Saigon, Kosovo
Por Pablo Gamba
El cortometraje Saigon, Kosovo (Kosovo-Vietnam-Estados Unidos, 2024) ganó el premio a la mejor película en la sección Fascinations de documentales experimentales de Ji.hlava. Se estrenó en el festival de la República Checa y es la quinta película del mexicano Tin Dirdamal, que compitió en Estados Alterados, en el Festival de Mar del Plata, con la anterior, el largometraje Dark Light Voyage (México-Vietnam, 2021), y ganó el premio del público en la Competencia Mundial de Documentales del Festival de Sundance con De nadie (México, 2005).
Hay un detalle de la realización que hace que Saigon, Kosovo se ubique en el panorama del cine actual: es una de las películas que se vienen haciendo con inteligencia artificial. El cineasta utilizó Runway AI y el corto es una coproducción de Runway Studios y Artefacto, de España, que tiene una convocatoria conjunta con esa compañía para hacer documentales.
Esto hace también de Saigon, Kosovo otro giro en la producción de Tin Dirdamal. La comparación de De nadie, Dark Light Voyage y este corto desafía la concepción habitual de “cine de autor” por su diversidad. Planea una interrogante acerca de la identidad estética del artista, lo que el realizador extiende a un juego con lo que el sentido común dice de la identidad nacional y a una práctica documental que podría describirse con una expresión que acuñó el cineasta colombiano Luis Ospina: cinéma mentiré.
Hay pistas desde el comienzo en esta y su anterior película que creo que confunden incluso a los programadores. Un texto indica que Saigon, Kosovo forma parte de la serie “The Thing About A.I. is”… (El tema con la IA es…), pero la producción de Dirdamal se caracteriza por su discontinuidad, como dije, y no forma series como esa. En Dark Light Voyage era un chiste casi obvio: se presentaba como la segunda parte de la tetralogía Luz y el comienzo del futuro, aunque la primera no había sido terminada. Se decía basada, además, en los preceptos del “Dogma de Hanoi”, del que no tengo referencias en ninguna otra película hasta ahora.
También hay en Saigon, Kosovo otra ironía de la información que aportan los créditos. Cuando aparecen los del comienzo, la niña que narra en inglés, Eva Cadena, hija del cineasta, que figura como cocreadora de este corto y como codirectora en Dark Light Voyage, dice que listas como esa, de nombres extranjeros, no significan nada para ella y que lo que hizo en este caso fue, simplemente, poner a todas las personas que conoce en Kosovo.
El uso de la inteligencia artificial entra perfectamente en el juego con las convenciones que así se inicia. Los planos de Saigon, Kosovo están compuestos mediante la confrontación de dos imágenes, una debajo de la otra, en el centro de la pantalla. La semejanza entre ambas descarta desde el comienzo la hipótesis de la comparación visual entre los dos lugares del título, que aparecen juntos en el plano para crear transiciones entre las partes del cortometraje que se centran en uno y otro, sucesivamente.
Pasamos entonces a la segunda hipótesis, hacia la que apunta la información del comienzo: la comparación de las imágenes documentales con las de IA generativa, confrontadas en ambas ventanas, lo que también conlleva una intensa participación del espectador o espectadora. Pero lo realmente importante en esto es la pregunta: ¿puede una comparación revelar la falsedad de una imagen por confrontación con la verdad de otra?
La interrogante tiene un alcance en el corto que apunta hacia otras direcciones de igual o mayor trascendencia que esa. Por ejemplo, hay algo de incierto en Kosovo en comparación con Vietnam por lo que respecta a su condición de Estado independiente. La narradora informa que solo la mitad del mundo lo reconoce. Su realidad no es más que un artificio político, análogo a la IA, para los gobiernos de la otra mitad de los países.
Esto se hace extensivo a la identidad nacional. Para ello, Dirdamal recurre en Saigon, Kosovo al realismo mágico, como en el “luz viaje oscuro” del título de la película anterior podían percibirse indicios de un pensamiento new age. En el corto se relata la historia de una bibliotecaria kosovar que adquirió el dominio del vietnamita misteriosamente, después de un golpe en la cabeza, y algo análogo ocurre con el personaje de un soldado estadounidense herido en la Guerra de Vietnam y que se integró a ese país.
La niña narradora, que es otro personaje, dice que no nació en Vietnam ni tiene familia originaria de allí, pero que igual ella se considera vietnamita. Agrega que hablaba la lengua de ese país, pero misteriosamente la olvidó.
Los planos en los que la vemos son en una biblioteca, lo que establece una analogía con la mujer kosovar y un contrapunto por lo tocante al idioma.
Son imágenes que, además, integran la figura de la niña al lugar, lo que es irónico puesto que la arquitectura es moderna. Quizás podría identificarse con un estilo “socialista”, pero no con una tradición nacional kosovar. También es irónico que la tarea de distinguir lo documental de la IA deriva así hacia un juego de hallar a la niña en una y otra partes del plano, y hacia una pregunta más difícil sobre su presencia en las imágenes de Vietnam.
El aspecto más notable y actual de Saigon, Kosovo no es por tanto la IA sino es este cuestionamiento de los vínculos de la identidad con el territorio y la memoria, que son un tema recurrente en el cine contemporáneo latinoamericano. Son hechos misteriosos los que hacen que los personajes lleguen a ser quienes creen que son por lo que respecta a la nacionalidad o que lo sigan siendo a pesar del olvido. La parte kosovar se abre incluso a la destrucción de la memoria, irónicamente a través del Diario de la prisión del líder revolucionario Ho Chi Minh, vinculado a la transformación mágica de la bibliotecaria en vietnamita. En cambio, entra en juego la imaginación, pero también las trampas que puede crear aquí la tecnología generativa.
Se podría enmarcar esto en el cinéma mentiré, la respuesta reivindicadora del poder de la imaginación frente a la aspiración a la verdad de la tradición documental del cinéma vérité. Encuentro en este corto de inteligencia artificial una inteligente invectiva contra la irrealidad de tantas “realidades” a las que se recurre en calidad de argumentos contra la posibilidad de llegar a ser lo que queremos ser. Apunta hacia algo distinto, quizás la “luz y el comienzo del futuro”, como irónicamente expresa el título de la tetralogía que Dirdamal no hizo ni hará nunca, porque producir en serie es repetirse, no reinventarse.
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