Un lugar más grande


Por Pablo Flote 

La resistencia organizada 

A veces, la realidad es exasperante y la imaginación, virtud auténticamente humana, brota de entre las grietas del fastidio para sobrellevarla. Pero en estos escenarios es el fastidio, precisamente, el móvil de la intención, el germen de seres agentes. Bajo tal tesitura, el ejido de Tila, Chiapas, afronta los primeros días de su proyecto autogestivo en las secuelas de la expulsión del gobierno municipal y sus elementos armados de territorio tilense. 

Nicolás Défossé se ha dedicado a destacar las luchas de pueblos perjudicados por los mecanismos del Estado: el despojo y precarización del trabajo del pueblo mayo en El Camino de Mayo con la Otra Campaña (2007); el desalojo sin retribución por un desarrollo falaz en Decían que íbamos a salir de pobre... (2007), La Yerbabuena, comunidad en resistencia (2007) y En el puerto de San Blas (2007); el temor por la desaparición de un modo de vida, de una interpretación del mundo (a través de la lengua) como consecuencia del desdén emanado de la colusión entre corporaciones y Estado en Basurero tóxico en territorio pápago (2006) y Cucapás y Kiliwas 9000 años después (2007). 

En Un lugar más grande (2025) se apuntan las ideas, las responsabilidades, las acciones colectivas en pos del bien común, donde el individualismo no constituye un modelo factible. Las imágenes iniciales de la tenue luz de la madrugada sobre la vegetación encauzan hacia un nuevo día. Lo venidero como repercusión es deseado, pues la población de Tila ha logrado su cometido: se ha emancipado del gobierno local, pero la lucha no cesa. La autonomía es una empresa de altibajos, embestida siempre por el poder y enmarañada en la ejecución de sus conceptos. ¿Cómo evitar convertirse en aquello derrocado si se dispone de los mismos recursos tanto para vencerle como para construirse? La resistencia como acción organizada requiere sensatez en sus múltiples facetas. Aunque las limitantes físicas de la cámara y del humano que la porta nos impiden la omnisciencia, los eventos filmados dan cuenta del esfuerzo de cada tilense por cumplir con su parte. Este esfuerzo encierra un motivo que se desborda del acto y de la persona misma. Si el gobierno municipal fundamentaba su administración en la perpetuación propia, la comunidad de Tila se sustenta, por supervivencia, en el cuidado. El cuidado de la lengua ch’ol, de las costumbres, de los bienes materiales, el cuidado de la tierra y sí, de quienes la trabajan, quienes le dan vida e identidad al habitarla. La imagen temprana de un niño colocándole un cubrebocas a (quien parece ser) su padre para ir a recoger basura es constancia de la red de cuidados que aligera la carga personal. Son manifestaciones de cuidado y no labores aisladas lo que registra la cámara. 


De la limpieza a la vigilancia, la comunidad de Tila renueva los procedimientos del Estado para suprimirlos. Incluso, durante la detención de elementos gubernamentales por traspasar ilegalmente territorio ejidal, en la cual se confiscan las pertenencias de los infractores, se oye decir a alguien: “Aquí no se pierde nada. No somos rateros. No somos municipales”. 

Vestigios del mandato “oficial” en forma de paraguas del Partido Verde son echados al fuego ya no como advertencia en caso de intrusión gubernamental, sino como una restitución de la violenta omisión de las necesidades de la gente por parte del Estado. Las llamas abrasan artículos propagandísticos y una postura absurda que quiere tapar el sol con una mochila. Un ejercicio de oposición de esta magnitud vela por la unidad de la responsabilidad colectiva.  

La autogestión implica que cada quien obre libremente sin apartar el respeto y la consideración de otros, que no haya autoridad por encima de aquella que invita a estimar al prójimo meramente por su bienestar. La intervención de mediadores es, pues, la instancia última para resolver asuntos perniciosos. “La bronca va a ser pa’l pueblo”, reprende una voz a dos hombres que condujeron alcoholizados una camioneta común. Se preocupan, la hija de uno y la esposa del otro, por la conducta de los suyos, pero también por los ardides que pueda efectuar el gobierno municipal con la equivocación humana pretextada de libertinaje y perversidad.  

Un lugar más grande es resultado de sentir con Tila, de observar y adherirse a la inestabilidad del cambio. François Niney alumbra el rol del documentalista como un quehacer expresivo sobre una visión y sensibilidad propia articulada con la de los demás. (2) De esta manera, se nos devela un miedo latente, pues los tilenses han aprendido que el Estado es una entidad metódicamente al acecho. Unir a las personas podría parecer displicente o transigente cuando el cuidado puede hacer de la violencia un recurso justo, sin embargo, en sus restricciones yace la distinción entre el Tila autogobernado y el Tila anterior.  


Decía Bourdieu que el Estado es “el monopolio de la violencia física y simbólica legítima”. (3) La reapropiación de los medios estatales para la insurgencia no presupone la asimilación de esa violencia sistémica y sistemática de la cual se ufana el Estado. Un gobierno efectivamente coordinado por la gente debe buscar, si no la abolición de la violencia, su pertinencia para casos particulares. Los tilenses han interiorizado esto tradicionalmente, como se aprecia en una secuencia: durante el enfrentamiento ritual entre toros y tigres, tres días antes de Miércoles de Ceniza (4, 5), las pasiones se exaltan, la tensión de huir y defenderse o perseguir y atacar, sumada a la alegría de encarnar a los animales impregna a los participantes. Con la ferocidad de sus movimientos, el ánimo de herir es explícito y la imagen se torna brutal, mientras en el fondo, el mayordomo al micrófono pide “no salirse de la normatividad”. Este aparente contraste no es sino el entendimiento de la violencia como una vía excepcional y no como una condición estructural, aplicado desde la concepción del mundo e integrado a la autogestión a través de la celebración. 

Así, la fiesta y el juego son actos de resistencia además del cuidado que alcanza una plenitud orgánica en Tila. No es hiperbólico mencionar cómo la población tilense se colma de cuidado los sentidos mediante mantas, danza y movimiento, el sonido de los megáfonos, la oralidad y la repartición del trabajo. Pese a que la perseverancia de la intención no tiene frutos inmediatos, ésta habría de efectuar, antes que la anhelada prosperidad comunal, una preservación cultural implacable en Tila.

 

Lo ulterior 

El cine nos permite contemplar otros tiempos, otros lugares. Es un privilegio ser espectadores de lo ya acontecido gracias a una proyección. Lamentablemente, el Tila de Un lugar más grande, que con asombro pretende atender este texto, no es el Tila de hoy. Basta con googlear el nombre del ejido para enterarse de sus circunstancias. Desde el primer momento en que Tila proclamó su autonomía, el Estado intimidó y acosó a la gente de la comunidad como parte de su estrategia contrainsurgente. (6) La presencia del ejército y de grupos paramilitares escaló los hechos violentos hasta el grado de forzar el desplazamiento de miles de tilenses. (7) A veces la realidad es, más que exasperante, insostenible, y la imaginación y el cuidado pueden contra las balas, mas el cuerpo no. La represión de una idea es realizable por la fragilidad humana. Persistente a cualquier poder, a los embates del tiempo, es en el arte que se guarda, materializa y florece la voluntad de un pueblo. 

Si bien hay ficciones aparentemente posibles en el cine y sus artificios, no se debe olvidar que la mera capacidad de pensarlas (luego producirlas y proyectarlas) las hace una expresión de la realidad misma. Como bien formula Alonso Díaz de la Vega: “El cine, por la fuerza de la imaginación, es una utopía, un sueño, donde lo imposible tiene cabida, y donde la inocencia del espectador firma un pacto de fe”. (8) Este pacto de fe ha de trascender la pantalla, pues el rol de espectador perece con la pasividad. Si el cine acompaña el devenir humano, no habrá proyección ni sala en la que no se geste un futuro más libre. Lo visto en Un lugar más grande ocurrió. En Tila, el sueño se convirtió en acciones concretas, infundidas por el cuidado. Al filmarlas, Nicolás Défossé mantiene vivos estos ideales; y al visibilizarlas, cuida a Tila como uno de los suyos.

Notas 

1. Todas las producciones están disponibles en el canal de YouTube de Terra Nostra Films: https://www.youtube.com/@terranostrafilms?si=RmBOBSvjSlgnqAqh

2. También dice: “El documentalista […] elabora una reflexión sobre el mundo con o a través de las reflexiones de los demás, las imágenes de los demás, y a través del espejo de las instituciones que los unen a nosotros o nos separan de ellos” (23). Niney, François. “¿Imágenes sin autor?”. El documental y sus falsas apariencias: cincuenta preguntas, UNAM, 2015, pp. 21-24. 

3. Bourdieu, Pierre. Sobre el Estado, ed. en formato digital. Traducido por Pilar González Rodríguez, Anagrama, 2014, p. 8, https://archive.org/details/bourdieu-pierre.-sobre-el-estado-ocr-2014/page/n66/mode/1up?view=theater

4. Fuentes Ruiz, Marvin Janci. “El Carnaval Ch’ool de Tila, Chiapas”. Tila Chiapas, hayuntamientotilachiapas, 2013, https://www.youtube.com/watch?si=_rHS6XfBfbSZjZXV&v=kDx1H61-MX0&feature=youtu.be

5. Tila Chiapas. “tila, chiapas-Nuestra tradición”. YouTube, 4 de mayo de 2013, https://www.youtube.com/watch?si=_rHS6XfBfbSZjZXV&v=kDx1H61-MX0&feature=youtu.be

6. Ratarrey. “Recién empezamos a caminar: ejido Tila”. Subversiones. Agencia Autónoma de Comunicación, 2016, https://subversiones.org/archivos/122807

7. Ariet, Andrea. “Desplazados en México: radiografía de un éxodo forzoso”. Deutsche Welle, 13 de junio de 2024, https://www.dw.com/es/desplazados-por-la-violencia-en-m%C3%A9xico-radiograf%C3%ADa-de-un-%C3%A9xodo-forzoso/a-69356617

8. Díaz de la Vega, Alonso. “‘Grand Tour’, de Miguel Gomes, un cine donde es posible obrar milagros”. Gatopardo, 2025, https://www.gatopardo.com/articulos/grand-tour-de-miguel-gomes-un-cine-donde-es-posible-obrar-milagros?5b6d75f9_page=2

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