Sofia foi

 

Por Pablo Gamba 

La ganadora del Premio a la Primera Película en el FID de Marsella, Sofia foi (Brasil, 2023), de Pedro Geraldo, vuelve con una mirada renovada al tema que hizo célebre el cine de los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne entre finales de los años noventa y la primera década del siglo XXI: la fragilidad y el sufrimiento de los jóvenes que viven en una situación social precaria. 

Esta película relata la deriva de una chica a la que le han pedido que desaloje la habitación que alquila y no busca dónde mudarse. Sabemos que está enamorada de otra chica y hay indicios de que se ha producido una ruptura o ha terminado de otro modo la relación. Lo importante es la atmósfera que se crea en torno a estas posibilidades sin que lo ocurrido quede del todo claro. 

La historia se desarrolla principalmente en la Universidad de São Paulo. La protagonista cursa arquitectura, pero no se dedica a estudiar sino a hacer tatuajes. Percibe el campus como un lugar seguro, donde nadie la molesta cuando instala su camilla y se pone a trabajar en un área de esparcimiento. Tampoco por su orientación sexual. Sofía actúa como si creyera que puede dejar en un rincón sus cosas, incluidos los instrumentos con que tatúa, sin que nadie se los robe. Pero el desalojo es indicio de que la precariedad es un destino que se ha puesto en marcha para destruirla. Hay un presagio al comienzo que es clave en este sentido. Sofia foi es, por tanto, una tragedia y no un drama cristiano con posibilidad de redención como los de los Dardenne. 

La fragilidad de Sofia está vinculada, primeramente, con su orientación sexual. Pero se hace extensiva a un personaje privilegiado por el acceso que tiene a la educación superior. La incapacidad para sacar las cuentas de su “negocio” que admite en uno de sus pocos diálogos revela que viene de la clase media y que nunca antes había tenido que trabajar por su cuenta para sobrevivir. Estas son diferencias significativas con las experiencias de exclusión que hacen de la protagonista homónima de Rosetta (1999), de los hermanos Dardenne, el tipo de personaje que es, capaz de cualquier cosa, hasta de matar, para conseguir o mantener un trabajo. 

Una diferencia más notable es que Geraldo no recurre al seguimiento del personaje de Rosetta. La cámara de Sofía foi es estática. Pedro Costa es una referencia que trae a colación el director en una entrevista publicada por el FID Marseille, y es clave en este sentido. También apunta en esa dirección el cuidadoso trabajo con las sombras en la fotografía. Pero lo que percibo es una radicalización del aspecto fantasmal que pueden tener los personajes del cineasta portugués mediante el uso de disolvencias y superposiciones de imágenes en Sofia foi. Aunque hay planos cerrados y close ups que ponen de relieve la fisicalidad del rostro, el cuerpo y las manos de Sofia Tomic, la actriz que interpreta a Sofia, ese otro recurso la desmaterializa visualmente una y otra vez. Da cuenta del “fue” del título por contraposición al “es” neorrealista de la mirada de los Dardenne. Los presagios, a su vez, la proyectan más allá del ser en presente, hacia un “será”.


Si la cámara hace partícipe a los espectadores de la angustia del personaje y la experiencia del tiempo que le es correlativa en una película como Rosetta, en Sofia foi la participación del espectador se plantea sobre la base de la que Domènec Font llama “representación incierta”. El mejor ejemplo es el ruido de un chapuzón. Se lo identifica claramente como la caída al agua de un cuerpo, pero no lo vemos en la escena. Ni siquiera queda claro si es un sonido en off o imaginado por Sofia u otro de los presagios de la narración. También hay otro sonido sin fuente visible que no parece sino imaginario: el de una máquina de tatuar. Sofia no utiliza un aparato de ese tipo, lo que me lleva a pensar que quizás se imagina tatuando a máquina en un futuro como profesional. En todo caso, es otro ejemplo característico de la “representación incierta” de Font. 

La construcción del tiempo dominante es subjetiva, con fugas del personaje hacia recuerdos de ubicación temporal también incierta. Sofia no solo anda a la deriva por el espacio sino también entre presente y pasado, o un tiempo que quizás es el futuro, no solo cuando está tatuando. Es también significativa la fractura del espacio en estas fugas. En contraste con la arquitectura modernista del campus, el lugar de los recuerdos o sueños es un espacio adánico al borde de una laguna. Parece un parque, y no propiedad privada, por la dulce paz de los encuentros de las amantes, en los que el inexpresivo rostro de Sofia cambia por completo cuando se besan y se abrazan con dulzura, un detalle notable de la actuación de Tomic. Volverá a cambiar por el miedo, al final. Pero la única vez la que vemos entrar a ese lugar es por el boquete de una reja, por lo que la situación objetiva de los personajes pareciera ser la de encuentros clandestinos, presumiblemente rodeados de peligros por tratarse de un amor que la sociedad rechaza. 

El peligro apunta hacia otro tiempo en Sofia foi, y es el de la tragedia. Es un tiempo lineal que coincide con el natural. La historia parece desarrollarse en el transcurso de un día, hasta las primeras horas del día siguiente. Esto plantea una pregunta acerca de la fatalidad, porque lo que se identificó como exclusión social en cierto modo se naturalizaría por esta analogía entre el tiempo de la tragedia, y el transcurrir del día y la noche. Pero no es así, y la respuesta está en lo que podemos presumir y lo que vemos de la relación de Sofia con otros personajes. 

La familia queda fuera de campo. Que la chica no recurra de ninguna manera a sus padres para resolver el problema del desalojo da a entender que la relación con ellos se cortó. Quizás fue por rechazo al lesbianismo de Sofia. No lo sabemos. Que tampoco busque la ayuda de su amante es otro aspecto de la representación incierta. Es como si la otra chica hubiera muerto, y puede que haya sido así. Pero más significativo es que tampoco Sofia le plantea el problema a una compañera de clases en ninguno de los dos encuentros que tiene con ella. Tampoco le pide ayuda al chico con el cual se reúne después de un tiempo sin verlo y que parece ser su amigo. 


La tragedia de Sofia, por tanto, no es un destino natural de los socialmente débiles sino que se presenta como un misterio. Se siente en esto la impronta de Robert Bresson, al igual que en la inexpresividad y los planos de las manos. Pero la referencia a Rosetta me lleva a pensar también en la manera de actuar de Sofia. Si la precarización le ha enseñado a la protagonista de la película de los Dardenne a actuar como una fiera con su competidor, no parece que Sofia haya aprendido a pedir ayuda. Probablemente su expulsión de la clase media fue desmasiado vertiginosa para ello. Sofia comparte con Rosetta, sin embargo, una extrema individuación que no es naturalmente humana sino que se aprende en la deshumanización social.

Por lo expuesto aquí, Sofia foi es una ópera prima notable que recupera recursos de la modernidad fílmica para dirigir una mirada de profundidad y sensibilidad inusuales a un personaje en situación precaria. Deja en el aire, no obstante, la pregunta de si esto se debe al presumible origen social, es decir, si esta mirada tiene lugar aquí porque el personaje frágil viene de la clase media y no de un campamento de tráileres en Bélgica o una favela en Brasil. 

Una posible respuesta es que esa posición social, que antes parecía sólida y segura, está puesta en cuestión aquí. Sofia foi es también una película en la que las mareas de la economía, en vez de llevar para arriba todos los botes cuando crece, como en el mito liberal, hacen que la precariedad ascienda hasta quienes se suponían a salvo de ella. Por lo que respecta al contexto del Brasil y el cine brasileño, podría llamar así la atención de nuevo sobre problemas que siguen sin resolver y que se agravan en tiempos del retorno del progresista Lula al Gobierno, después del golpe contra Dilma Rousseff y el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro. Hay incluso una puesta al día por lo que respecta al covid-19: siendo la pandemia cada vez más cosa del pasado, algo que le cuenta Sofia a otro personaje recuerda que en Brasil hay gente que sigue muriendo rápida e inesperadamente por no estar vacunada contra la fiebre amarilla endémica.

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