Regra 34

 


Por Pablo Gamba 

La película ganadora del Leopardo de Oro en Locarno, Regra 34 (Regla 34), es el tercer largometraje de ficción de Júlia Murat, que había recibido el premio de la crítica en la sección Panorama de la Berlinale por Pendular (2017) y una mención especial en Horizontes, en San Sebastián, por Historias que solo existen al ser recordadas (2011). Terra em transe (1967), de Glauber Rocha, había sido hasta etonces el único film de Brasil galardonado con el premio principal del festival suizo. 

El título hace referencia a una expresión que proviene de los cómics y significa que cualquier cosa puede convertirse en porno en Internet. La protagonista, Simone (Sol Miranda), disfruta exhibiéndose en un sitio web en el que recibe propinas en tokens por lo que muestra a los usuarios. También mantiene una relación disidente de la moral tradicional, un ménage a trois con otra mujer y un hombre bisexual. La exploración de su sexualidad la lleva al masoquismo, en particular a la autoasfixia. 

Aunque la historia se desarrolla como una gradación en la búsqueda de experiencias de Simone, que la conduce hacia una cada vez mayor “oscuridad”, la dominante no es la satisfacción vicaria de una curiosidad sexual desde la distancia implícita en su consumo como fanfiction o espectáculo. Un ejemplo reciente de esto es la serie de libros Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, y las películas basadas en ellos. 

El sexo masoquista funciona principalmente como provocación en la película de Júlia Murat. El dispositivo dominante en ella es la confrontación de lo público y lo privado, tanto en las prácticas sexuales que exponen a Simone ante desconocidos como en la relación entre su vida íntima y su formación como abogada para ejercer la función de defensora pública. Es un recurso que la hermana menor de la también cineasta Lúcia Murat había utilizado antes en Pendular, cuyos protagonistas son dos artistas que dividen con una cinta roja el espacio del loft que comparten como taller y vivienda, y que gira en torno a la confrontación de la vida profesional y en pareja. 

En Regra 34 la confrontación se plantea como generadora de debates con el estímulo de la polémica que suele surgir en torno al sadomasoquismo. Entran en juego con este fin otros dispositivos que involucran al espectador en la historia. El plano con el que comienza la película, por ejemplo, lo pone en el lugar de los que ven a la protagonista en el sitio web. La imagen de la pantalla de la computadora cubre toda la pantalla del cine –o de otra computadora, si Regra 34 se ve en streaming, como es la práctica generalizada hoy–. La segunda escena comienza con otro plano frontal, que pone al espectador como estudiante frente a los docentes de un curso al que asiste Simone. Significativamente también, la escena transcurre en una sala que parece un tribunal. 

Al final hay un primer plano frontal en el que el público es puesto en lugar de “juez” frente a un personaje del que van a “abusar”, como los que Simone aprende a defender, y que posiblemente sea ella misma. Pero esto hace del personaje objeto potencial de un juicio análogo a los del Estado cuando decide que es correcto intervenir en la vida privada de las personas como protector de los que considera débiles por su sexo, condición social, raza, etc. Una de ellas sería Simone por ser mujer negra. ¿Dónde está el límite entre protección y abuso en el uso de este poder? 

Los debates son explícitos en Regra 34. Hay numerosas escenas que se desarrollan en clases en las que se discute si la función principal de un juez es determinar la verdad de los hechos o encontrar la solución más justa para el problema judicial, por ejemplo, o si la prostitución debe ser perseguida, pero las prostitutas protegidas como “víctimas” de un sistema que las explota. La respuesta que da a esto último Simone, que recibe un “pago” por su exhibicionismo, es que también a las sirvientas se las explota, y nadie ha llamado a que se prohíba por esta razón el servicio doméstico. 

Lo importante es que nada de esto se resuelve aquí en ninguna escena ni tampoco en la historia, con una moraleja. Es una manera mucho más lúcida y valiente de afrontar cuestiones difíciles, y de hacer partícipes a los espectadores también, que tomar historias reales de cómo una sociedad afrontó y resolvió un problema grave, décadas atrás, para hacer una obra que dé certezas y devuelva la fe en las instituciones a un público que lo que debe hacer es aplaudir cuando se lo indica, como la nominada al Oscar Argentina, 1985 (2022), de Santiago Mitre. También es, seguramente, una de las razones por las que Regra 34 ganó el Leopardo de Oro en Locarno.

Esta nota se publicó originalmente en Desistfilm.

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