Retrospectiva de Juanita Onzaga

Por Mariana Martínez Bonilla

Este 14o FICUNAM programó una retrospectiva de Juanita Onzaga, cineasta de origen bogotano que ha sido catalogada como una de las jóvenes promesas del cine experimental en Colombia. Sus obras han sido exhibidas en el Festival Internacional de Cine de Amsterdam, Dok Leipzig y la Quincena de los Realizadores de Cannes.

Una de las principales características de su trabajo es la mezcla entre ficción y no ficción a través de la cual, la directora especializada en fotografía establece preguntas acerca de la memoria, la muerte, la imaginación y los orígenes, tanto ancestrales como natales. Otro de sus rasgos distintivos es la elaboración de narrativas que ponen en crisis aquello que entendemos como percepción de lo real. A la directora, como afirmó en la sesión de preguntas y respuestas posterior a la proyección de sus cortometrajes, le interesa explorar la materialidad de lo real en sus intersecciones con lo espiritual o lo místico. En sus filmes, los sueños, las ciudades, las selvas y los espíritus conviven de manera orgánica.

La sección Umbrales del festival universitario ofrece un panorama internacional del cine de vanguardia en donde lo actual convive con los hitos de la experimentalidad en el séptimo arte. El programa dedicado a Juanita comenzó con la proyección de Santuario (2023), una obra producida por encargo para el Festival de Cine de Ghent, realizada a partir de una aria compuesta por el escocés Patrick Doyle. Este cortometraje formó parte del proyecto 2x25 en el que 25 cineastas tuvieron la tarea de realizar proyectos acompañados por la música de 25 compositores. Entre ellos destacan los trabajos de Laura Citarella, Bi Gan, Naomi Kawase, Radu Jude y, por supuesto, Juanita Onzaga. El resultado de la encomienda puede verse en la página oficial del festival (https://www.filmfestival.be/en/festival/25x2). 

En Santuario hay una sensación melancólica acompasada por los diversos paisajes que la directora filmó tanto en Colombia como en Oaxaca, lugar que visitó con su madre tras una enfermedad y a quien dedica su obra. Las imágenes producidas por la cámara de Onzaga se presentan como temblorosas y su materialidad es propia del formato en el que fueron filmadas: película de 8 mm. Más allá de las imágenes, la banda sonora del filme es un elemento a destacar. En ella la música de Doyle se privilegia sobre la voz. El dramatismo de “The Soul Wants to Fly” enmarca el tono acompasado y poético de la narrativa de Onzaga. Su voz tenue reflexiona sobre la existencia a partir de la referencia a las placas tectónicas, metáfora sobre la cual despliega el encadenamiento entre imágenes y pensamiento: “A veces se nos olvida que caminamos sobre placas tectónicas, que también las llevamos adentro, en el cuerpo”. Así pues, la obra despliega un recorrido desde Bogotá hasta la sierra oaxaqueña, enmarcando la relación, encabalgada entre la ficción y la realidad entre la cineasta y su madre, y su descubrimiento mutuo a partir del reconocimiento de su absoluta fragilidad.


El mañana es un palacio de agua (2022) fue la segunda obra proyectada. Se trata de una narrativa que ha sido descrita por la bogotana como “futurismo ancestral”, articulada desde la perspectiva de Sibilla, la última mujer sobre la tierra. Ante la sequía absoluta del mundo, Sybilla entra en contacto con un espíritu del agua, único portador de toda la sabiduría ancestral. Aquí, una vez más, la ficción es el núcleo a partir del cual Juanita Onzaga plantea una reflexión mucho más profunda, relacionada con las heridas que ha dejado el paso del hombre sobre la Tierra.

En El mañana es un palacio de agua, presentado previamente en el Museo de Arte moderno de nueva York y estrenado en el Festival de Cine de Rotterdam, pasado y presente se relacionan a partir de la conversación imaginaria entre Sibila y el agua, a través de cuyas palabras articuladas en un lenguaje desconocido para los humanos, es posible conocer los dolores de la Tierra. En el nivel visual, esta obra recae, una vez más, sobre la materialidad de sus imágenes. A ello se suma la condición sonora de la enunciación de la directora. Su voz, susurrante, narra la historia de Sibila. La potencia poética que se desprende de dicha conjunción termina por seducir al espectador, pero también es capaz de proponer una reflexión crítica (hasta cierto punto ecológica y distópica) acerca de nuestra relación con el mundo en un tenor atemporal en donde las diferencias entre pasado, presente y futuro, así como entre creación y destrucción no existen más.


La tercera de las obras de Juanita Onzaga proyectadas fue Nuestro canto a la guerra (2018), un filme documental de 14 minutos de duración, estrenado en la Quincena de directores de Cannes y presentado en el Festival Biarritz América Latina. Realizado poco después del plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia, el cortometraje fue filmado en Bojayá, el lugar en donde se obtuvo la mayor votación a favor de la paz. Ahí, la guerra marcó la manera en la que sus habitantes se relacionan entre sí. La memoria de la violencia y la vida espiritual de la comunidad funcionan como catalizador para que Onzaga reflexione a través de sus imágenes sobre lo que significa la vida después de la tragedia que azotará a la zona durante mucho tiempo.

La voz susurrante, sello distintivo de las obras de la directora se hace presente aquí a través del relato sobre las ruinas de Bojayá. Sus palabras se dejan escuchar mientras la cámara flota sobre el río, mostrándonos las ruinas acribilladas de lo que alguna vez fuese un templo. Las imágenes más significativas del corto son aquellas en las que un grupo de niños juega en las inmediaciones de un cementerio. La relación entre la vida y la muerte, así como las festividades y los cantos propios del Novenario (aniversario luctuoso), no se presentan como ajenas para los infantes. De tal manera, lo lúdico, la muerte y el recuerdo son la cotidianeidad de quienes se vieron forzados a resistir en medio de la masacre.


La jungla te conoce mejor que tú (2018) cerró el ciclo retrospectivo. Esta obra fue acreedora del Premio Especial del Jurado Generation 14plus del Festival de Berlín al mejor cortometraje y recibió una VAF Wildcard al mejor documental en el Kortfilmfestival Leuven, en Bélgica. En esta obra se manifiesta la complejidad de la relación entre la directora y su hermano menor después de la muerte de su padre. Aquí comienza la búsqueda de Juanita de aquellos espíritus del pasado que la unen con la tierra que la vió nacer. El duelo, idea que atraviesa sus obras en diferentes maneras, se elabora aquí a partir de un filme sobre su hermano, realizado con la esperanza de encontrar en él aquellos rastros de su padre, quien fuera asesinado años atrás.

En La jungla te conoce mejor que tú, la percepción de lo real es cuestionada a través de la ficción como mecanismo narrativo para el despliegue de una suerte de realismo mágico en donde se relacionan la ciudad y la selva a través de la búsqueda de los hermanos Rodríguez Onzaga por esclarecer la muerte de su padre en términos espirituales. “Colombia es un país de fantasmas”, afirma su directora. La idea de lo espectral que, posteriormente volverá a inscribirse en sus obras como una marca distintiva del tránsito entre lo material y lo espiritual se relaciona aquí con una cuestión más compleja: la extrema violencia que convirtió al país natal de la directora en una tierra tapizada con sangre.


Finalmente, la retrospectiva está acompañada por una experiencia de realidad virtual titulada Floating with Spirits (2023). Se trata de uno de los proyectos más ambiciosos de la directora afincada entre Bélgica, Colombia y la Ciudad de México. Ésta fue realizada en colaboración con algunos integrantes del colectivo mexicano La colmena. Su estreno internacional tuvo lugar en la Competencia inmersiva de la Bienal de Venecia (2023).

En este ejercicio inmersivo encontramos nuevamente una relación híbrida entre documental y ficción, acompañada por la seductora voz de la propia Juanita, en donde dos hermanas recuerdan las historias místicas que su abuela, una chamana mazateca solía contarles. Se trata de historias que enmarcan la tradición del Día de los muertos en Oaxaca y que sirven como el intersticio entre el universo de lo espiritual y la realidad cotidiana de la región.


La imaginación de Jocelyne y Jaquelye, las dos hermanas, nos transporta a través de los preparativos para la celebración que tiene lugar los primeros días de noviembre. En estos días, los espíritus de nuestros seres amados nos visitan, recorriendo el camino de luz y flores que se dispone en cada uno de los altares que les dedicamos. El relato de las niñas funciona como una invitación a relacionarnos con cuatro espíritus de la naturaleza convocados durante el Día de muertos, así como con los secretos que ellos guardan acerca de un mundo que nos es desconocido y que nos será revelado poco a poco a través del conocimiento Mazateca.

A nivel formal, la obra destaca como una evolución significativa del manejo técnico por parte de su directora. De la misma manera, a nivel narrativo, esta experiencia se caracteriza por su complejidad y por mostrar una faceta de madurez en el registro escritural de su creadora. La introducción del visitante en el mundo de los espíritus danzantes de la naturaleza a través del camino de flores de Cempasúchil, iluminadas por la tenue luz de las velas resulta una experiencia hermosa y enriquecedora que nos invita a replantear nuestra relación con la naturaleza en este momento de urgencia climática planetaria.


Sin lugar a dudas, Juanita Onzaga es una de las figuras más prometedoras del panorama experimental contemporáneo. Su interés por los conocimientos ancestrales se traduce en una estética poética a través de la cual la directora reflexiona sobre temas de urgencia en lo contemporáneo, pero también sobre sus propios intereses como la muerte, la relación con lo espiritual y la pregunta filosófica por la conexión entre los procesos mentales, sensoriales y sígnicos a través de los cuales aprehendemos lo real.

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