Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas


Por Pablo Gamba 

La más reciente película de Júlio Bressane se exhibió en la sección Trayectorias del BAFICI. Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas (Brasil, 2024), codirigida Rodrigo Lima, montajista de su cine desde Cleópatra (Brasil, 2017), estuvo antes en los festivales de Pésaro y Tiradentes, y se presenta como una continuación de A longa viagem do ônibus amarelo (Brasil, 2023), remix de más de siete horas de duración de toda la obra del cineasta brasileño. Esta otra película también estuvo en el festival de cine independiente de Buenos Aires, que en 2013 le dedicó una retrospectiva a Bressane, y donde se programaron además Garoto (Brasil, 2015), Beduino (Brasil, 2016), Capitu e o capítulo (Brasil, 2021) y Leme do destino (Brasil, 2023). 

El título Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas es cita de una carta del poeta Fernando Pessoa a Mário Beirão: “Versos ingleses, portugueses, razonamientos, temas proyectos, fragmentos de cosas que no sé cómo comienzan ni acaban, relámpagos de críticas, murmullos de metafísicas. Toda una literatura, querido Mário, que va de la bruma, hacia la bruma, por la bruna”. La ambición antológica de A longa viagem do ônibus amarelo parece expandirse así a la historia entera del cine brasileño con un montaje de material de 48 películas que comprenden el período de 1898 a 2022, aunque la primera es una refilmación del que se considera el primer film brasileño, Vista da baía da Guanabara (1898), de Affonso Segreto, que se ha perdido. 

Bressane es una figura vinculada en los comienzos de su carrera al cinema marginal, el cual a finales de los años sesenta se enfrentó con el cinema novo que había ubicado al país en el mapa mundial de los nuevos cines. La disidencia del también llamado udigrundi se decantaba por una radicalización estética y un nihilismo político que tenían como marco el recrudecimiento de la represión de la dictadura en Brasil. 

Algo del espíritu irreverente de este movimiento llega hasta Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas, cuyas características más llamativas son la omisión de los filmes de Glauber Rocha y del cinema novo en general, y su rechazo también a incluir las películas que pusieron a circular mundialmente de nuevo al cine brasileño desde finales de los años noventa, como Central do Brasil, de Walter Salles (1998), o Cidade de Deus (2002), de Fernando Meirelles y Kátia Lund. 

Esto hecha por tierra la posibilidad de considerar Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas una película sobre la historia del cine brasileño. ¿Qué es, entonces, este largo documental de montaje, sin voz en over, de dos horas y media de duración? Sería tentador calificarlo de antihistoria, entendiendo como tal cosa, sobre todo, la negación a seguir lo establecido por los discursos que ordenan las cinematografías nacionales o el cine a secas, el que se considera “mundial”. Pero veremos que esa tampoco sería una apreciación correcta. 

La “metafísica” del título se inscribe en otra disidencia, con respecto al realismo y la inquietud social en el cine brasileño. Es lo que enmarca el cinema novo en el nuevo cine latinoamericano, pero también una característica del “melorrealismo”, categoría que usa Paul Schroeder para clasificar a películas como Central do Brasil. Se hace extensiva al realismo sensorial de la premiada con un Oscar este año, Ainda estou aquí (Brasil, 2024), del mismo Salles. 


En confrontación con el realismo, son lo artificioso del cine, y sus relaciones con el teatro y el propio cine como tema de las películas, las características que se destacan en los fragmentos que integran Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas. Esta sería la crítica que iluminarían las luces de la frase del título, expresión de un gusto que se hace dominante en el montaje. 

Más allá de este placer de lo artificioso, y también lo enrarecido, lo personal se hace evidente en el importante espacio que ocupan las partes tomadas de las obras del mismo Bressane. La película no las presenta, sin embargo, como relevantes para la historia del cine nacional, puesto que no hay tal cosa aquí, sino que las contextualiza en el que sería su cine brasileño. En vez de “compilation film”, habría que llamar “colección” a los fragmentos reunidos, y traer a colación la noción de “compleción” de Walter Benjamin en el Libro de los pasajes: “El grandioso intento de superar la completa irracionalidad de su mera presencia [de cada fragmento de film coleccionado aquí] integrándolo en un nuevo sistema histórico creado particularmente: la colección”. 

Partiendo de esto, que sería el criterio de selección, el montaje sigue como dominante una narrativa débil que se basa en la cronología, en tensión con las relaciones que el coleccionista establece entre los fragmentos al reunirlos. No hay aquí la creación de una forma sorprendente como la del relato que Luis Ospina y Jerónimo Atehortúa construyeron en Mudos testigos (2023) uniendo partes que se conservan de los largometrajes silentes rodados en Colombia. No se repite tampoco la estructura de A longa viagem do ônibus amarelo, que llamamos categórica, siguiendo a David Bordwell y Kristin Thompson, por la organización del material en bloques sobre la base de sus semejanzas, en la nota del BAFICI de 2023 que publicamos en Los Experimentos

Volvemos así a la pregunta formulada al comienzo sobre qué tipo de película es Relâmpagos de críticas murmúrios de metafísicas, y lo dicho sobre la colección me lleva a considerarla un autorretrato fílmico de Júlio Bressane como cineasta brasileño. Pero esto lleva a otro problema, de “incompleción” frente a la “compleción” del coleccionismo, porque en los fragmentos brasileños son explícitas las referencias a otros cines, como el de Hollywood, y a la cultura en la que Friedrich Nietzsche es una figura universal, por ejemplo. El retrato, por sí mismo, haría patente así que le falta esa parte del cine. Tampoco hay aquí la radicalidad que tiene la forma categórica en A longa viagem do ônibus amarelo, y es razón para considerarla una obra menor en relación con ella, aunque su valor esté, como el de Mudos testigos, en su amor al cine nacional.

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