Pulsar, Eclipsis y tres cortos de Annalisa Quagliata


Por Pablo Gamba  

Entre las películas que compiten este año en el Festival de Ann Arbor, que se especializa en cine experimental, hay dos de México que comentamos aquí: Pulsar (2020), correalizada por la compositora Alejandra Hernández y la cineasta Ann Steuernagel, y Eclipsis (2022), de Tania Hernández Velasco. También hay otras tres que son obras de Annalisa Quagliata, las cuales forman parte del programa La Raíz y la Cosecha, dedicado a los diálogos identitarios entre México y Chicago. 

Pulsar es un homenaje de Alejandra Hernández a su padre, Antonio Hernández del Río, en el que conjuga dos de las pasiones de él: la música y las películas familiares. Se trata de una pieza creada para acompañar la obra musical homónima de la hija ‒que ella describe como una “deconstrucción del mambo”‒. La parte visual son fragmentos de cintas en 8 mm de las décadas de los años sesenta y setenta setenta, filmadas por Antonio Hernández, en un montaje a cargo de Steuernagel. 

El trabajo de esta cineasta se caracteriza por la exploración de los movimientos del cuerpo humano ‒los gestos y sus ritmos‒ con metraje encontrado. Hay algo en su estilo que recuerda la comedia física o slapstick. Esto es lo que hace de Pulsar una película singular entre las que recurren al archivo familiar, porque con la fragmentación, las repeticiones y los juegos con la velocidad de la imagen, y haciendo correr la película en reversa, se decanta por lo cómico y evita caer en la nostalgia o el sentimentalismo. Eso siempre está fuera de lugar ante un público que nunca conoció a los personajes o cuando estos no actúan para lograr ese efecto. 

De esta manera, además, se crea un tiempo que solo existe en el corto, tanto por lo que respecta al montaje como a sus paralelismos y contrapuntos con la música. El tiempo de duración de la película es externo a las acciones: corresponde a la duración de la pieza para cuarteto de cuerdas que acompaña. Parece que no transcurre, además, tanto por la impresión de simultaneidad que dan las repeticiones, por su semejanza con el montaje paralelo, como por la organización del material según tipos de gestos en diversas situaciones, lo que rompe formalmente con lo narrativo. De todos estos modos, el tiempo fílmico se desliga del referente real del pasado de los personajes. 

Al darles otro movimiento, la película también les da una nueva vida diferente, fílmica, a los cuerpos de los personajes que “anima” en la pantalla. El título podría hacer referencia al pizzicato, pero también al “latido” de los que no son corazones. 

Pulsar, en síntesis, es un cortometraje que se destaca por el giro lúdico que le da al cine hecho con viejas películas familiares, que sigue siendo uno de los síntomas del “mal de archivo” tan extendido en la actualidad, esa combinación de afán de conservarlo todo y pulsión de destruir sobre la que escribió Jacques Derrida. 


Eclipsis es también una película que se hizo en memoria de una persona: Homero Gómez, un activista de la conservación de la naturaleza y de las mariposas monarca de México, en particular. “Desapareció” y lo encontraron muerto. Se cree que fue un crimen vinculado con su denuncia de la tala de bosques en el estado de Michoacán. 

Hay una posible razón para considerar a Homero Gómez como un personaje ausente en el corto, aunque solo aparezca en la dedicatoria, al final. Su compromiso con las mariposas abre la posibilidad de describir la metamorfosis que atraviesa la película, al igual que los insectos, como un tránsito de un documentalismo expositivo, y de mirada “clínica o profesional”, como dice Bill Nichols, a la que podría llamarse una intervención performativa en la que la distancia que se considera garante de la observación objetiva se transforma en una implicación con los insectos. 

En este proceso entra en juego una artista interdisciplinaria que tiene un peso propio en la creación de esta pieza, junto con Tania Hernández. Es la artista interdisciplinaria Aura Arreola, que hace un performance en el que se transforma en mariposa eclipse, una subespecie de las monarcas. Ocurre primero en un escenario, con un impresionante trabajo del rostro registrado en primeros planos, y continúa en exteriores donde su cuerpo interactúa de diversos modos con las flores, las plantas, y también una tortuga. 

El personaje tiene, además, una visión caleidoscópica que se expresa en los planos subjetivos. Parte de la metamorfosis del documental consiste en adoptar el punto de vista óptico de la mujer-mariposa, y en cambios de apertura de campo que solo encuentran justificación en un proceso de la película paralelo al de la protagonista. Tiene una divertida justificación con la que se pasa a una historia de ciencia ficción: una sustancia que producen las eclipsis y que tiene el efecto de hacer que quienes lo inhalan comiencen a actuar como un insecto de este tipo. 

La construcción en Eclipsis de una identidad humana-animal de ficción es una manera de tratar con agudeza la cuestión real de nuestro vínculo con la naturaleza. También de usar el humor y la poesía del cine para entender la profundidad del compromiso de activistas como Homero Gómez. 


Annalisa Quagliata es una cineasta cuyo trabajo se caracteriza por el interés en el pasado reciente de su país y en los discursos dominantes, escribió Valentina Peña Caroca en una entrevista que le hizo en Artishock. Las piezas que presenta en Ann Arbor me llevan a ubicarla en un campo recorrido por el Colectivo Los Ingrávidos, salvando las distancias con lo que este grupo ha llegado a ser en la actualidad. 

Ñores (sin señalar) (2016) es un documental sobre el asesinato del fotógrafo de prensa Rubén Espinosa, la activista Nadia Vera Pérez y otras tres personas en la Ciudad de México en 2015, después de que el periodista denunciara que había recibido amenazas del para entonces gobernador del estado de Veracruz, Javier Duarte. La realizadora se apropia de imágenes cruentas de la “guerra contra el narcotráfico”, la represión y otros crímenes violentos, vistas de Internet y filmadas en 16 mm en blanco y negro, para crear una atmósfera en torno al crimen. 

De una manera similar a Los Ingrávidos, Quagliata también recurre a fragmentos de grabaciones de testimonios que denuncian la violencia y a la reproducción de una de las amenazas, muy clara y pública, que en el contexto hay que atribuir al gobernador. Peo los desborda, de manera análoga a como lo hacen Los Ingrávidos, por la vía de los sentimientos hacia el terruño expresados en la canción “Veracruz”, de Agustín Lara, que la cineasta interviene, para subrayar algunas frases, con repeticiones hechas de una manera que recuerda cómo sonaban los viejos discos rayados. De este modo también lleva el sonido al campo de las sensaciones táctiles. 

Otros desbordamientos son las intervenciones físicas del material fílmico, en particular una gruesa raya hecha raspándolo y que recorre un largo trecho de la cinta. De todas estas maneras, la pieza aspira a trascender lo testimonial por una vía gestual. 

My Cell Phone (2022) es un corto muy breve (1:44 min.) y muy diferente de Ñores. Está basado en un poema del padre de la realizadora, Narcissus Quagliata, que es uno de los artistas más destacados del mundo entre los que trabajan con el vidrio. El texto, en inglés, habla de la adicción a estos aparatos, que son parte hasta de la vida íntima. Una comparación, irónicamente literal, es con la trampa de luz para capturar polillas. 

Nuevamente Quagliata recurre en esta película a la técnica de filmar con su cámara de cine las imágenes electrónicas desplegadas en otras pantallas. Hace con esto incluso una puesta en abismo, cuando filma el celular que graba lo que muestra una computadora. Hasta cuando el teléfono está apagado, filma los reflejos en su pantalla. 

No solo hay aquí un retorno a la pregunta actual acerca de lo real de un mundo con el que nos relacionamos cada vez más por vías como estas, planteada desde la perspectiva del mito del realismo ontológico del cine fotoquímico. El encantamiento de la usuaria de la cámara de 16 mm por la imagen electrónica es también como un trance, una posesión que experimenta su mirada y que tiene un divertido correlato en el sonido. 

De otro modo el trance está presente en la tercera pieza de Quagliata en este programa de Ann Arbor: por lo que respecta al vértigo de los movimientos de cámara y los cortes. Árbol de la noche victoriosa (2020), como lo indica el título, es un microdocumental (1:13 min.) sobre el ahuehuete al que se llamaba “de la noche triste”, por la leyenda de que junto a él se detuvo el conquistador Hernán Cortés a llorar después de que los mexicas derrotaran a sus tropas, el 30 de junio de 1520. 

En 2018 le cambiaron el nombre al árbol para celebrar, como corresponde, el triunfo indígena. Pero las personas que la película registra a su alrededor, probablemente descendientes de los mexicas u otros pueblos originarios, y que están sumidas en la pobreza, son una ironía con respecto a las celebraciones del indigenismo oficial. 

Los últimos planos son de un joven que baila como quizás se danzó después de la batalla para celebrar la victoria. El trance en el que parece sumido es un modo de afirmar la supervivencia del mundo indígena en la modernidad que arrasó con él y lo sigue destruyendo. Es una imagen barroca, al filo del ocaso, de una resistencia radical que persiste.

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