Escasso


Por Pablo Gamba 

Escasso (2022) es otra sorprendente película brasileña sobre personajes que viven en la periferia de las grandes ciudades. En ella se percibe la impronta de figuras del cine actual en ese país, como Adirley Queirós, el realizador de Branco sai, preto fica (2014) y codirector de Mato seco em chamas (2022) con Joana Pimenta. También de Grace Passo, la actriz directora del corto República (2020), y de Edificio Master (2002), de Eduardo Coutinho, uno de los documentalistas más importantes de Brasil, al que las directoras citan como una de sus referencias. 

El cortometraje codirigido por Clara Anastácia y Gabriela Gaia Meirelles fue premiado en el Festival de Río de Janeiro y en Indielisboa, estuvo en los festivales de Rotterdam y Clermont-Ferrand, y compite en Cinélatino, en Toulouse. 

En vez de recurrir a la ciencia ficción para jugar con la verosimilitud en la representación de la realidad social de las periferias urbanas, e introducir la perspectiva de futuro en un realismo documentalista, como Queirós, aquí el género es el falso documental. Esto trae a colación otras referencias: Agarrando pueblo (Colombia, 1977), de Luis Ospina y Carlos Mayolo, por su ironía irreverente sobre el “cine social” de pornomiseria y sus realizadores, y los videos cómicos de Youtube, por el humor que caracteriza al también llamado mockumentary

La película se rodó en la que era la casa real de Anastácia, en la “comunidad” de Pavuna, como dice la protagonista, consciente de las connotaciones de la palabra “favela” (barrio “marginal”). El personaje que la misma correalizadora interpreta es una ocupa de las que identifican como “marginales”. La protagonista, Rose, invade la propiedad para “cuidarla”, como dice, porque la dueña la abandonó. Su nombre podría hacer referencia al personaje de un documental sobre campesinos que ocupan una estancia: Terra para Rose, de Tetê Moraes (Brasil, 1987). 

El juego del falso documental con la verosimilitud presupone la capacidad del espectador de hacerse consciente del dispositivo, pero no para considerarlo un engaño sino un deslizamiento hacia una ficción que aspira a ser verosímil valiéndose de los recursos del documentalismo o el periodismo. De esta manera el mockumentary desestabiliza la retórica que crea la impresión de realidad característica de esas películas y los medios informativos, por una parte. Por otra, es una estrategia para revelar cómo los personajes de los documentales son performances de los que se interpretan a sí mismos ante las cámaras y micrófonos que los registran. 

Por lo que al espectador respecta, el mockumentary puede poner de manifiesto que es sobre la base de estereotipos y prejuicios que un personaje como Rose suele resultar verosímil, como ocurre aquí. Esto incluye el color de la piel, la manera de vestir y hasta la contextura física. 

Es con respecto a la búsqueda de desestabilizar los estereotipos que hay que ver la interpretación irónica que hace Anastácia de la invasora que es ella misma de su propia casa, una vivienda que por sus amplitud y comodidad tampoco se corresponde con el supuesto de la miseria. Es un juego que queda al descubierto para el espectador cuando Rose muestra las fotos de la supuesta dueña, que evidentemente son de Clara Anastácia y su familia. “Ella ya no es tan negra”, dice. 

Rose supone que la dueña es abogada por las ropas que encontró, aunque es parte de lo que irónicamente la identifica como “marginal”. Entre las imágenes religiosas que encuentra hay algunas que son católicas, mientras que otras son de la religión afrobrasileña, de lo que se desprendería que fueron colocadas por personas diferentes. Pero una de las santas que supuestamente veneraba la dueña es aquella que corresponde al apellido de Anastácia. 

También el personaje de la directora del cortometraje que se rueda en la casa ocupada se enmarca en un estereotipo, el de los blancos de clase media. Lo interpreta Gabriela Gaia Meirelles, que ocupa esa posición en los lugares comunes que se manejan en torno a la sociedad carioca. Vive en Tijuca, un barrio de Río de Janeiro al que llaman la “Miami brasileña”. 

Es frecuente en el mockumentary que el equipo de realización se haga visible y sus integrantes se conviertan en personajes de lo que puede tener de comedia. Escasso no es una excepción, salvo significativamente por lo que respecta al camarógrafo, al que Rose llama “negro” y solo se lo ve en una foto que ella le toma con su celular. 

Por lo que respecta al desenmascaramiento de los estereotipos racistas y clasistas, es significativo que las otras integrantes del equipo que entran en campo son todas blancas, y que la directora se coloca en una posición que pone a la defensiva al personaje de condición social “inferior”. Entra incluso en disputa con Rose en torno a la cuestión de si invadir es un delito o si, por el contrario, el crimen es que hay gente sin vivienda y casas vacías, como dice la ocupa. Así construyen personajes que responden a un contexto en el que lo blanco es hegemónico, pero lo negro resiste. 

Los documentalistas también actúan como “invasores” de la propiedad con su presencia y equipos. Es por esto que Escasso a mí me recuerda a Agarrando pueblo. La foto que Rose le toma al “negro” es también reveladora de cómo ella podría defenderse de esta otra invasión. Parece una amenaza de que sería capaz de usarla para denunciarlo a la policía al menos a él, porque sería el único delincuente verosímil del grupo.  

El último, pero no menos importante ingrediente en esta fórmula que busca la confrontación, la incomodidad y el planteamiento de preguntas es lo que toma del humor popular de los videos de Youtube. Es crudo sarcasmo cuando la comida brilla como el oro o la riqueza de la supuesta dueña de la casa son monedas que ella guarda en un caldero, como los tesoros de los cuentos de hadas. También es pobre la calidad de la imagen, como la de Youtube cuando no hay buena conexión, y corona la ironía con una textura borrosa que cuestiona la transparencia que se atribuye al registro documental. Podría connotar incluso lo irreal que puede ser para algunos tener casa propia. 

De Youtube la película toma también un tipo de humor que se ha vuelto popular por el amplio acceso que hoy existe a las redes sociales, incluso entre las personas pobres de casi todos los países. Vendría a ocupar, así, el lugar que tiene la ficción genérica como otra forma de comunicación con el público y que representa la imaginación de los no actores de la clase popular que participan en la creación de las películas de Adirley Queirós. 

Pero no hay que desestimar que las codirectoras son aquí una joven blanca de clase media, como se dijo, mientras que su colega que es parte de un sector social de “negros letrados”, como los llama con lúcido humor Meirelles en una entrevista. Hay referencias cultas a Glauber Rocha y a la antropofagia cultural en esta película. No es el tipo de ficción comunitaria que trabaja el realizador de la periferia de Brasilia.

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