Yo y las bestias

Yo siempre fui 
uña y mugre con el azar 
Yo siempre agarraba 
las vías alternas
Nico Manzano 

Por Eduardo Elechiguerra 

Yo y las bestias (Venezuela, 2021) desconcierta a partir del error gramatical en su título. Luego esta confusión se acentúa una vez que vemos los tonos pálidos de la fotografía. En esa intimidad todo “parece” estar bien mientras el contexto sonoro y el color de piel del protagonista pone en duda tales apariencias. 

Andrés (Jesús Nunes) se empecina en grabar su disco en solitario después de renunciar a una banda que se ha vendido al gobierno. “Anden a mamarle el huevo a los militares”, les espeta antes de retirarse del ensayo. 

Después, cuando le propone a su jefa trabajar medio turno; él arriesga perder su empleo en un laboratorio de química. Y en esta escena, su retahíla (“… yo el que graba, yo el que canta, yo el que toca, yo el que mezcla”) marca, así sin verbo, su necesidad de colocar el sujeto por delante.

Los personajes caraqueños de esta ópera prima han tenido que reubicar a la fuerza su pronombre. En otra escena, una interlocutora de Andrés dice que se irá del país, así que también piensa primero en sí misma. 

Estos sujetos de "clase media" parecen caprichosos. Sin embargo la recurrencia de manos y de nucas en vez de rostros en el plano plantea acá la búsqueda de un sujeto que, mientras busca y enuncia su supervivencia, sabe que le pesará lo que deja atrás. 

Esta frecuencia manual también está presente en el corto de Manzano Toflang, Would You Come Out And Space. Ambas dan cuenta del valor de los oficios para el realizador, quien desempeña varias labores en la premiada película. Visto así, el guion no cae en romanticismos malentendidos: Andrés no quiere ‘vivir de’ su obra, mas sí llevarla a cabo. 

Las vidas de estos personajes tampoco tienen las urgencias económicas, alimentarias ni sociales de sus coterráneos en La familia (2016), La Soledad (2016) y ni siquiera Desde allá (2015), pero esos problemas persisten aquí. Por algo la mamá le advierte a Andrés que no abra la heladera hasta que regrese la electricidad. 

Manzano y su equipo técnico retratan ciudadanos con pretensiones artísticas sin deslindarse de las inquietudes neorrealistas de aquellas obras cinematográficas. Tales ansias también manifiestan la desolación y la locura de estas rutinas en clave de incisos musicales. 

Para esto hará falta que escuchemos lo que cantan los personajes y cómo lo hacen. Ello parecería una cuidada construcción audiovisual si no fuera también por la actuación de Jesús Nunes.

Descolocan sus tropiezos discursivos, su mirada diáfana y su tono de voz arrastrando el canto. Hay un entumecimiento superficial en su presencia. Para el ojo desatento este se podría justificar porque el personaje consume marihuana o de esto se quejan los vecinos. 

El realizador mantiene esa y otras quejas en el ámbito de las interpretaciones. También deja algunos rostros fuera de cuadro, inclusive el de la madre. Sería necesario trazar y ahondar en los paralelismos de esta figura materna y las presentes o ausentes en las obras mencionadas. Cuál es el rol de la mamá en estas carencias críticas y dónde se ubica la aceptación para los hijos. 

De vuelta a las bestias, ellas son multiformes. Pueden vestir trajes amarillos o formar parte de la banda musical. Suenan en la radio como la voz grave de un presidente populista. O pueden representar las huidas migratorias. También son bestiales los acuerdos ambiguos con asociaciones gubernamentales. 

La obra se enriquece con el uso múltiple del plano como pantalla de la computadora de Andrés y de su celular además de ser el lugar donde es visible el resto de la historia. Esta propuesta es coherente con lo prístino de la dirección fotográfica, el vestuario y el diseño de producción en general. 

La agudeza en la propuesta de Manzano está en cómo su protagonista caraqueño enfrenta la opresión de su entorno. En medio de chistes y locuras matizadas, él ya no huye de aquella buscando tesoros o emigrando a otro país, como lo hacían los protagonistas de las obras mencionadas antes. Andrés solo se muda brevemente a un estado costero. Así, esta huida temporal y la banda sonora dejan en entredicho el entorno desolador del principio y finalmente enfrentan, con la propuesta aural, la sumisa inconsciencia vivida por los personajes hasta entonces. 

Una primera versión de este texto fue publicada en A Sala Llena.

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