El jardín del lago
Por Jhonny Carvajal Orozco
El jardín del lago (Horacio Torruco Sifuentes, 2024) es un corto mexicano que tuvo su
estreno mundial en la sección umbrales de vanguardias cinematográficas del FICUNAM.
Esta competencia se distingue por agrupar obras que se destacan en el panorama del
cine latinoamericano por su experimentación y disruptividad formal-narrativa.
Horacio es un cineasta de Mazatlán, estado de Sinaloa, México. En su canal de Vimeo me
encontré con otros dos cortos que me llamaron la atención y que proponen un diálogo
muy interesante con El jardín del lago. Estos son En días de otoño, bajo la sombra de un
árbol de arrayán y Con la luz de árboles cortas raíces por la tarde. El jardín tiene una
duración de 5 minutos; Arrayán y Raíces, de 3 y 5 minutos, respectivamente. También hay
otros cortos videos centrados en la práctica del cine sin cámara, que propone una
búsqueda expresiva en la manipulación directa del soporte fílmico.
En retrospectiva, sus películas se caracterizan mayoritariamente por la construcción de
diarios fílmicos en soportes analógicos (8 mm-16 mm). Su registro diarístico apunta
principalmente al concepto de cine devocional propuesto por el estadounidense Nathaniel
Dorsky, que está ligado a una profunda experiencia espiritual y contemplativa por medio
de la percepción. El desarrollo de este concepto es trascendental en El jardín del lago.
Encuentro una propuesta que identifica al autor respecto al uso de la cámara y su punto
de vista como una interpretación de la mirada que se debate constantemente entre la
subjetividad y la objetividad. Resalto varias fijaciones de esa mirada: las relaciones que se
tejen entre lo urbano y lo natural para la construcción del espacio, diversas formas de
interpretar los fenómenos luminosos naturales, y una correspondencia emotiva de sus
imágenes con la música. Pausar el andar mecánico, contemplar y filmar esos “breves
destellos de belleza”, como señalara también Jonas Mekas en una de sus películas, quien
es probablemente otro referente de Torruco Sifuentes, justamente por sus diarios fílmicos
que se anclan a la poesía.
En el caso de El jardín, la película se construye alrededor de un
haiku que se lee al inicio:
Sendero de campo,
entre arcada de robles
jardín del lago
Uno de los elementos diferenciales de El jardín del lago respecto a Arrayán y Raíces
surge cuando logramos identificar en este corto una pequeña estructura narrativa de viaje,
que gira en torno al espacio natural que otorga su nombre al cortometraje. A partir de la
fugaz sucesión de imágenes y sonidos propuestos de manera lineal, se identifican tres
secuencias definidas por cortes a negro como ligeros parpadeos: la ciudad, el jardín y la
ciudad de nuevo. Cada secuencia está mediada por una zona de transición.
Esta construcción hace que El jardín difiera en su lógica formal de las otras dos películas
mencionadas, que optan por una articulación (a mi parecer) más aleatoria, atravesada
principalmente por las asociaciones formales-espaciales y el registro de sus fijaciones en lo cotidiano,
centrada en la fractura del espacio y el tiempo como interés central del montaje. Una
película latinoamericana con un planteamiento similar de esta tensión entre la lógica
narrativa y la transición espacial es El viaje (2022), del brasileño Mateus Rosa, salvando
las distancias respecto al tema del género y enfocándonos en la dicotomía ciudad-
naturaleza. Otra película claramente referencial sobre esta dicotomía es Hours for Jerome
(1982), de Dorsky.
La lógica narrativa de El jardín del lago permite ahondar en diferentes elementos que
caracterizan cada una de las secuencias mencionadas, más allá de su principio como
registros diarios y su continuidad temporal. Por ejemplo, el sugestivo planteamiento de la
ciudad en un inicio se determina por una predominancia geométrica de formas cuadradas
y líneas rectas que están presentes en objetos como sombras y ladrillos, y por el
estatismo de la cámara en el registro de las imágenes. Sucesivamente, en un contraste
sutil, el jardín se caracteriza por la sinuosidad de las formas presentes en los árboles y las
ondas del agua, y por el movimiento de la cámara y de los objetos filmados. Este diálogo
entre la caracterización formal de los espacios es dominante.
Algo que le puede jugar en contra a la película es su corta duración y la dificultad de
identificar los momentos mencionados en un vistazo inicial, pero esta decisión también
hace mágica, sustancial e idílica la experiencia de verla.
La música del corto, compuesta por Fernando Feria, me ha conmovido cada vez que lo he
visitado para escribir esta nota, y creo que es muy importante para la construcción de la
experiencia del espectador. También siento que otorga un carácter muy específico a las
imágenes, como otra aproximación a esta idealización planteada por la duración. Dicha
musicalización me recuerda al dúo escocés Boards of Canada o la compositora belga
Nala Sinephro, que recomiendo para quienes quieran profundizar en el aspecto sonoro
del corto, que es enriquecedor. Escúchense canciones como “The Smallest Weird
Number” y “Space 1”.
La luz es el elemento más característico del jardín. La forma en la que se registra este
fenómeno, como en las demás películas de Horacio, es diversa y evoca lo sensorial.
Aunque sea una fijación-leitmotiv del autor, en este caso la luz funciona como dispositivo
para otorgar a este entorno natural un carácter idílico, de ensoñación, deseo y calma. El
jardín del lago es un breve escape posible, una luminosa fractura en la opacidad de lo
citadino.
Esta idea del jardín como idilio también es interpretada por una imagen de las manos del
autor rastreando el tacto del sol a contraluz, jugando con las profundidades de campo.
Esta luz, que ya asociamos con la presencia del jardín, en este caso no opera como un
presente de ensoñación sino como una añoranza de ese lugar pasado. Encuentro otra
potencia sensorial entre las relaciones tacto-luz, cámara-luz y material fílmico-luz, que
agrupa esta imagen.
Otra fractura que aparece en medio de lo citadino es el cielo, que algunas veces se refleja
en los charcos de la calle y en otras ocasiones se le registra directamente. En las
imágenes del cielo aparecen pequeñas porciones de árboles y edificios que dan contexto
del lugar, pero nunca son protagonistas. Estos momentos se sienten como un respiro del
ajetreo urbano y transporta al espectador al acto cotidiano de detenerse, respirar, mirar
hacia arriba y perderse en las nubes.
“En el murmullo de la ciudad, en cada parpadeo, el eco de un lago se refleja como
sendero”, señala el autor en la sinopsis de la película. La luz y el cielo materializan en el
espacio un camino de la mente hacia el jardín soñado, un sitio donde el pensamiento y el
cuerpo se permiten converger en paz mientras huyen de la absorción urbana. En las
películas de Torruco Sifuentes, es evidente la necesaria actitud experimental dentro de lo
cotidiano y una curiosidad visual inherente al acto de contemplar-filmar-palpar los días.
Comentarios
Publicar un comentario