Conversación con Dennis Noel López Sosa

 

Por Pedro Neri 

Ajá es un cortometraje que forma parte de un proyecto transmedia. Este se compone de un sitio web interactivo donde el espectador emprende un viaje por el territorio chontal conociendo la vida cotidiana, espiritual, la música, el pasado y el presente del pueblo chontal, y un livecinema donde se proyectan imágenes con una estética visual única y un montaje surreal, acompañadas de instrumentos como guitarra, bajo, sintetizadores, flautas y percusiones que crean una atmósfera onírica y psicodélica que, en conjunto con la danza tradicional del pueblo chontal, crean una experiencia única. El proyecto comprende un largometraje en desarrollo, además del cortometraje, que estuvo en ruta de festivales en 2023. 

Ajá se realizó a través de un ejercicio colectivo y comunitario en la región chontal del sur de Oaxaca, cerca de istmo de Tehuantepec. A la cabeza del proyecto está el director Dennis Noel López Sosa, quien es oriundo de la ciudad de México, de padres chontales que migraron a finales de la década de los sesenta. Su abuela le enseño la lengua y la cultura originarias del pueblo chontal de Oaxaca.

El cortometraje lo desarrollaron López Sosa, Mauricio Álvarez Alvarado, Víctor Alejandro Vargas Ortega y José Fausto Romero Ramos en la práctica experimental y concurso internacional realizado anualmente por la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en Cine y Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue el ganador de ese concurso. 

En Ajá podemos ver reflejada, a través de un montaje rítmico, una cosmovisión profunda donde la magia se manifiesta a través de tres encantos esenciales: José Joaquino, Sirena Encantadora y Juanita de Agua. La magia se manifiesta en la palabra, y la palabra y el rezo son el medio para comunicarse con la naturaleza, transformar la realidad y perpetuar la vida. 

Ajá (agua) es el resultado de esta simbiosis que, a través del sincretismo, puede ser posible en los encantos. El bien y el mal son conceptos arraigados en la cultura occidental. Sin embargo, las culturas que fueron colonizadas tenían una visión distinta. El bien, los santos eran tangibles como el agua, la tierra y el sol, y a través de la danza, la energía del cuerpo y la de la tierra se fusionaban, y de esa manera el hombre, brujo o chamán podía cambiar la realidad. Así, el cineasta, artista músico o danzante, como brujo, chaman o alquimista, puede cambiar la realidad y transformarla. 

Una primera curiosidad se dirigía al reflejo de la realidad. Que la gente se maravillaba sobre todo de volver a ver lo que no le maravillaba: su casa, el ambiente de su vida familiar. El agua es una fuerza fundamental cargada de vida, que da vida a la tierra, a los animales y a los seres humanos. Al rezarle al agua le rezan a la vida y al cambio y la transformación para los inocentes, no para los pecadores. La problemática del agua vista desde la perspectiva mágica. 

En esta entrevista Dennis Noel nos habla de cómo fue el proceso de realización de este proyecto tan vasto, y con una forma de producción y distribución poco habitual. 

“Yo veo que lo comunitario siempre nace en el seno familiar, y mi familia siempre se ha vinculado en este proceso comunitario y colectivo de una manera muy amorosa

—Cuéntanos cómo nació este proyecto. 

—El proyecto nace a partir de una necesidad de documentar a mi familia, hace aproximadamente 10 años más o menos, yo vengo de la radio, yo empecé en la radio hace 20 años más o menos Con unos compas, estudie en el Cecati 108 producción, de una especialidad técnica en producción de radio y televisión, ahí conocí a una bandita con la que hasta ahora seguimos trabajando en un brazo narrativo de este proyecto, me junto con esta banda y creamos un programa de radio para niños que se llamó La Charamusca en ese entonces, era un programa que nosotros en ese momento pensábamos que podría funcionar como una herramienta de Educación no formal para infancias y juventudes de primaria y secundaria. Afortunadamente tuvimos un buen cobijo por la dirección general de televisión educativa, por el Cecati, por la dirección general de educación indígena, ahí tuve un vínculo muy fuerte porque mi tío trabajaba dentro de la dirección general de educación indígena y nosotros le presentamos el proyecto, le dijimos mira pues estamos haciendo esto, tenemos este proyecto todavía, no empezamos en forma a hacerlo pero teníamos un piloto, se lo presentamos y le interesó muchísimo por el tipo de narrativa que estábamos utilizando, que era vincular a los chicos y que ellos hicieran parte de las cápsulas, nosotros haríamos la otra parte del contenido que era como como el esqueleto y la carnita la daban los niños, mediante talleres de producción radiofónica. nos vinculamos con algunas organizaciones no gubernamentales con algunos sobrinitos en este caso mis hijas que en ese entonces tendrían como 4 o 5 años y empezó a vincularse justo de manera comunitaria. 


—¿Cómo es el trabajo comunitario para ti? 

—Yo veo que lo comunitario siempre nace en el seno familiar, y mi familia siempre se ha vinculado en este proceso comunitario y colectivo de una manera muy amorosa. Yo nací en la ciudad de México, pero toda mi crianza fue a la usanza chontal de la costa baja de Oaxaca. Por lo general estas familias son muy nucleares, son muy muégano, digamos de alguna manera. Esto lo replicó en mis modelos de producción. Procuro vincular mucho a quienes me rodean, que por lo general es gente del medio, amigos muy queridos que han crecido y se han desarrollado conmigo dentro del medio. Procuro vincular mucho a mis amigos y a mi familia en los proyectos. 

—Hicimos un proyecto que tuvo una duración más o menos de dos años. Tres años de duración en ese entonces, pues estábamos chavos, digamos de alguna manera, y la cuestión del trabajo, pues, nos obligaba mucho. Teníamos trabajos eventuales. No teníamos un trabajo de planta, pero para mí ya era una necesidad empezar a buscar un trabajo estable. Yo ya tenía familia y tenía que buscar una economía más sólida, y poco a poco se fue desbandando la banda del proyecto hasta que nos quedamos nada más la que en ese entonces era mi pareja, la mamá de mis hijas, y yo, pues entré a trabajar y ella también y murió el proyecto. Creo que la muerte de ese proyecto fue un poco lenta y anunciada de alguna manera, no fue tan repentina como que todos ya no quisieran estar, se fue dando progresivamente y, bueno, ese trabajo me enseñó a colaborar de una manera justo, comunitaria y colectiva. 

—Creo que desde entonces creé un modelo de producción que para mí funcionó, que fue no estar atado a ninguna organización gubernamental ni ONG, y de alguna manera sí recurrir porque no hay lana en ese tipo de proyectos y desafortunadamente los ingresos que uno tiene los tiene que utilizar para comer, para sobrevivir. 

—Posteriormente decido estudiar en el Claustro de Sor Juana. Afortunadamente pude conseguir una beca que me ayudo a solventar muchos gastos y seguí trabajando y estudiando. Ahí empecé a hacer mis primeras ejercicios documentales con compañeros de la escuela, en una afán justo de documentar música tradicional y tradiciones de pueblos originarios. El primer documental al que yo me sumo es un documental que habla sobre los temascales en las regiones de San Luis Potosí. Fue un proyecto de tesis de un compañero. Yo me vincule con estos cuates para hacer la fotografía; ellos hicieron audio y producción. 

“Ahí empieza un proceso de trueque sin quererlo, pues se fue dando, y fue otro de la otra de las escuelitas que tuve para poder hacer cine comunitario”

—Este ejercicio me sirvió mucho como práctica, en el sentido de cómo hacer cine de guerrilla. Fue mi primer ejercicio de cine guerrilla porque nos fuimos con el auto de estos batos y con recursos mínimos: una grabadora que ni siquiera era profesional, una Handy y un tripié. Ese fue todo nuestro equipo. Este ejercicio documental le sirvió a él para hacer su tesis. Después, cuando me toca hacer mi tesis, la hicimos de la transformación de la tradición oral en la región del sotavento, específicamente en el son jarocho de Tlacotalpan, en Playa Vicente y en Isla. Nos fuimos a Veracruz a filmar. Ahí tuvimos la oportunidad de trabajar con unos músicos tradicionales que son de Playa Vicente y, de la misma manera que te cuento, o sea poniendo el recurso propio, con ellos hacíamos un trueque y les hacíamos la publicidad: fotografías, videos, incluso les produjimos un disco con el Claustro de Sor Juana. Ese fue nuestro intercambio con ellos. Ahí empieza un proceso de trueque sin quererlo, pues se fue dando, y fue otro de la otra de las escuelitas que tuve para poder hacer cine comunitario. 


—¿Por qué hacer este proyecto de cine transmedia? 

—Yo tengo una necesidad familiar de hacer un archivo de familia en video, fotografía y audio. Lo empecé a hacer como una cuestión muy muy personal, un tanto por la culpa de no haber podido hacerlo con mi abuela. Eso me orilló a que todo el conocimiento, toda la sabiduría que tenía mi familia, yo la fuera documentando para que no se perdiera. Entonces, yo empiezo a grabar sin ningún afán de crear algún producto audiovisual, simplemente de crear un archivo familiar. 

—Desde hace 10 años, más o menos, sigo grabando a mi familia, sigo en el proceso de solo grabar. Nunca hubo entrevistas, nunca me senté con ellos a decirles “a ver, dime cómo se dice tal palabra”. Más bien fueron como conversaciones de sobremesa, en algunas fiestas familiares, en cuestiones muy muy de familia. 

—Hace cinco años, aproximadamente, me topo con el Rule [centro cultural de la Ciudad de México]. Creo que acababan de abrir. Era nuevo este centro, y a mí me impacto mucho porque justo el Rule nació con esta vena de cine comunitario también, o de procesos comunitarios de aprendizaje. Ahí conozco a Pedro Moya y me comenta que va a haber un taller de cine transmedia. Yo en ese entonces no sabía qué era cine transmedia, fue mi primer acercamiento. Entonces, decido hacer un primer corte de lo que sería la película de mi familia. Ya tenía otras experiencias haciendo cine en otros lugares de la misma manera, comunitariamente y autogestivamente. 

—Hago mi primer corte y descubro que me sale una película de cuatro horas. No creo que una película de cuatro horas alguien la vaya a ver más que como cine experimental, pero yo quería hacer cine documental, retratar la historia del pueblo. Quería relatar la historia de mi familia, quería poner las danzas, quería poner los rituales, quería meter la lengua. Quería meter un mazacote de cosas que yo no alcanzaba a entender en ese momento, porque justo yo no tenía un acercamiento con mi familia de la comunidad ni con la comunidad misma de San Pedro Huamelula que es el pueblo de donde son originarios mis papás. Ahí entiendo entonces que el proceso que yo tenía que seguir era la transmedia. ¿Por qué la transmedia?, porque todo aquello que yo no pudiese contar en el largometraje iba a tener cabida en otros bracitos narrativos.

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