Bucan tu rhachhidu. Deja lo que te espanta

Por Claudia A. Arteaga

Yi es el nombre adoptado por un colectivo de cineastas zapotecos, afrochilangos y mixtecos de la comunidad de Gualetao de Juárez, ubicada en territorio del pueblo Zapoteco, en el estado de Oaxaca. Bucan tu rhachhidu. Deja lo que te espanta es la última entrega de este colectivo, el cual cuenta con nueve títulos en su catálogo, entre obras individuales y colectivas, videoclips, experimentales, largos y cortos de diversas temáticas vinculadas a la vida comunitaria de estos pueblos y de otros en resistencia al sur de México.

Bucan tu rhachhidu se estrenó en el FICUNAM en junio del año pasado. Fue también seleccionado para participar en el Festival Internacional de Cine de Morelia, en una muestra organizada por el Seminario Flaherty en Nueva York y en la octava edición del FicWallmapu, en territorio mapuche. Este año, el colectivo está dedicado a un recorrido con motivo del #8M24, día internacional de la mujer, el cual está llevando Bucan y sus otras obras a diversos territorios dentro y fuera de México. Esta difusión empezó a partir de una convocatoria hecha por el colectivo en redes sociales en febrero pasado que decía: “Hacemos películas para que se vean y sean el pretexto para abrir conversaciones complejas”. Yi ya cuenta con 341 funciones organizadas en diversas partes del Abiayala. 

En Bucan tu rhachhidu, las relaciones entre el pasado y el presente, entre generaciones de mujeres, entre estas y el territorio se proponen como claves para confrontar el futuro comunalmente y sin miedo. Estas relaciones se encuentran mediadas por distintos retos que el corto va descubriendo a través de una estética que revela la catástrofe, así como la esperanza. De este modo la trama se presenta como una propuesta utópica que, a su vez, abre la pregunta por cómo pensar (o repensar) lo político en un cine experimental que acoge problemáticas y valores en clave comunal originaria.

El corto se abre con la voz en off en lengua o’dam de una mujer que viene del futuro (año 2080). Esta recuerda las palabras y las acciones de otras mujeres, quienes anteriores a ella lucharon por perder el miedo y mejorar el mundo. La mujer que habla adopta el rol de “hija” que reconoce el legado de estas ancestras guerreras, sintetizadas en la figura de una madre a la que se dirige en segunda persona, invocándola. Como heredera, sigue las luchas cotidianas y políticas de estas mujeres, a la vez que se pregunta si algún día se parará de luchar, de si vale la pena seguir alzando la voz en un mundo que no quiere escuchar a las mujeres ni contar con ellas. 

El pasado invocado se presenta como un segmento de factura más narrativa que se intercala con el tono más experimental y, literalmente futurista, del mencionado primer segmento. Ahora el diálogo lo llevan las ancestras guerreras que se presentan reunidas en asamblea. Son madres, comuneras, autoridades, activistas y defensoras del territorio, que enfrentan dificultades para ser reconocidas como propietarias de tierras, superar una inseguridad internalizada que les impide participar activamente en asambleas, y resolver el desbalance en sus jornadas de trabajo que frena su capacitación en talleres o el ejercicio de sus cargos. 


Todo apunta a un machismo existente y al patriarcado de institucionales no comunales, ante lo cual los testimonios de las mujeres invitan a otras a perder el miedo, vencer los obstáculos y hacer frente común para construir otro mundo. En la elaboración sensorial que resulta de esta invitación, Bucan tu rhachhidu nos ofrece una postura embravecida ante la realidad, que confronta el mundo ya sin espanto, pero que también se encuentra afectada por la distopía del futuro que lejos de ser idílico –como el de ahora‒ está atravesado por la debacle antropocéntrica y capitalista. 

Las imágenes nos dejan sentir esta tensión entre la esperanza y la tragedia a través de la intervención de la película de 16mm en el revelado artesanal, de la alteración del tiempo fílmico, de las disrupciones sonoras. Todos ingredientes comunes del experimental (tal vez ya muy recurrentes), pero que aquí hacen hincapié en la borradura de fronteras entre el mundo natural, afectado por la catástrofe ambiental, y las capas orgánicas que resultan del trastorno químico del fílmico, que nos hacen mirar, sentir, habitar lo que normalmente pasa inadvertido. Al final, anida una mirada que habita diferentes escalas, así como una visión de futuro que no niega un pasado. 


Ambos rasgos se entretejen formulando un relato cinemático sobre la renovación del mundo, en sintonía con el dualismo de destrucción y renovación de las historias originarias sobre la creación que aquí operan en el contexto de la llamada crisis ambiental. En ese subtexto mítico de la renovación, la fuerza infaltable, como en las historias originarias que atraviesan el Abyiayala, es la femenina. 

Bucan tu rhachhidu es un corto que, a diferencia de otros experimentales de inspiración o alusión indígena, conecta una dimensión sensorial, vinculada normalmente a la recepción del experimental, con el peso de las palabras razonadas, intercambiadas, del debate en clave comunal. De esa manera, como propuesta heterogénea, plantea lo político sin limitar el vuelo formal que resulta de la intervención material y sonora de la imagen, ni el narrativo por ser el ámbito social reconocible en donde los sueños emancipatorios, por la autonomía y buena vida, se tejen cotidianamente.  

La película se suma a un grupo de obras recientes que también son reflexiones intergeneracionales sobre deseos colectivos e individuales de emancipación centrados en las mujeres. Ahí tenemos Totem_Abuelo, de María Sojob; Nudo mixteco, de Ángeles Cruz; Tio Yim, de Luna Marán, cineasta que integra el Colectivo Yi y, recientemente, Mamá, de Xun Sero, solo para mencionar algunos títulos que son emblemáticos del florecimiento del cine originario mexicano en las últimas décadas. 

Fuera de México, con mayor énfasis experimental, Mujeres espíritu de Francisco Huichaqueo, cineasta mapuche, también aparece como posible referente, así como los trabajos de Olowaili Green Santacruz, del pueblo Gunadule. Asimismo, los recursos experimentales usados en Bucan lo aproximan a los trabajos del Colectivo Los Ingrávidos y Elena Pardo, en México, así como Pablo Mazzolo, en Argentina. 

En general, se trata de un buen momento para el cine de mujeres sobre mujeres, en lo que resalta no solo las realizadoras, sino los programadores/as en festivales como Morelia, FICUNAM y Ambulante que vienen priorizando estas narrativas. Más allá del cine, el trabajo de colaboración, realización y difusión del Colectivo Yi requiere clavar una mirada histórica hacia el sur de México, en donde el derecho a la autonomía ha sido bandera de lucha de las estructuras originarias de gobierno comunal, las cuales han podido solidificarse pese a la persistencia del colonialismo, el capitalismo y al patriarcado (el monstruo tricéfalo planteado por Aura Cumes para entender los males de nuestro tiempo). 

En el caso de Gualetao, cuya historia se cruza con la de otros pueblos oaxaqueños y de Chiapas ‒estado aledaño en donde floreció el zapatismo‒, esta comunidad fue ámbito de lucha de zapotecas y mixes por la defensa de recursos naturales durante los años setenta. A esa lucha se incorporó el uso de herramientas de comunicación. Dentro de esta tradición de autogestión de medios, en donde el cine ha pasado a ocupar una función tanto artística como comunicativa, el colectivo Yi con este corto continúa esta trayectoria histórica apostando por un futuro comunal como imaginario alternativo al futuro de muerte que el estatus quo actual impone.

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