Crónicas del absurdo

Por Pablo Gamba 

Crónicas del absurdo (Cuba, 2024), de Miguel Coyula, ganó en el IDFA, el festival de documentales más importante del mundo, el Premio Envision a las películas “de forma más audaz, en las que los realizadores enfocan la realidad desde un ángulo distinto y tratan de expandir las fronteras del arte del documental”. Es la segunda vez desde 2019 que un largometraje de cineastas de Cuba recibe uno de los dos galardones más importantes del certamen de Amsterdam. El otro fue A media voz (Cuba-España-Francia-Suiza, 2019), de Heidi Hassan y Patricia Pérez Fernández, que fue la mejor película de la competencia internacional. 

Hay un epígrafe revelador al comienzo de Crónicas del absurdo: “Si Kafka hubiera sido cubano, sería un escritor costumbrista”. Es cita de Virgilio Piñera, uno de los escritores más importantes de ese país, que fue premiado y también perseguido por la Revolución, pero que no se exilió. Es una figura del llamado “insilio”, como el poeta Rafael Alcides, con el que Miguel Coyula hizo el documental censurado Nadie (Cuba, 2017). El cineasta tampoco se ha ido del país, ni su esposa, la actriz Lynn Cruz, que es la protagonista de la mayoría de los 10 relatos que reúne la película. 

Crónicas del absurdo tiene hasta donde sé un antecedente en la serie web Actuar, que Coyula comenzó a publicar en Youtube en 2018, en torno a situaciones que también relata en la película. En esas piezas hallamos la técnica que desarrolla en el largometraje. Se basa en grabaciones clandestinas de interacciones principalmente con funcionarios de la cultura, el aparato de seguridad del Estado y los CDR, los Comités de Defensa de la Revolución, que en Cuba se han constituido como una red de espionaje y delación que se extiende a escala vecinal por todo el país. 

Lo que más se utiliza en son grabaciones de sonido, por la mayor facilidad de hacerlas sin ser visto. Hay unas pocas partes en las que se pudo registrar en video. Pero incluso estos se integran en una técnica de composición de los planos que trabaja con subtítulos que aclaran lo que puede escucharse confusamente, fotos de los artistas que protagonizan las crónicas y de las principales autoridades culturales y políticas del régimen, y una serie de pinturas expresionistas, algunas de ellas animadas, de Antonia Eiriz. Es una artista cubana que en los comienzos de la Revolución, en los años sesenta, se hizo problemática para el poder por su talento para pintar monstruos.


Hay en esta técnica un rasgo característico del estilo del cineasta y que es una adaptación a los tiempos actuales, con tecnologías electrónicas, del collage del documentalista revolucionario cubano Santiago Álvarez en películas como Now (1965). Se conjuga con otra concepción del collage ‒la película en la que cabe de todo‒, del más importante cineasta de Cuba, Tomás Gutiérrez Alea, cuya Memorias del subdesarrollo (1968) cita Coyula en Crónicas del absurdo y homenajeó en su segundo largo de ficción, Memorias del desarrollo (2010). Homologados por la composición de los planos, hay en el documental animación, lo que llamanos “desktop documentary”, videoclip y es en su conjunto, además, una historia de valiente amor. 

De Titón, como se conoce a Gutiérrez Alea, Miguel Coyula toma igualmente la idea de que la misión del cine político es provocar, para de este modo estimular debates en la sociedad sobre sus problemas, que en Cuba son los del sistema socialista. Pero Coyula emprende este camino desde un punto en el que la propuesta inicial de Titón, de una “crítica dentro de la Revolución”, está puesta en crisis por su confrontación con lo que no puede llamarse sino régimen totalitario. 

Al comienzo de Crónicas del absurdo se cita el sonido del discurso Palabras a los intelectuales (1961), de Fidel Castro. Se integra perfectamente al collage porque es el único registro que queda, aparte de la transcripción. De allí viene la consigna “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”, que clausuró el debate en torno a la censura del corto PM (1961), de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante. De este modo la película llama a considerar los casos que relata como preguntas acerca de dónde está el límite kafkiano allí trazado entre el dentro y el fuera de la Revolución. 

El compromiso con la provocación lo lleva incluso a criticar el bloqueo estadounidense contra Cuba. No lo hace desde el lugar común antiimperialista sino encontrándole el lado absurdo: es una medida que obstaculiza las iniciativas independientes porque les impide acceder a fondos extranjeros por vías habituales en otros países, como Indiegogo. Estados Unidos le congeló al cineasta el dinero de una campaña de crowfunding para el largometraje de ficción Corazón azul (Cuba, 2021). Asimismo lleva a la confrontación con cubanos de la diáspora, en la no menos kafkiana presentación “crítica” que un artista emigrado de la isla hace en Madrid de la novela La isla vertical (2022), de Coyula. 

Otro de los méritos de esta película es que no cae en los lugares comunes en torno a la persecución de los disidentes ‒arrestos, represión de manifestaciones, etcétera‒ sino que enfoca la mirada en cómo los censores intentan defender la censura y la persecución en procedimientos que siguen con un simulacro perverso de racionalidad administrativa y política. Correlativamente, el cineasta descarta la espectacularidad que asumen las acciones de protesta. Lo suyo es el enfrentamiento de la sinrazón del sistema con la razón de la crítica, y lo que va más allá en el gesto de dar la cara ante los represores, de poner el cuerpo con valentía para desafiarlos.


Un problema con esto es el mismo que plantea el protagonista, Sergio, en Memorias de subdesarrollo: sin la posibilidad de articularla con la formación de un partido para intervenir en la política, la crítica se presta a ser aplastada. Pero es un asunto que trasciende el cine de Coyula. 

En su conjunto, los relatos de esta película, que tienen entre sus personajes principales también a los artistas Tania Bruguera y Javier Caso, son enfrentamientos con un espeso entramado perverso que puede llevar incluso a la locura y la muerte. Es la solución final del sistema para imponer su “racionalidad”. No hay respuesta política para esto en la película, salvo el ejemplo de la valiente Lynn Cruz y los amigos artistas de la pareja para hacer frente a las locuras del sistema y para recuperarse cuando el absurdo macabro los quiebra. Crónicas del absurdo es así también un documental sobre el compromiso y la valentía de la amistad, el amor y la solidaridad sinceros. 

En una de sus intervenciones se escucha decir al cineasta que tampoco es responsabilidad del artista dar esperanza, que esa es tarea de los políticos. Sin embargo, con una cita de Sergio abre una posibilidad por lo menos de entender a los que los persiguen: “Yo he visto demasiado para ser inocente. Ellos tienen demasiada oscuridad en la cabeza para ser culpables”. En la Cuba tenebrosa de este film, aún resiste así una remota posibilidad de la rosa blanca de José Martí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mitopoiesis de Tenochtitlán: ¡Aoquic iez in Mexico! / ¡Ya México no existirá más!

Pepe y El auge del humano 3

El auge del humano 3 y Solo la Luna comprenderá