Space Invaders: The Ship Karnak y Autopollo
Pablo Gamba
En la competencia del Festival de Ann Arbor, uno de los más importantes para el cine experimental, se estrena Space Invaders: The Ship Karnak (China, 2024), de Luciano Zubillaga, y se presenta también el videoclip Autopollo (Costa Rica, 2024), de Julián Gallese. Ambas son piezas de animación.
Zubillaga es un cineasta argentino con formación en el Reino Unido y que vive y da clases en China. En 2022 ganó el premio a la mejor película experimental en Ann Arbor por el tríptico Cosmos-War-Finally-Love (Argentina, 2021) y que también estuvo en el festival estadounidense con Suculent Humans (Argentina-Reino Unido, 2018), codirigido por Dew Kim.
La película que presenta este año refiere a los videojuegos de arcade ‒pista que da el texto que la acompaña‒ y creo que el título en particular a Big Karnak y, por tanto, al antiguo Egipto. Otra posible referencia sería Karnak Legacy, un juego steampunk que se desarrolla en torno a la disputa del legado científico de esa civilización que se hallaría en un ficticio “Rollo de Karnak”.
El corto de Zubillaga, sin embargo, expresa un rechazo al tipo de relatos que hacen los videojuegos y a la narrativa habitual. La referencia a esa forma de entretenimiento en Space Invaders: The Ship Karnak lo que hace es evocar el futuro, tal como se lo soñó en el pasado, en dos planos: histórico y biográfico.
La dominante en la pieza es la confrontación en el montaje y la superposición de dos dispositivos gráficamente contrastantes. Uno son dibujos de aspecto infantil sobre un fondo negro; el otro, una imagen electrónica borrosa e imprecisa, pero que con la información del título podemos identificar sin dificultad como la “nave Karnak”. Los acompaña una banda sonora con fuerte distorsión que de algún modo recuerda la música del cine de ciencia ficción, o quizás también la de un videojuego de esa temática, como igualmente la nave.
Hay en todo esto una referencia a la memoria de la infancia de quienes nacieron antes del auge de las consolas, a los juegos en los que se creaban batallas dibujando y que de algún modo anunciaban el futuro entretenimiento tecnológico. En este sentido, la aparición de la nave se presenta como la cristalización de esa posibilidad, del futuro videojuego que un niño imagina.
Esto lleva a reparar con especial atención en un tercer tipo de imágenes que hay en esta pieza, abstractas, y que son tópicos que refieren a la animación experimental.
De ese sueño de infancia no nace, entonces, solo un prototipo de nave de videojuego. Percibimos también la posibilidad de un mundo radicalmente diferente de las representaciones de ese tipo de entretenimiento y del cine, el viejo sueño de otro futuro, vuelto a soñar con una imaginación más radical. El cine experimental siempre conlleva, para mí, este tiempo utópico, en el que podría llegar a ser el cine de todos y no de una minoría cultivada.
Ubicaría, por tanto, Space Invaders: The Ship Karnak en el campo de las películas experimental que siguen intentando abrir nuestros sentidos y mentes a la posibilidad de futuros distintos. Se enfrenta con el realismo que triunfó con el capitalismo global, el del “fin de la historia”, con imágenes que no se parecen en nada a lo que por sentido común creemos que es lo real, pero que por sus referencias podemos reconocer de algún modo como posibles. También entre las piezas que investigan formas de narrar disidentes en el cine, basadas no en las herencias de la novela y el teatro sino en las artes visuales.
Autopollo acompaña un tema musical de Hpta Méndez, artista sobre el o la cual no pude encontrar ninguna referencia en la web. Es una pieza que ha estado en festivales como Cutout, en México, o Bit Bang, en Argentina, donde ganó la competencia latinoamericana. Integra, además, una serie de videoclips gráficamente similares de Gallese que se inició con Dance II (2020), para un tema de World Brain, al que le siguió Unweg (2021), con música de Luis Ake.
Estas tres piezas marcan, hasta donde sé, una ruptura con la producción anterior del cineasta costarricense radicado en el Reino Unido. Antes Gallase trabajaba con dibujo animado hecho a mano y basado en la línea. Entre los cortos de este otro estilo figura, por ejemplo, Cococo (2017), que estuvo en el Festival de Animación de Ottawa y también en Ann Arbor. Sin embargo, se mantiene su rechazo de la manera habitual de contar historias, en particular a la narrativa lineal, y una multiplicación de los personajes tampoco justificada según esas convenciones. Es algo que tiene en común Autopollo con la pieza de Luciano Zubilllaga.
El giro de Gallase ha sido también hacia una animación digital de figuras tridimensionales disidente por lo que respecta a su baja resolución, y a las limitaciones en el diseño y los movimientos de los personajes. Descubre y aprovecha en esto otras posibilidades, como las que le ofrecen los desplazamientos de la “cámara”, por ejemplo, o la posibilidad gráfica de crear estelas de los movimientos, y otras alteraciones de las figuras y el espacio que serían consideradas errores en la animación que tiene como referencia lo real.
No tiene Autopollo, sin embargo, el poder retrofuturista de Space Invaders: The Ship Karnak. Aunque podría hallarse algo de eso en la música y en el aspecto primitivo de los diseños, los personajes refieren claramente al presente, lo que es una manera de anclar visualmente la dimensión del tiempo y quizás también una referencia irónica a los vidoclips con autos de lujo.
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