Imágenes para Nina y el árbol y La balandra
Por Pablo Gamba
En la Sección Oficial del Festival Punto de Vista de Navarra, España, están los cortometrajes argentinos Imágenes para Nina y el árbol (2023) y La balandra (2024). El primero fue parte de los festivales de Cosquín e Infinito Super 8 en Argentina, y es obra de Ana Comes, realizadora de animación que también trabaja aquí filmando en película. Con material encontrado, además, como fue el caso igualmente de Cumbres temibles (2023). El segundo es el tercer corto desde 2018 de Matías Lima y estuvo en Festival de Valdivia.
Imágenes para Nina y el árbol se inscribe en la tradición de las películas experimentales familiares. La primera parte es un rollo en Super 8 en el que la cineasta filmó a su hija, en ese momento una niña pequeña, trepando un árbol. Lo hizo en planos detalle de encuadre móvil, en los que usó la cámara como extensión de su mirada para enfocarse en la interacción física de la chiquita con el árbol, la de sus pies y manos con el tronco y las ramas, en particular.
La belleza de esto, por sí misma, hace de Imágenes para Nina y el árbol una película valiosa. Pero luego se expande, yendo de allí hacia un collage en el que lo filmado en Super 8 se inscribe en el interés contemporáneo por la memoria y la relación de las personas con las plantas. Estas tienen memoria, y dice la niña que los recuerdos se pueden guardar en un árbol que se abraza.
Pero la memoria vegetal no solo está en los anillos concéntricos que pueden apreciarse en un corte transversal del tronco, como en el cine ocurre inolvidablemente en una escena de Vertigo (1954), de Alfred Hitchcock. Se halla también en las hojas, y la animación de estas es, hasta cierto punto, análoga a cómo al correr, la película Super 8 devuelve la vida, con su movimiento, a los recuerdos que se fijaron materialmente en los fotogramas. Mostrar las perforaciones del film, junto con las huellas del montaje en cámara y los chispazos sonoros del paso de la película son lugares comunes que hacen patente para los sentidos este soporte de la memoria.
La película también descubre en las hojas vínculos de semejanza con las ramas que la conectan la animación con el árbol filmado. Pero igualmente con la madre fuera de campo, en el parecido entre la huella en el tronco de las ramas cortadas y el ombligo de la niña, que también vemos. Esta huella de la prolongación del cuerpo de una en la otra tiene como correlato un match cut que compara otras “ramas”, las manos de las dos con las uñas pintadas. Más adelante esto tiene un correlato obvio en la animación de una matrioshka.
Sigue expandiéndose, o quizás sería mejor decir ramificándose, Imágenes para Nina y el árbol incluyendo las palabras citadas de la chiquita y otras en diálogo con la madre, en una grabación; la filmación desde el punto de vista de esta última de un recorrido en el que se interna entre los árboles, de un modo que disuelve la representación del bosque como paisaje y es análogo a la compenetración de la hija con el árbol que trepa, y material del archivo familiar, del que la realizadora parece tomar las imágenes siguiendo principalmente el impulso de otro vínculo, sentimental, el propio de las madres y padres con las fotos de sus hijos.
Imágenes para Nina y el árbol se presenta así como una película de sensibilidad singular entre el sobreabundante y repetitivo cine actual sobre la memoria basado en el archivo familiar. Su fuerza surge de expansión de lo indicial del cine, la imagen fílmica como huella material de lo filmado, hacia lo corporal, refiriéndome con esto no solo al cuerpo del film sino a la extensión de la carne de la madre en la hija, con el ombligo como cicatriz del vínculo, como huella corporal de cómo una proviene de la otra.
También formalmente se destaca esta película por prescindir de la narración y decantarse por otra exploración de la manera como las imágenes y las voces se prolongan, llevan a otras imágenes de un modo análogo al crecimiento de las plantas. El crítico y cineasta Gustavo Galuppo identifica la “memoria vegetal” en una vertiente del cine contemporáneo latinoamericano, con referencias a Paz Encina y otros, pero en un texto cuya perspectiva teórica no comparto.
La exploración formal es un aspecto que tienen en común Imágenes para Nina y el árbol y el otro corto que comentamos en esta nota, aunque en el de Matías Lima estamos en un terreno diferente. Encuentro en La balandra el gusto por las películas que van mutando, por lo fragmentario y lo incompleto característicos del cine contemporáneo, sin el correlato maternal y vegetal.
Esto incluye la deriva genérica que también encontramos en películas del presente. Comienza con un misterio romántico en torno a un mensaje hallado en una botella, lo que da licencia en la ficción para una exploración de la localidad, el recorrido de un personaje en busca de la destinataria. Giramos después hacia el policial y, sobre todo, del día a la noche. Lo más logrado de La balandra es la experiencia sensorial de un lugar de los alrededores, en una oscuridad como de limbo negro que rasgan los faros de los automóviles al pasar por una ruta cercana, linternas y las luces azules de un patrullero.
Con esta deriva se conforma también el misterio de cómo se llega de un plano a otro, de una parte a la siguiente, y la posibilidad de que el espectador o espectadora construya una débil línea narrativa sobre la base de las pistas que el argumento le da. Lo mismo ocurre entre con el vínculo borroso que puede encontrarse en los planos del comienzo, de un caballo en fuga, y la parte final.
Allí La balandra se convierte más claramente en un documental, pero también lo es, de algún modo, cuando la lectura de la carta en voice over da licencia para insertar imágenes del pueblo, como si se tratara de la voz expositiva que no es, lo que sutilmente replica la modalidad más convencional del documentalismo. Aún así, sin embargo, seguiría el misterio de los últimos planos, aunque allí culmina el desarrollo formal del corto, en el que los sentidos están en contrapunto con la actividad de construir la historia.
Pero la dominante es la fragmentación como juego narrativo y sensorial. Aunque por esta vía La balandra es cautivante, no es capaz de asomarse a profundidades como la experiencia de una madre con su hija en Imágenes para Nina y el árbol, y Punto de Vista lo confronta con ese poder.
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