Parque de diversões

 

Por Pablo Gamba 

El cuarto largometraje de Ricardo Alves Jr, Parque de diversões (Brasil, 2024), se estrenó en la competencia internacional del FID de Marsella. El director es conocido principalmente por Elon não acredita na morte (Brasil, 2016) y esta es una película que continúa la exploración de la expresión física de los cuerpos y el intenso trabajo con el sonido de la que fue su ópera prima, según el crítico argentino Roger Koza. Pero hay aquí un giro hacia lo queer y los bordes del erotismo y la pornografía que me parece que de algún modo también confronta, en una situación diferente en su país, la censura de las disidencias sexuales por la derecha que estuvo en el poder con Jair Bolsonaro. Alves ya había respondido a eso con el documental Quem tem medo? (Brasil, 2022), codirigido por Dellani Lima y Henrique Zanoni. 

El motivo de los personajes que van de noche a un parque del centro de Belo Horizonte en busca de aventuras sexuales plantea, además, una confrontación con Cruising (1980), por lo que expresa el vínculo entre las prácticas sexuales moralmente rechazadas y el miedo que causan los crímenes violentos. Parque de diversões refiere también a películas latinoamericanas recientes en las que lo queer tiene un tono subversivo, contestatario, como Las hijas del fuego (Argentina, 2018), de Albertina Carri, y Nova Dubai (Brasil, 2014), de Gustavo Vinagre. Pero esta rebeldía, aunque sin duda está presente, no es la dominante aquí. 

A primera vista esto se evidencia en la cuidadosa dirección de Parque de diversões, y en la producción también, en comparación con los estilos guerrilla de las películas de Carri y Vinagre. El interés principal de Alves es jugar a abrir posibilidades nuevas a la percepción de lo real en el encuentro de los cuerpos deseantes. Lo hace explicito en over al comienzo un narrador que no se identifica: “Romper el juguete es un juego mayor. Las piezas se transforman en otros juegos: creamos otro secreto. Los fragmentos se convierten en otras realidades”. 


Si bien lo queer podría ser visto aquí como una subversión paródica de la heterosexualidad y el patriarcado, como sugiere un lugar común de la crítica a este orden en el pensamiento académico progresista, la película va más allá de eso con su rechazo de la construcción narrativa de la parodia como género de ficción. Si bien al comienzo Parque de diversões parece plantearse como una película que narrará las diversas historias de los que acuden al parque, la aparición del título en pantalla hace un corte luego del cual se instala el motivo del juego como dominante, con uno de los personajes interactuando con los aparatos instalados en ese lugar. 

La película parece desarrollarse a lo largo de una noche, lo que añade unidad de tiempo a la de lugar, pero no queda claro en el argumento si los encuentros ocurren de forma sucesiva o simultáneamente, como lo sugiere la repetición de planos de un fisgón y lo admite el montaje. La fragmentación narrativa no es tampoco la que es lugar común en el porno. 

El desarrollo de la forma aquí no es narrativo sino abstracto. Sigue la lógica de una intensificación del placer sexual, aunque no en el curso de una línea de acción en particular sino en el conjunto de los encuentros cuya simultaneidad se hace allí significativamente ambigua. Todos culminan en la eyaculación ‒la única visible‒, de un personaje que ve y se masturba. 

Aunque el ver y el ser visto es un motivo sobre el que se llama la atención desde el comienzo, que es con un plano detalle de un ojo, una relación más significativa de Parque de diversões con Cruising es la que plantea la atención a los ruidos de los cuerpos, las ropas y los accesorios metálicos en la película dirigida por Paul Scharder como indicio de presencia física de los personajes. Es de este modo que principalmente se abre la percepción aquí a otras realidades, lo que es igual a otros modos de percibir lo real. 

El sonido precede reiteradamente a la imagen en Parque de diversões, y lo que escuchamos se aparta del lugar común de los gemidos y los gritos del porno. Aquí los reemplaza la extraña risa de un personaje al ser sodomizado. Los dominantes son los ruidos bucales, y su correlato en los trazos de saliva que deja la lengua en la piel; también la respiración, a la que refiere igualmente el reiterado acto de oler otros cuerpos. Esto se aparta de la percepción habitual, en la que lo real tiene una consistencia sólida, para abrirse a lo líquido y lo aéreo en la experiencia de los cuerpos. 


También se desestabiliza en Parque de diversões la percepción visual de aquello que habitualmente damos por sólido. En tensión con el claroscuro, que es un recurso que subraya los volúmenes y, por ende, la solidez, la iluminación abstrae los cuerpos de esa materialidad en una experiencia en la que los colores de la luz son los dominantes, como el rojo o el azul. Esto hace que el placer visual, puesto de relieve por los planos de personajes que ven, incluido el que se masturba, se abra aquí a otras posibilidades. 

Pero hay otra tensión en Parque de diversões, problemática. Es la que hay entre estas búsquedas desestabilizadoras de los hábitos perceptivos y lo que la cuidadosa fotografía tiene de lugar común de un cine de calidad “profesional”. El parque del título, junto con el uso del estabilizador en los travellings, también le dan un tono marcadamente onírico que apunta no hacia “otras realidades” sino en particular hacia la del sueño, e incluye el tópico del retorno a la infancia. Vemos cuerpos que miran a otros, pero con una mirada flotante, como si no tuviera cuerpo. La música cohesiona los fragmentos según convenciones como las del leitmotiv y el videoclip. 

La tendencia a la disolución de lo real, tal como habitualmente lo percibimos, en la materia líquida y gaseosa de los cuerpos y en la abstracción, está interferida por estos otros dispositivos que se le resisten en la forma fílmica. Esto expresa el vínculo de Parque de diversões con su modo de producción y circulación, en el que los límites para la disidencia estética son más estrechos que en otras maneras de hacer cine, más independientes y experimentales.

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