The Martial Forest y Feiura comovente
Por Pablo Gamba
Entre las películas disponibles para ver online del Festival de Cine Experimental de Bogotá, en la sección Panorama del Mundo, hay dos que se destacan, respectivamente, por su irreverencia y aquello que llevó a Amos Vogel a identificar el cine experimental y de vanguardia con “la subversión de los valores, instituciones, moral y tabúes existentes” (El cine como arte subversivo, 1974). Son The Martial Forest (Taiwán, 2025), de J Triangular, en calidad de estreno, y Feiura comovente (Brasil, 2025), de Ultra Martini, que estuvo días antes en Curtas Kinoforum, en São Paulo, y también en el FENDA, en Belo Horizonte, y se estrenó en la Mostra de Teresina, en Brasil.
The Martial Forest es obra de una artista, performer, cineasta, y curadora queer y migrante antes conocida como Julieta Triangular, y como integrante del dúo Celestial Twins y del Colectivo Ladradores de Ojos, junto con su hermano Diego Barrera. Es difícil, por sus trashumancia de Colombia a Chile, España y Taiwán, donde vive y trabaja actualmente, seguir la trayectoria de J Triangular, de cuya obra supe por primera vez por el corto en Super 8 y video Huérfanos de astronautas (Chile, 2012), y le perdí la pista poco después.
La pieza que presenta en Cineautopsia, como también se llama al festival colombiano, incluye un videoclip y en general está formalmente muy marcada por ese género audiovisual en el que la artista ha trabajado. Pero se trata de un homenaje a las películas de kung fu en VHS. La realizadora se apropia de ellas para hacer del arte marcial un empoderamiento de las mujeres trans, queer y migrantes, un modo de preparación para luchar en la selva del título. Es un recurso de imaginación que destaca esta pieza sobre los enfoques realistas de la temática y porque descarta el drama por lo performativo.
El video todo se desarrolla como una repetición de escenas de entrenamiento, una de las cuales se sale significativamente del registro épico irónico para introducir el agotamiento como un detalle humanizador. Lugares comunes como los efectos sonoros que acompañan a los golpes de manos y patadas ‒y la pantalla dividida en consecuencia, como si se quebrara–, el interior del templo donde las guerreras se entrenan y el bosque de bambú exterior se conjugan con el extrañamiento queer que introducen la danza y los colores sobresaturados en The Martial Forest, que también funciona como una introducción de Big Sister 13 (Missy Hyper), protagonista del primer largometraje de J Triangular, The First Kiss of the Night, aún por estrenar.
Hay un nivel de producción en este cortometraje que lo aleja de lo que para mí es definitorio del cine experimental, junto con la ruptura con la narrativa hegemónica. Se inscribe así en un espacio trans en el que también está por lo que respecta al género cinematográfico, entre el videoclip y un cine de kung fu cuya fantasía se perfora con referencias explícitas a las protestas y masacre de Tiananmén en la República Popular China, en 1989, y la “revolución de los paraguas” de Hong Kong, de 2014, contra una reforma electoral que limitaba las posibilidades de presentar candidatos. El personaje de Big Sister 13 se presenta en los textos que acompañan el corto como una maestra de kung fu exiliada del régimen de la china comunista en Taiwán.
Pero es, sobre todo, The Martial Forest, una nueva muestra del cosmopolitismo del cine latinoamericano, de la capacidad de los realizadores y realizadoras de introducirse en sociedades diferentes, y de apropiarse imaginativamente de sus cines. Salvando las distancias, obviamente, continúa así en este corto el viaje creativo de la diáspora de cineastas como Raúl Ruiz.
Feiura comovente es otra película queer de personajes trans, pero con un registro completamente diferente. El corto de Ultra Martini se construye sobre la base de tensiones perturbadoras. La fundamental es la que se conforma entre los dos personajes principales no binarios y la fluidez de la deriva genérica, por una parte, y el binarismo inherente a los opuestos del argumento, por otra. Hay allí otras tensión singularmente fuerte, entre el lugar común de la ternura pop de la canción “El muchacho de los ojos tristes”, de Manuel Alejandro, interpretada por Jeannette, y la práctica sadomasoquista de la suspensión con ganchos a la que se somete le protagoniste, y lo que mueve a imaginar la máscara quirúrgica que lleva siempre encima el otre personaje. Parte de eso es la confrontación de lo gótico inherente al sadomasoquismo con lo angelical y frágil de le protagoniste, que parece elevarse en el cielo en su dolor y se hace parte de una alegórica Piedad.
Narrativamente el corto va del musical al cine de vampiros, atravesando, lógicamente, las películas del sufrimiento placentero. También de la ficción a la metaficción, a la puesta al descubierto del rodaje, en detalles como el encuadre que hace evidente la puesta en escena y revela la presencia del equipo de filmación o el montaje que presenta los planos en exteriores como supuestos efectos de chroma alternándolos con contraplanos en estudio. Es un dispositivo clave para crear tensión también con el realismo documental en el que se sostienen las escenas de sadomasoquismo y que aquí subraya el sonido.
Todo esto hace de Feiura comovente otra de esas películas de personajes queer que también lo son en la forma fílmica. Incluye el punk en el motivo de la suciedad y una escena musical en la que la balada se transforma en algo completamente diferente, y el amor a la madre se enrarece también. Hay una tensión más entre eso y la limpieza clínica del proceso en torno a los ganchos. Sorprender es cada vez algo difícil hoy en el cine, subvertir de la manera planteada por Amos Vogel todavía más, y este corto lo consigue en cierta medida sin recurrir a la espectacularidad, incluso en el tratamiento de algo tan delicado como el sadomasoquismo por las derivas góticas a las que propende.
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