se grabaron entre 2002 y 2003 en VHS y se mandaron por correo, en una época en la que no se podía hacer en cualquier momento por internet con un celular, en directo inclusive. 

Las viodeocartas tienen un paralelismo con las postales que el abuelo de la realizadora enviaba de Europa a Colombia en los años veinte del siglo pasado. En ambos casos se trata de repetir un mito: las historias de progreso y bienestar de los que emigran, las medias verdades de los antepasados de muchos latinoamericanos que se siguen contando hoy. 

Pero los videos son traicioneros de las palabras, incluso con referencia al tipo de conversación optimista que, cuando fueron grabados, se podía mantener con familiares lejanos en esos lugares semipúblicos que eran los locutorios. Si bien hay personajes que logran mantenerse en la posición de fortaleza que el mito les pide, unos no pueden disimular las grietas y otros abiertamente se quiebran. El montaje que la cineasta hizo del material bruto incluye estas partes, que probablemente se borraron en los VHS enviados.


Esto trae a colación la imagen como problema en esta película. También el legislador fascista citado, cuando les pide a los migrantes que no se muestren tal como son porque eso, según él, ofende a muchas personas. Asegura que no entiende la causa. La analogía con el “clóset”, en el caso de los homosexuales, puede dar una pista sobre el odio. Sin embargo, llama a hacerse preguntas acerca de la relación entre lo visible y la xenofobia. 

Los planos que Hincapié grabó en el mercado de Vic podrían transmitir una impresión distinta, la de personas llegadas de muchos lugares que allí parecen convivir armoniosamente con los locales. Pero hay algo irreal en esas otras imagen, que son hasta explícitamente turísticas. Hay algo que falla en esa armonía y que se hace palpable de otras dos maneras: la primera es incluyendo defectos en el registro; otra, más sutil y reveladora, es con los reflejos en productos de consumo. Son las ollas de acero que se venden en el marcado, las cuales deforman las imágenes de los migrantes como si se ofrecieran a hogares que quizás sean imposibles de formar por ellos. 

Hay otro intento de dar una imagen positiva del migrante, que es la del trabajo que consiguen algunos en un matadero de cerdos. Pero una chica musulmana pone en evidencia, en su carta, un problema que quizás los catalanes no pueden percibir: el conflicto de eso con su religión. 

En la película hay un relato más que cuenta la voz en over de un personaje que no vemos y que emprende una travesía para irse de su aldea, en un país remoto, al que llama el mundo de los blancos. El correlato visual es el inflado de un globo aerostático y el viaje en él sobre la ciudad, lo que crea un contrapunto de efecto desfamiliarizador por lo que respecta a la historia. 

Tanto el relato de este hombre invisible, cuya fuente es literaria, como una carta que es evidentemente de ficción y que la graba Najat el Hachmi, escritora migrante nacida en Marruecos, refieren a la muerte. Es algo que se añade a los vacíos afectivos para construir sutilmente en esta película una atmósfera que vinculo con un sentimiento del que ya casi no se habla en nuestro presente: la soledad y la difusa angustia existencial que suele acompañarla. La filosofía hizo de ella un síntoma de la condición humana en un mundo en el que los lazos colectivos míticos como el de Babel se deshacen en el aire y que es la Modernidad capitalista. 

Bajo una lluvia ajena me hace pensar, así, que la humanidad disgregada como castigo de su soberbia en el mito podría reencontrase en el reconocimiento de la común experiencia del quiebre, de la soledad y de percibir el mundo como ajeno que acompaña a esa angustia, y que es algo que sentimos con más agudeza los que tuvimos que irnos de nuestro lugar de origen. Esto me lleva, entonces, a dos preguntas: ¿será también eso causa del miedo y el odio a los migrantes, que los hacemos sentir que nadie encuentra su lugar en este mundo enajenado?, ¿será eso lo que inconscientemente molesta, y que no puede expresar, el diputado facho?

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