Olivia y las nubes
Por Pablo Gamba
El primer largometraje de animación de la República Dominicana, Olivia y las nubes (2024), está en la sección Zonazine del Festival de Málaga. Es la ópera prima como director en este formato de Tomás Pichardo Espaillat, que cuenta con una dilatada carrera como animador. Se estrenó en la sección Cineastas del Presente, en Locarno, y compitió en el Festival de Animación de Ottawa.
Más allá de su contexto nacional, Olivia y las nubes es una muestra de hasta dónde ha llegado el ascenso de la animación latinoamericana desde los premios Cristal al mejor largometraje de Uma história de amor e fúria (Río 2096, Brasil, 2013), de Luiz Bolognesi, y O menino e o mundo (Brasil, 2013), de Alê Abreu, en años consecutivos en Annecy, el festival más importante del mundo para este tipo de cine. La segunda, además, fue nominada al Oscar. Es un camino que sigue abriéndose aquí con el despliegue de una diversidad de técnicas artesanales y estilos que se confrontan con los de la animación hegemónica, y apelando a una tradición narrativa que se puede identificar claramente como latinoamericana y caribeña, pero sin caer en estereotipos.
En el estilo de la película dominicana encuentro semejanzas con O menino e o mundo, en el sentido de que aprovecha las capacidades expresivas que trascienden el realismo característico de Walt Disney, el cual homologa la animación con la ficción habitual. También se destaca por deslindarse del animé, influencia que se reitera en la animación latinoamericana de hoy en el diseño de personajes, la imaginación gráfica en general e incluso las historias.
Una referencia que trae a colación Samuel Lagunas en Radix es It’s Such a Beautiful Day (Estados Unidos, 2012), de Don Hertzfeld, por la relación de la animación con los estados emocionales de los personajes de las historias. Sin embargo, hay un deslinde en el modo poético como se trata el amor en el film de Pichardo Espaillat, y se conjuga con el realismo mágico y el surrealismo. Encuentro valioso en esto una sensibilidad que rompe con esa ironía y escepticismo, cuyo prestigio aún arrastramos desde la vieja posmodernidad.
La técnica mixta de animación combina dibujo en papel, 2D digital, recortes, live action, dibujo y raspado sobre película fílmica, rotoscopia, pintura y stop motion, según el material informativo que me hizo llegar la distribuidora, aunque creo que hay otras más. Es una característica que Olivia y las nubes comparte con la animación contemporánea disidente del modo de realización del cine comercial. Gráficamente hay un destacado trabajo con la bidimensionalidad que se confronta con los espectáculos en 3D, pero también una adaptación a la animación de recursos cinematográficos como la pantalla dividida o el plano que se llama “ojo de pájaro”, por ejemplo.
Otra característica que precisa el lugar que ocupa Olivia y las nubes en el cine de animación son las historias de amor de adultos jóvenes que relata, y la reivindicación que hace, en este contexto, de la fantasía narrativa y visual. Desenmarca así la animación de su identificación habitual como cine para niños y jóvenes, tal como entiende esos términos la industria. Rescata además un poder expresivo de las emociones que se encasilla como “infantil” o, en el cine para adultos, se plasma en un sentimentalismo cursi o en melodramas como Chico y Rita (2012), de Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando, por ejemplo.
Es necesario aclarar, sin embargo, que todas estas disidencias del cine de animación más difundido se encuentran en tensión con un género característicamente comercial, el videoclip. Es un campo en el que Pichardo Espaillat tiene una producción que incluye piezas notables como la que hizo para Cumbia de piedra (2014) de Jhon Montoya. Reconocemos entonces el video musical como uno de los polos en tensión de la imaginación de Olivia y las nubes. El otro es lo experimental de la animación con todas esas técnicas.
Algo análogo ocurre en las historias, entre la realidad cotidiana y el desarrollo que lleva sin solución de continuidad hacia el realismo mágico, reconocible en tópicos como la mujer planta o el amante fantasma escondido bajo la cama o en una valija, y una imaginación más radical inclusive, la surrealista. El personaje de Bárbara, creadora de historias fantásticas, sirve como puente entre lo uno y lo otro en la ficción. Es otro marco realista difuso de la fantasía.
No podía no haber en Olivia y las nubes bachata, la versión dominicana del bolero, y también merengue. Pero se va de allí a explorar otras músicas menos conocidas, y el diálogo entre la tradición y la modernidad. El desarrollo de la forma en Olivia y las nubes es también musical, un contrapunto entre las partes que derivan hacia el videoclip y otras que son más narrativas. Un ejemplo de lo primero es la escena de baile de Olivia con un marinero, que podría sostenerse por sí misma como video musical. En la historia de amor de Ramón con la mujer planta dominan, en cambio, la ficción y los diálogos.
Otro contrapunto significativo es el que hay entre la abstracción hacia la que tiende la animación y lo que podemos reconocer en sus materiales como cartón, papel, plastilina, tierra, hojas, etcétera, o la materialidad del Super 8. Es otro tipo de anclaje de la fantasía de Olivia y las nubes en lo real cotidiano.
A todo esto agregaría, finalmente, que hay aquí otra música que disfruto como latinoamericano: la de las variedades nacionales de nuestra lengua española. Olivia y las nubes es una película hablada en dominicano, fiel a esa manera de expresarse hasta el punto de correr el riesgo de que no se entienda parte de lo que dicen los personajes en España o en otros países de América Latina.
Hay en la película un deslinde explícito con la manera de hablar para todos de la televisión, que sarcásticamente es la que no se entiende aquí, y que me hace recordar los comienzos del nuevo cine argentino. La resistencia de las palabras es coherente, además, con la decisión de hacer de la convergencia de amor e imaginación el ángulo desde el que se enfoca la vida de los adultos, que igualmente puede costar que se entienda en el mundo áspero en que vivimos. Es lo que hace que la deshumanización se confunda con la razón y la madurez, e ir contra eso es otro argumento que demuestra el valor que tiene Olivia y las nubes.
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