A Little Love Package


Por Pablo Gamba 

A Little Love Package (2022) se estrenó en la sección Encuentros del Festival de Berlín y Gastón Solnicki ganó por ella el premio a la mejor dirección en la competencia argentina del BAFICI. Es el quinto y quizás mejor largometraje de un cineasta en cuyas películas la búsqueda de hacer borrosas las fronteras entre la ficción y lo documental, que es un lugar común del cine actual, se combina con sorprendentes juegos narrativos. Se destaca también A Little Love Package por la participación de Angeliki Papoulia, actriz griega de Kynodontas (Colmillos, 2009) y otras películas de Yorgos Lanthimos; el escritor mexicano Mario Bellatín, como narrador, y dos herederos de Charlie Chaplin, su hijo Michael y su nieta Carmen. 

Una característica del estilo de Solnicki es que las escenas cobran relevancia por sí mismas y no por la función que cumplen en el desarrollo de una historia. Aquí esto se acompaña de una sobredimensión lúdica de los motivos o personajes secundarios presentes en ellas. Dos ejemplos son la caja –o cajas– que podrían ser el regalito que se hace para expresar amor del título y que tendrían un irónico destino, y el proceso de confección de zapatos hechos a mano para la protagonista –que se llama Angeliki y está interpretada por Papoulia–. De esta manera se crea una forma narrativa que, si bien es tal por el motivo de la búsqueda de un departamento para instalarse en Viena que lleva a cabo Angieliki, acompañada de una amiga decoradora, Carmen (Chaplin), se desarrolla de sorpresa en sorpresa y no mediante relaciones de causalidad. 

También se juega aquí con la discontinuidad en la construcción del tiempo y el espacio. En la escena en la sala donde se firma el contrato de compra-venta, por ejemplo, hay un corte a un plano detalle de una escultura decorativa de un fauno, que parece estar allí, y después otro con el que el relato salta de Viena a Málaga y la familia de Carmen –allí realmente vive Michael Chaplin, que interpreta al padre de la coprotagonista– mediante una asociación sorpresiva con las cabras, sin que quede claro si lo que sigue ocurre antes o después. El personaje de Angieliki sube por las escaleras de un edificio en Viena, abre una puerta por la que entra luz del exterior, y hay un corte al Monumento a los Héroes del Ejército Rojo. Por falta de elementos que lo contextualicen en el plano, puede parecer un salto en el espacio a Rusia. 

La relación de la voz narradora de Bellatín con la historia solo se establece como tal en algunas partes. En otras, en cambio, parece independizarse del relato, pero se integra, o bien al espacio representado, transmutándose en un anuncio en español que pareciera escucharse, por altavoces en un lugar de la ciudad, por la textura del sonido, o a la música, cantando una canción de letra insólita acorde con el efecto sorpresa. 

Toda la fuerza lúdica de esta manera de narrar encuentra incluso una justificación en la historia: las reacciones nucleares que pueden producirse en la naturaleza, y no en los reactores, como la que se trae a colación en una escena y que realmente ocurrió en Gabón hace 2000 millones de años por el uranio que se acumulaba en una región. Es seguida de vibraciones en la imagen y el sonido que serían causadas por una radioactividad yacente, y una onda expansiva desestabilizadora de la representación que se extiende a la parte de aspecto documental que viene después y que, por sorprendente, linda con lo paranormal. Esto sugiere que, si la narración estalla, se debe a causas naturales que se transmiten extrañamente a sus aspectos documentales, de las que no es capaz de dar cuenta la manera hegemónica de contar historias. 

Sin embargo, y como también se dijo, hay un motivo que da a todo esto una tensa unidad. En contrapunto con la dispersión narrativa que causa el estallido estilístico está la linealidad sostenida de la búsqueda, a la que se añaden otras, más hondas, en el plano temático, que son las de la transmisión de las tradiciones y de la propiedad. 

En esta profundidad, el juego formal de A Little Love Package pareciera abrirse a problemas sociales que lo trascienden por lo que respecta a la motivación de los personajes principales, que no es psicológica sino que se deriva de cuestiones relacionadas con el capital: la necesidad de invertirlo, y de hacer de eso el establecimiento permanente en un lugar, en el caso de Angeliki, o de expandirlo, que es lo que impulsa a Carmen a alejarse de Málaga, donde vivía con su familia. 

El capital es, así, tan natural en el mundo de ficción de la película como la reacción nuclear de Gabón. “La gente que no quiere gastar su dinero tiene problemas serios”, le dice Carmen a Angeliki, como si la salud mental dependiera de la circulación económica. Pero le da un giro moral y agrega que no gastar es “una falta de generosidad”, en lo que hay una extraña interpretación de la tradición de ayuda al prójimo de las religiones, en este caso a los que venden propiedades por necesidad. 

Es por esto que A Little Love Package puede causar una irritación en el público sensible a las cuestiones del capital y el capitalismo –e incluso también entre los religiosos–. No logrará aplacarla la canción “Wonderful Life”, de Black, que se escucha al final, ni el placer de la ironía de la escena que sorprendentemente le sigue.

Esta nota se publicó originalmente en Desistfilm.

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