Filme de areia
Por Pablo Gamba
La ópera prima de Alberto A. Mauad, Filme de areia (Brasil, 2025), es una pequeña película que se estrenó en la competencia nacional de Lumen. Fue para mí un descubrimiento en el festival de cine independiente de Río de Janeiro porque, hasta donde sé, el director tiene solo un cortometraje anterior.
La protagonista de Filme de areia, Joana (Amanda Orestes), es egresada de una escuela de cine y nombra a Hong Sangsoo como uno de sus directores favoritos. Es una referencia pertinente, pero la película parte de ahí hacia un cine fantástico sin falta de solución de continuidad con las pequeñas historias de la vida cotidiana, siguiendo los caminos del que Julio Cortázar llamó el gótico del Río de la Plata, y el que han transitado en el cine El fantasma y la señora Muir (1947), de Joseph Mankiewicz, o Dona flor e seus dois maridos (Brasil, 1976), de Bruno Barreto, por ejemplo, pero de la manera que esto podría ocurrir en el minimalismo del cine contemporáneo latinoamericano.
En la primera escena, en la que Joana se despierta, vemos poco después aparecer a un hombre joven, como ella, en la cama. Es incierto el funcionamiento del dispositivo del corte. El flashback sería la primera explicación lógica. Pero poco después, por la conversación de Joana con su amiga Bia (Sofia Gardel), confirmaremos que se trata del fantasma de un novio, Lucas (Igor Maués), que frecuentemente se le aparece. Más adelante sabremos, incluso, que algo parecido le pasa al padre con la madre de Joana.
Lucas le pregunta a Joana, en la misma primera escena, si se podría hacer una película sobre ellos. Al final, en una conversación con una amiga, ella dice que los amores intensos se viven como cuentos de hadas, lo que daría una pista acerca del tipo de ficción posible en este caso. Pero de Lucas y ella no saben solo Bia sino también su padre y Gabriel (Lucas Menezes), el novio de Joana. Se trata de un amor sobrenatural, pero simplemente real, lo que marca un claro deslinde con las películas de fantasmas citadas y otras por el estilo.
En otra parte de la película ‒otro flashback del que quizás se podría dudar también‒ Lucas y Joana cantan en karaoke una canción de Chico Buarque que trata de la fantasía, “João e Maria”, y de la infancia en la que hace pensar el raro aspecto de niña, casi una beba grande, que tiene Amanda Orestes. ¿Dónde está el borde entre la verosimilitud realista, dominante allí, y el cuento de hadas? Diría que en la iluminación que por el karaoke cambia, en la entrega de los dos personajes al juego de cantar. Así es la frontera incierta que hay aquí.
La ficción se filtra en la vida y se entreteje con ella de otros modos en Filme de areia. Uno que contrasta con el cuento de hadas es el que lógicamente atribuiríamos a la mitomanía de un personaje, en una de las largas escenas de conversaciones de amigos en situaciones cotidianas que se reiteran en la película. Pero, así como pone en cuestión la versosimilitud del que cuenta esa historia, desestabiliza de algún modo el realismo minimalista por la leve posibilidad de que fuera cierta a la que podría inclinar el fantasma de Lucas.
Otra manera de entrar la ficción en el realismo minimalista del argumento es la aventura. Hay un tercer joven que atrae a Joana, lo que podría aproximar la película a Cuento de verano (1996), de Éric Rohmer. Lo conoce por azar en la playa y, junto con Bia, decide hacer algo que también le da una elevación hacia lo fantástico a esa subtrama, que es seguirlo en secreto. Es una parte de la historia que la protagonista encuentra “muy ninja”, como ella misma dice.
La culminación de todo lo que de este modo se va acumulando en el relato la encontramos al final. Por una conversación descubrimos allí que otro personaje de uno de los encuentros de amigos que se representan de modo realista podría haber sido una invención de la protagonista y, por ende, toda la escena, lo que incluye al personaje del mitómano. La película entera, inclusive, podría ser la ópera prima de Joana, la historia de su amor por Lucas.
Filme de areia se desarrolla en una parte de Río de Janeiro donde vive gente de clase media alta y en una playa que frecuentan las personas de esa posición social. Sutilmente encuentro allí el referente real del cuento de hadas, y la razón del interés en desestabilizar la impresión de realidad del ambiente y los personajes. Un bienestar “maravilloso” sería el aspecto en que Filme de areia sí se parece a las películas citadas de amores fantasmas y a la televisión. Algo análogo ocurre con el desarrollo de la historia exclusivamente en fines de semana, lo que deja fuera de campo explícitamente la parte realista del trabajo.
La ambientación en el barrio burgués se hace más patente con la apertura que necesitan alcanzar los planos para poder representar el seguimiento en secreto del joven por Joana y Bia. Pero también es una digresión que dispersa el argumento y aporta la impresión de realismo que da lo que ocurre por azar, que se añade a la que transmite un aspecto del personaje de Joana que no se desarrolla aquí, la parte de la insinuada atracción que también podría sentir por las mujeres.
El estilo de planos generales remarca la sensación de que las que estamos viendo son conversaciones reales de amigos, filmadas casi como en un documental. También las actuaciones de todo el elenco ‒en particular de la Orestes, notable en este sentido‒, que transmiten una profunda sensación de verosimilitud basada, quizás, en la improvisación. Contribuyen asimismo a eso las características físicas de la actriz protagónica: su aspecto de niña-mujer, la singularidad de su cuerpo y su piel muy blanca, enrojecida por el sol y sus prácticas deportivas en la playa, en particular en el rostro.
Hay algo en Filme de areia, en síntesis, que me hace pensar en Ostende (2011), el primer largometraje de Laura Citarella. Lo atribuyo a mis referencias argentinas, pero también a la esperanza de que Alberto A. Mauad haga un camino que vaya de esta ópera prima a obras como Trenque Lauquen (2022), de Citarella. Ojalá tenga aliento para ese recorrido en el cine.

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