América Latina frente a un cine en mutación: Diandra Arriaga y José Pablo Escamilla
Por Pablo Gamba
“Los artistas nos tenemos que concentrar en expandir las posibilidades del medio cinematográfico más que en obedecer al mercado. Tampoco al Chat GPT, ni las IA ni a las imágenes generadas por computadoras. Cuanto más humanidad y más riesgos se tomen, esa es la labor que tenemos que hacer”
Conversamos con Diandra Arriaga y José Pablo Escamilla en la quinta y última de una serie de entrevistas que hicimos en Los Experimentos sobre qué ha cambiado en el cine de América Latina con el ascenso de las plataformas de streaming a su nueva posición dominante, por lo que respecta al acceso a las películas en todo el mundo. En la filmografía de ambos se destaca su colaboración en el Colectivo Colmena. Entre los filmes en los que allí han participado, Escamilla fue director, guionista y productor de Mostro (México, 2021), y director y coguionista de Lumbrensueño (México, 2023), en las que Arriaga fue coproductora y productora, respectivamente. Son películas que renuevan géneros como el coming of age y la ciencia ficción con historias de personajes de la clase trabajadora industrial de México, una recuperación de la inquietud por la alienación los años sesenta y un estilo que se distingue por sus apropiaciones del cine experimental.
Arriaga trabaja actualmente en Kino Rebelde, distribuidora de películas contemporáneas y experimentales como aquellas sobre las que escribimos en Los Experimentos, y es directora del corto Un punk ejemplar (México, 2023). Escamilla, miembro cofundador de Colmena, ha sido también productor y montajista de otros filmes del colectivo, y de películas de otros cineastas. Ambos estrenarán dentro de poco cortometrajes en la competencia Umbrales del FICUNAM: Destrozo las herramientas de mi cautiverio (México, 2025), y Un volcán es una herida luminosa (México, 2025), respectivamente.
La reciente publicación del Anuario estadístico 2024 del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) aportó elementos para las que fueron conversaciones por separado con Arriaga y Escamilla, las cuales montamos en contrapunto en esta nota. Las cifras del informe describen un ascenso del cine en México por lo que respecta a la cantidad de películas que se hacen, aunque son muchas menos que las que se estrenan en cines. También se destaca en los datos la importante participación de la producción totalmente privada en México, que es mayoritaria, según el Anuario, y la cifra de presencia del cine nacional en una diversidad de plataformas de streaming.
Esta conversación fue también, por tanto, una oportunidad de saber más del auge de la industria del cine en México, desde la perspectiva de dos cineastas que tienen una mirada crítica.
“Para mí, que hago cine experimental, es la única forma en este momento de hablar de ciertas cosas. Hay un sentimiento de pérdida de control. Hay cosas que nos desplazan de nuestra mirada hacia cosas que no son humanas. Para mí va hacia allá, y se decanta en que te pongas a experimentar”
Pablo Gamba: ¿Cómo ven los cambios que se han producido en el cine con el ascenso de las plataformas, por lo que respecta a la manera de crear y producir las películas, y la distribución y exhibición?
Diandra Arriaga: Con las plataformas cambió todo el juego. Ahora hay más producciones privadas y personas que tienen acceso a fondos que no son del Estado. Eso abre una discusión superamplia de cómo se están produciendo y cómo se están financiando las películas.
En México se filma mucho de plataformas. Hay una serie de compañías que solo se dedican a producir series y contenidos para plataformas, sobre todo de Estados Unidos, y hay como un derrame económico que viene con todos los trabajos y los empleos que se generan. Es como cuando se hacía el cine de la Época de Oro, con equipos de ciento cincuenta personas.
Por el lado del financiamiento, el instituto ha podido hacer un contrapeso con sus convocatorias, haciéndolas más accesibles. En México no ha sido tan desafortunada la manera como se ha logrado integrar la industria de nuevo.
Yo, que no hago películas que creo que funcionen para la industria, no le he entrado al juego de producir para plataformas. Es algo que quiero no hacer y hasta ahora no me ha tocado que me ofrezcan algo así. Creo que no lo haría porque la libertad creativa y el corazón de los proyectos está en otro lado, en el cine pobre que hacemos los que no accedemos ni a los pitches ni esas cosas que hacen las plataformas con sus contenidos, ni a veces nos toca el dinero del Estado. Pero no voy a decir que no, porque quizás alguna vez llegues a ver alguna cosa mía de Amazon. Todo son tendencias, y quizás cambien y haya la posibilidad de que alguna de mis películas se pase.
José Pablo Escamilla: Con las plataformas cambió la actitud colectiva hacia el cine. Ese evento comunitario se ha transformado mucho en una actividad más solitaria, más bulímica en el consumo de series, el binge watching, todas esas actitudes nuevas que antes no eran posibles, simplemente por una cuestión casi que física. Te podías pagar un boleto para estar todo el día en el cine, pero estabas obligado a estar en un lugar que requería tu total atención.
A mí, como espectador, me frustra la transformación que ha tenido el cine. Es como transformar un ritual en otro que no es tan importante. Perdió cierta aura la película. Si hay filmes muy radicales, se pierden por ahí. No siento que haya una plataforma que dé entrada a los contenidos que piensan la creación desde la contemporaneidad, y no desde una fórmula prefabricada que sigue regurgitando las mismas historias y la misma manera de contarlas, sobre todo.
La gran pantalla de cine se transformó en una pequeña pantalla, similar a un cuadro que está en segundo plano, simultáneamente con los demás cuadros que están sucediendo. Esto ha tenido una repercusión directa en la paciencia que hemos perdido como espectadores. Es muy común que empiezas a ver algo y, si no te engancha a los cinco o quince minutos, pasas a otra película. Te pierdes entre tantas opciones, y ninguna es la que realmente quieres.
Se ha perdido también la actitud de búsqueda. Ahora pagas un servicio que te alimenta con contenido. Supones, como consumidor, que es el mejor contenido que ese equipo curó para ti, pero realmente termina siendo algo que no te satisface, por lo menos a mí. Como espectador, tuve una etapa en los últimos meses en que me sentí muy perdido entre las plataformas porque realmente no había nada de lo que yo quisiera ver sino en las que son de piratería, que es algo de lo que a nadie le gusta hablar en la industria.
“Los artistas nos tenemos que concentrar en expandir las posibilidades del medio cinematográfico más que en obedecer al mercado. Tampoco al Chat GPT, ni las IA ni a las imágenes generadas por computadoras. Cuanto más humanidad y más riesgos se tomen, esa es la labor que tenemos que hacer”
Pablo Gamba: Te quisiera preguntar, Diandra, por su faceta en la distribución en Kino Rebelde. ¿Qué oportunidades se han abierto que se pueden aprovechar en esta nueva situación, y cuál es la manera de desenvolverse allí?
Diandra Arriaga: Para Kino es complicado que una plataforma grande le ponga una peli, porque las temáticas casi siempre son políticas, de identidad, y se trata de películas que no son perfectas. Si filmaste con una cámara HD, ellos te piden 8K. Son cosas del cine de alta definición, y no distribuimos cine así de perfecto. Pero se abren otros portales, como DA Films. Mubi es como el puente entre lo comercial y lo no tan comercial. Hasta ahora no me ha pasado, ni en la producción ni en la distribución, que algo que tengamos llegue a Netflix. Pero te ofrecen una cantidad de dinero que dices que a lo mejor sí.
Pablo Gamba: ¿Qué pueden hacer los cineastas para enfrentarse, con sus películas, a esta nueva situación?
José Pablo Escamilla: Lo que me parece que podemos hacer es resistir y seguir tratando de explorar con el lenguaje. Los artistas nos tenemos que concentrar en expandir las posibilidades del medio cinematográfico más que en obedecer al mercado, a la ley de la oferta y la demanda. Tampoco al Chat GPT, ni las IA ni a las imágenes generadas por computadoras. Si bien las películas contemporáneas son un híbrido de eso, cuanto más humanidad y más riesgos se tomen, fallando en el intento, esa es la labor que tenemos que hacer.
Desde el mercado, no sé qué podamos hacer. Lo que sí podemos hacer son comunidades basadas en compartir cine. El contrapeso de las plataformas son los cineclubes comunitarios, piratas, que proyectan películas sin una razón u objetivo puramente económico sino más bien por una labor de cinefilia real.
Pablo Gamba: También ha habido un auge que a mí me parece insólito, para bien, del cine experimental, en los últimos años, en México en particular.
Diandra Arriaga: Para mí, que hago cine experimental, es la única forma en este momento de explicar o de hablar de ciertas cosas. Todo, o la mayoría de las cosas, son contradictorias. Hay un sentimiento de pérdida de control de lo que podemos hacer, de lo que podemos cambiar, de lo que no. Hay cosas que nos desplazan de nuestra mirada hacia cosas que no son humanas. Para mí va hacia allá, y se decanta en que te pongas a experimentar. A lo mejor viene también de la apertura técnica de los últimos veinte años. Ahora filmamos con lo que sea. Significado y significante se han desplazado.
Lumbrensueño
Pablo Gamba: El Anuario del Imcine que acaba de salir indica que 59 % de las películas en producción para 2024 eran de capital 100 % privado. ¿Cómo es la economía de proyectos como los que distribuye Kino Rebelde?
Diandra Arriaga: La distribución es un terreno muy fértil. Hay modelos para hacer las cosas de muchas maneras distintas. Supongo que en la producción también, pero yo estaba enredada en mi propia metodología. Ahora me doy cuenta de que hay un montón de ventanas, de espacios que no son cines, como museos, salas de exhibición o congresos, escuelas, espacios educativos. Las películas que no tienen lugar en ciertos lugares, pueden encontrarlo en otros.
Aquí, en México, la verdad es que el Imcine está bien. Tenemos un instituto que está funcionando. Tenemos, no una Cinemateca sino cinematecas casi en cada estado. Eso me parece una oportunidad enorme. Yo intento aplicar a casi todos los fondos que puedo. Hoy apliqué al de la Ciudad de México. Es muy pequeño y te dan muy poco, pero yo lo intento donde pueda, aunque quede en una de diez. Hay un fondo al que he aplicado, aunque nunca me lo han dado, que se llama Sistema de Creadores. Te da dinero mensual por un año, y hay para nuevas narrativas y video experimental. El Imcine tiene un fondo específico para cine experimental. No es muy grande, son como 25 000 dólares, pero es un montón de dinero para hacer una película experimental.
También están las oportunidades internacionales, que no son tantas, pero para financiar está bueno aplicar a todas las ofertas, al Hubert Bals [fondo del Festival de Rotterdam], ahora está el del FID de Marsella. Tener tiempo para aplicar es la parte complicada. Ahí está la precarización de lo que hacemos.
Pablo Gamba: ¿Podrías darme un ejemplo ilustrativo de algún proyecto que se haya abierto camino aprovechando estas nuevas oportunidades?
Diandra Arriaga: Te podría poner como ejemplo un proyecto que estaba en Kino Rebelde desde antes de que yo llegara, que es Herbaria (Argentina, 2022), la película de Leandro Listorti. Le fue muy bien en festivales y sigue encontrando su público en espacios fuera a pesar de que se estrenó en 2022.
La temática es la botánica, la ciencia, y es una película que se ha podido pasar en escuelas. Hay festivales específicos de botánica y plantas. Como también es archivo, se pasa en muestras de archivo. Creo que es un ejemplo de película que atraviesa muchos temas y logra encontrar un circuito más diverso.
Ahora también la de Celeste [Rojas Mugica, Una sombra oscilante, Chile-Argentina, 2024)]. Es una película para pasarse fuera y dentro del cine. Mi primer corto, Un punk ejemplar, se va a pasar el sábado. Se estrenó hace casi dos años y lo siguen pidiendo para muchas cosas de punk, de mercados y de conciertos. Ha encontrado espacios de música, sobre todo, y más underground. Supongo que es encontrar las cualidades de la película para ver dónde queda.
Una sombra oscilante
Pablo Gamba: Frente a esta situación, ¿podríamos volver a la utopía del espacio latinoamericano como un lugar hacia el cual los cines nacionales pueden crecer y desarrollarse? ¿Creen que sea factible retomar eso?, y ¿qué podrían hacer los cineastas para que se transforme en una realidad?
José Pablo Escamilla: El problema está realmente en la brecha tan grande entre el público y los cineastas. Las películas no están llegando a los públicos por una u otra razón. Inclusive en los festivales de cine, porque muchas veces las proyecciones son en malls o centros comerciales. La gente no llega a esas salas porque a los que realmente les interesa la cultura van a otros lugares.
Creo que existe un prejuicio respecto a las historias que cuenta el cine latinoamericano. Es un conflicto para mí porque está eso, por un lado, como resultado de una industria hegemónica, mientras que por otro lado veo cineastas muy radicales, que quieren hacer películas muy políticas porque el medio lo está pidiendo para empujar las barreras del cine, como te decía antes.
Culturalmente, los latinoamericanos estamos viendo hacia Latinoamérica con otros ojos. Quizás nuestros papás tenían una mirada más prejuiciosa y más aspiracionista, mientras que ahora nos estamos haciendo muchas preguntas sobre qué es lo latino, qué es lo mexicano, qué es lo chilango, qué es lo que realmente nos representa. En la medida en que concentremos nuestras búsquedas en ir respondiendo estas preguntas, quizás el público se pueda involucrar más porque se ve mejor representado.
Pablo Gamba: Más allá de esta búsqueda identitaria, ¿qué pueden hacer los cineastas para que la integración latinoamericana llegue a ser realidad algún día en los campos de la distribución y la exhibición?
José Pablo Escamilla: Está sucediendo a menor escala. Es generar vínculos de distribución de materiales que se desvinculen de estas lógicas del mall, de los centros comerciales y las grandes cadenas monopólicas. Es hacer crecer la comunidad que ya existe dentro de nuestras ciudades y establecer lazos.
Ese es el gran conflicto con las plataformas: la disolución de la comunidad. La manera de regresar y combatir es generar comunidades y establecer lazos.
Diandra Arriaga: Es una pregunta compleja porque la atraviesan varias cosas, sobre todo después del covid. Con la pandemia se rompieron lazos y espacios de ciertas cosas que ocurrían y no han podido seguir ocurriendo, y que se están reconfigurando. Hay festivales que dejaron de existir o que pararon y otros que están surgiendo, como en Asu.Ficc [en Asunción, Paraguay].
Tendría que pensarlo más, pero creo que va por la vía de exhibiciones alternativas y de espacios fuera de la sala de cine. Es algo que se intenta bastante en Argentina también y lo veo mucho en Colombia. En Chile fui a un cineclub en un garaje. Son personas que intentan generar redes en pequeños cineclubes, pequeños espacios, llevando películas para exhibirlas ahí.
Aquí, en México, Lumbrensueño se va a estrenar en una red de cines que no es comercial, porque no se consiguió el apoyo para salas comerciales y se tiene que estrenar este año. Hay una red enorme de espacios. Pero de que estén en buenas condiciones para pasar las películas y puedan generar una especie de taquilla, creo que estamos superlejos en toda Latinoamérica.
Pablo Gamba: Los datos del más reciente Anuario del Imcine muestran una contradicción entre el número de películas en producción, que eran 214 para 2024, y la cifra de estrenos nacionales de ese mismo año, que fue de 112. Por otra parte, indican que había 4090 películas mexicanas disponibles en 32 plataformas. Quisiera que me expliquen, desde su punto de vista, esta situación. ¿Qué es lo que está pasando con esta dificultad de llegar a las salas para estrenar? ¿Se está yendo el cine mexicano al streaming?
Diandra Arriaga: Es muy caro estrenar en los cines accesibles, los multiplex, que son los de Cinemex y Cinépolis. La manera, aquí, de estrenar en un cine comercial es tener recursos. Normalmente se tienen que bajar de Eficine [fondo de estímulos fiscales], a menos que tu película sea original de una plataforma. Eficine es un fondo que funciona con un contribuyente, con una empresa responsable que, en lugar de pagar sus impuestos, te los puede dar a ti. Eso se presta, sin embargo, a que si tengo gente a mi alrededor que tiene esas posibilidades económicas, es más fácil que obtenga esos fondos. Deja fuera a muchísima gente que no puede pedirlos porque no conoce a nadie que tenga una empresa. La aplicación es muy complicada técnicamente, además, por los documentos, los contratos... Es como aplicar a un Ibermedia.
Si consigues el fondo de distribución, tu película se va a poder estrenar ese semestre. Las pelis de José Pablo han tenido Eficine, y se han distribuido con eso y ha sido lindo. Aunque no recuperas dinero, logras que la película se pase en casi toda la República, aunque sea una semana.
Esos resultados que mencionas del Anuario del Imcine son una mezcla de pocas películas independientes y muchas más comerciales. Muchas de esas más de doscientas películas que dijiste deben ser ficciones comerciales destinadas a las plataformas o son parte de las películas que financian los cineplex aquí. Cinépolis es muy grande, y no solo tiene los cines sino que distribuye y produce. Hacen series con casas productoras que trabajan para plataformas. Ahí hay como un negocio perfecto de las películas comerciales.
Pero también hay muchas películas que se estrenan en la Cineteca [Nacional], y eso está increíble. Si tu película es mexicana y le escribes al Imcine, tienes como mínimo un día o una semana de exhibición. En la Ciudad de México hay una Red de Cineclubes. Debe haber 300, un montón. A los que me preguntan qué hacer para que se pase su película, les digo que se metan en la página de la Red y manden un correo. Ese es el trabajo de distribución y exhibición, que toma un montón de horas. Hay que tocar todas las puertas.
José Pablo Escamilla: Lo que estás viendo en el Anuario es que las películas muchas veces no llegan al público. De múltiples maneras el mercado las sabotea y no hay un público cautivo que esté buscando lo siguiente.
En muy contadas ocasiones el cine mexicano es un éxito en taquilla, y son películas que tienen el apoyo de los monopolios. La mayoría de las veces, los números que hacen las películas que se estrenan son desalentadores en un sentido económico. Las plataformas son aún más desmotivantes. Si en el sistema de cobranza un boleto se divide en múltiples particiones y a ti te toca una de ellas, el de las plataformas es un modelo mucho más trágico para la gente que pone su arte y su labor de vida en ellas. Lo que te ofrecen a cambio es nada. Te contabilizan por minutos y no por boleto, y verdaderamente es depresivo. Muchas veces, si no es un material producido por la plataforma, te dan un pago fijo por equis cantidad de años y no tienen obligación de darte los números. Eso depende de qué película sea y de qué contrato tenga.
Estoy hablando desde mi experiencia de cineasta y de una productora independiente que hace sus películas muchas veces autoproducidas, algunas veces con fondos públicos, pero nunca con la inversión de una plataforma o un acuerdo de distribución o algo así. Nunca nos ha interesado crear para las necesidades del mercado. Ahí nos hemos encontrado con esa gran puerta que no se abre, o que solo se abre para unos. Hay unas reglas de la industria que, si no las sigues, el mercado no se abre. Ese es, verdaderamente, el problema. En algún momento los cines independientes se volvieron monopolios, y los cineastas vivimos de políticas públicas que son muy importantes, pero son medidas paliativas para mantener viva la industria. Cada político que llega, con una mano negocia ese presupuesto público y ya nos han engañado muchas veces en el pasado modificando ese presupuesto. A lo que voy es que está bien que el Estado sea un soporte, pero la industria debería sostenerse por sí sola.
Me sorprendió el número de películas que dijiste que están en plataformas porque yo no las he visto. No sé en qué plataformas están. No sé cuáles son los números de las películas mexicanas en plataformas fuera de México, pero creo que dentro de México no se ven. Aunque quizás es mi perspectiva porque la mayoría de las películas que veo en los lugares de streaming no me interesan. Las que sí, están en lugares piratas. Ahí sí las veo, ahí sí consumo el cine mexicano, y el cine latino, el asiático, el africano, todo ese cine que no es hegemónico, que no tiene una coproducción internacional francesa y no tiene acceso al mercado de Francia ni a los publicistas franceses.
Pablo Gamba: Una pregunta que tenemos para todos los entrevistados de esta serie es qué significa el cine latinoamericano para ustedes, y si se identifican con esa tradición del nuevo cine latinoamericano.
José Pablo Escamilla: Las ideas de Glauber Rocha siempre han definido mi actitud política hacia el cine desde lo latino y esa identidad. Han habido varias revisiones también. Es lo que digo que es interesante de entender, esos procesos de retroalimentación interna que suceden mucho entre colegas. En ese sentido, me parecen muy importantes los puntos de encuentro de cineastas porque forjan esa identidad a través del diálogo, el encuentro y el compartir no solo ideas sino técnicas, y luego posibles colaboraciones.
Creo que las búsquedas del cine latinoamericano están siendo muy similares en cada país, con sus diferencias y similitudes políticas e históricas. Nosotros estamos siempre muy cerca de la técnica hollywoodense, y las necesidades del mercado y las tecnologías, por la situación geopolítica que tenemos, pero creo que en este momento, contrario a lo que pudo haber sido en el pasado, la Ciudad de México se está convirtiendo en un punto de encuentro de cineastas muy importante. Creo que está siendo un caldo de cultivo culturalmente y para la industria. Eso está enriqueciendo mucho las miradas y las preguntas sobre lo latino, las problemáticas y las maneras de afrontar los distintos temas.
Diandra Arriaga: Estamos muy cerca de Estados Unidos. Siempre que empezamos a conversar de lo que hacemos con compas de Latinoamérica, hablamos mucho de que en México, desde nuestra forma de organización política hasta nuestra forma de solucionar los problemas, son muy distintas de Latinoamérica, y es porque estamos contaminados por Estados Unidos. México es un territorio medio extraño, pero creo que también es una superbandera de América Latina en ese sentido de ser un país ahí, en medio.
Dicen que México es Norteamérica, que es Centroamérica. Si me preguntaran a mí, no lo sé, pero sí creo que es Latinoamérica. De eso sí estoy segura porque he estado en varios países de América Latina y compartimos cosas, compartimos sabor y maneras de interpretar las cosas. Aunque nuestras formas de organización y de representación de ciertas cosas, hablando del cine específicamente, no son iguales, veo pelis de otros lugares de Latinoamérica y siento que explican perfectamente lo que había pensado. Si te soy honesta, a mí quizás eso me ha pasado una vez o dos con una peli suiza.
Mostro
Ahora que fui al Ficci, en Cartagena, pude ver un montón de pelis colombianas. Colombia es superpower, el cine de ese país está cabrón, hacen cosas increíbles. Vi varios cortos y películas, y nadie está haciendo eso acá, pero habla de un síntoma latinoamericano que también está sucediendo en México. A lo mejor México está un poco aletargado por su cercanía con los Estados Unidos, la crisis de las drogas y el desbalance económico-político.
Ahora estamos intentando hacer una colectiva trasnacional, Argentina-Chile-México, por el momento, con otras colectivas. Surgió de un taller al que fuimos, en Chile, que estuvo muy bueno. Aquí, en México, estamos yo, una chica chilena que vive aquí, que se llama Macarena Ortiz, y en Morelia un superochero, Martín Dávalos; en Chile, Carolina Moscoso y Fanny Leiva Torres, un grupo que no son una colectiva, pero son varias personas, y en Argentina, Ríos de Abajo y algunos de Antes Muerto.
La idea es juntarnos cuatro veces al año, cada quien en su territorio y con su círculo, y después online, y dialogar y platicar. Le decimos el antimercado porque la idea no es andar pitchando tu proyecto, y así, sino hablar de lo que te preocupa, de todas esas cosas que te empiezan a pasar y que, cuando te encuentras con alguien así en Argentina, te das cuenta de que te sientes igual. Estoy segura de que somos hermanes de Latam, sí.
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