Ciudad Oculta

 

Por Pablo Gamba 

Como si fuera una ironía del título, Ciudad Oculta (Argentina, 2024) es una película que debería recibir más atención de la que se le ha dado, a pesar de que el tercer largometraje de Francisco Bouzas se estrenó en la Semana de la Crítica de Berlín, que se presenta paralelamente a la Berlinale. Recientemente estuvo en el Festival de Viña del Mar y antes en Porto Alegre, Brasil, en el Fantaspoa, festival de cine fantástico latinoamericano. En Argentina tuvo un discreto estreno. 

Digo esto por la mirada de esta película a la llamada “marginalidad”, expresión reveladora del lugar central que creen ocupar en la sociedad quienes la usan. El título viene del nombre que se le da a la Villa 15 de la Ciudad de Buenos Aires. Hay varias versiones acerca del origen del “oculta”, y una de ellas la atribuye a que en 1978, durante la pasada dictadura (1976-1983), un intendente mandó a construir un muro para que los turistas que venían al país por el Mundial de Fútbol no vieran el barrio. 

La singularidad de la película de Bouzas podría asociarse con un giro del significado del título. Diría que sigue en esto el camino abierto por Glauber Rocha en Eztetyka do sonho. Franquea ese otro muro, mental, de la “razón” de quienes hablan de “marginalidad” o piensan como los funcionarios de la dictadura y hace del “oculta” del título. Lo expresa en el argumento el motivo barroco del reflejo: una realidad transfigurada por la resistencia cultural, que se abre otro mundo en el que no se rompen los vínculos que unen a los personajes con sus sueños y con el más allá. 

Bolívar Echeverría caracteriza la resistencia cultural barroca como una forma de vivir que se afirma en circunstancias que son como la muerte. La imaginación es un modo de enfrentarse colectivamente con ellas. Creo que esto puede ser iluminador con relación a Ciudad Oculta.
 

Cito a Rocha y a Echeverría, pero no es algo que parezca que en Bouzas viene de los libros. El que básicamente lee soy yo, el crítico, y me entero también leyendo de que el cineasta brasileño-argentino ha trabajado durante más de diez años en la Villa 15. Esto lo ha hecho parte del mundo de los personajes de su película, jóvenes que integran una murga, un grupo de música y teatro popular callejero del barrio, uno de los cuales es también la estrella de un equipo de fútbol de las divisiones inferiores. Su realidad es puesta de relieve mediante un recurso habitual en el cine contemporáneo, el contrapunto de lo que parece documental y la ficción que lo transfigura con la puesta en escena, sobre todo el vestuario, entre murguero y cosplayer, y la iluminación. 

Esto revela que Bouzas también llega a la Villa 15 procedente de otro mundo: el cine. Imagina su Ciudad Oculta con la gente del barrio desde lo que él ha visto en Pedro Costa, muy evidentemente. Pero igualmente en los musicales, que conjuga aquí con el policial, y en el animé del que proviene el personaje de Xena, sable japonés incluido. Se inspira, además, en lo queer, una sensibilidad confinada a los márgenes sociales, pero que encuentra espacios en el arte. 

La película es también barroca por la confluencia de todas estas cosas y el escamoteo de la representación de hechos claves en la historia. Pone al espectador en una posición análoga a la de los personajes por lo que respecta al uso de la imaginación para recrear el mundo. Se refleja también de este modo en el espejo que transmuta el mundo. Así llega también Ciudad Oculta al punto en que no solo se apropia de los géneros sino que los pone en crisis. Lleva la historia del policía abusador y presumiblemente corrupto, que persigue a los chicos del barrio, hacia una dimensión en la que la comisaría es la boca del infierno, pero también un portal hacia la memoria resistente de los muertos; expande el alcance del musical de la evasión hacia la rebeldía. 

Encuentro una similitud entre Ciudad Oculta y las películas sobre jóvenes de la clase trabajadora que viene haciendo en México el Colectivo Colmena, como Mostro (2021) o Lumbrensueño (2024). Otro paralelismo sería Glauber Rocha como fuente de inspiración, lo que han hecho explícito estos otros cineastas. Pero las apropiaciones cinematográficas apuntan en el caso mexicano hacia el cine experimental, además de la apropiación de los géneros, sin que exista una profundización parecida en la cultura popular.


Ciudad Oculta es una rareza en Argentina por esta razón, porque este es el país de los latinoamericanos que se dicen “descendientes de los barcos”. Encontramos también aquí algo de la excepción barroca del Leonardo Favio más popular, el de Nazareno Cruz y el lobo (Argentina, 1975), por ejemplo. La percibimos en los personajes del pueblo argentino del film, que incluyen a uno que llaman “boliviano” y a otro que le dicen “paraguayo”, tan de acá como los que tenemos abuelos de España o Italia. El que no lo entiende lleva puesta la cabeza en otro lado del mapa. 

Escribo “popular” y, sin embargo, hay fuerzas del infierno realmente existente que no logra vencer Ciudad Oculta para llegar a ser una película popular, sin comillas. Son las de la distribución, sin duda alguna, pero también las de la hegemonía, de los hábitos de consumo de la ficción degradante. Pero no hay aquí para derrotarlas los momentos espectaculares con los que Favio logró cautivar al público de su tiempo para llevarlo hacia ese otro lado. Por el contrario, las lagunas del relato y los deslizamientos genéricos podrían resultar más motivo de confusión que estímulo para que la mayoría de los espectadores participen en la imaginación de la historia. 

Se puede hacer frente a esto fuera del sistema, con proyecciones comunitarias en lugares como la propia Villa 15 donde se filmó, de manera tal que el encuentro cara a cara ayude a la gente. Pero irónicamente, y de modo trágico, Ciudad Oculta parece hecha para un público masivo que todavía no existe, aunque debería existir, lo que es algo que también ocurre en el cine de Glauber Rocha, salvando las enormes distancias, desde luego. Pero ahí está ante otros espectadores, y los críticos, como una suerte de premonición mágica de lo que podría ser el cine popular del futuro.

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