Fuente alemana

Por Mariana Martínez Bonilla

Como parte de la retrospectiva dedicada a Jeanette Muñoz por la (S8) Mostra Internacional de Cinema Periférico de La Coruña se presentó Fuente alemana (2024), la más reciente obra de la directora chilena. Se trata de un cortometraje filmado en 16 mm acerca del monumento colonial diseñado por Gustav Eberlein, donado por la colonia alemana residente en Chile para conmemorar el centenario de la Independencia de ese país en 1912.

Estrenada en 2025, Fuente Alemana se erige como un poderoso documento visual que ofrece un análisis silente, pero incisivo, sobre la relación entre los monumentos, la memoria colectiva y la irrupción del disenso social en el Chile contemporáneo. Centrada en la emblemática obra, ubicada en el centro de Santiago, no solo registra su devenir histórico y su significado para la ciudad, sino que se adentra en las profundas transformaciones que experimentó este espacio durante el estallido social de 2019. Al entrelazar la carga simbólica de los monumentos con las protestas masivas y la intervención iconoclasta de estos, Muñoz teje un relato que invita a reflexionar sobre la fragilidad de la memoria oficial y la pujanza de nuevas formas de apropiación del espacio público.


La Fuente Alemana representa un arquetipo de la monumentalidad decimonónica. Concebida para celebrar la prosperidad, la modernidad y los lazos con Europa, su diseño opulento y sus esculturas alegóricas encarnan una visión particular de la historia y la identidad nacional. En su obra, Muñoz explora cómo este monumento, lejos de ser un mero objeto estático, ha evolucionado a lo largo del tiempo, pasando de ser un símbolo de progreso a un elemento más del paisaje urbano, pero también un espacio recreativo para aliviar el calor durante el verano chileno.

El punto de inflexión en el relato fílmico, y en la vida de la Fuente Alemana, lo marca el estallido social de octubre de 2019. Las masivas movilizaciones que sacudieron Chile transformaron radicalmente el centro de Santiago, convirtiendo sus plazas y avenidas en escenarios de protesta y resistencia. En este contexto, los monumentos conmemorativos del Centenario, incluyendo la Fuente de Eberlein, se vieron interpelados por la rabia y el descontento popular. La película de Jeanette Muñoz documenta a través de una serie de planos que muestran los distintos componentes iconográficos de la fuente, y con la sensibilidad que marca su estilo, la intervención de sus imágenes de bronce y piedra: las pintas, los grafitis y los símbolos que cubrieron sus superficies.

Dicha intervención no solo alteró su estética, sino que subvirtió su significado original. Lo que antes era un monumento a una nación que celebraba su independencia y progreso, se convirtió en un lienzo para la protesta. Esas marcas, lejos de ser actos vandálicos indiscriminados sobre el Mercurio, la Victoria, el cóndor y las demás figuras del monumento, se erigen como gestos de resignificación, como una voz disidente que busca despojarse de la narrativa oficial impuesta por el Estado y reescribir la historia desde abajo. En su obra, Muñoz captura esa transformación con una mirada que va más allá de lo superficial, adentrándose en la complejidad de un acto que es, a la vez, destructivo y constructivo: destructivo para la concepción tradicional del monumento, pero constructivo en la medida en que crea nuevas capas de significado y permite una apropiación popular del espacio.

En ese sentido, Fuente Alemana plantea una serie de interrogantes fundamentales sobre la memoria colectiva, revelando cómo ésta puede ser disputada y reescrita. Las pintas y los grafitis no solo cuestionan la validez de la memoria oficial y de los relatos hegemónicos, sino que proponen la conformación de una narrativa alternativa que emerge desde las demandas sociales por la restitución justa del pasado colonial de la nación chilena. Se trata de un proceso de reescritura efímero que deja una huella indeleble en la percepción de los monumentos y en la comprensión de la historia reciente del país sudamericano. De tal manera, esta película nos invita a considerar que la memoria no es un archivo estático, sino un proceso dinámico de construcción y deconstrucción, donde el disenso y la protesta juegan un papel fundamental.


Otro aspecto crucial que Fuente Alemana explora es la apropiación del monumento como espacio público. La película muestra cómo, en los cálidos veranos santiaguinos, la fuente se convierte en una improvisada piscina pública, práctica que se ha arraigado a lo largo de los años y que representa una forma de desmonumentalización. La apropiación lúdica de la fuente como piscina, que precede al estallido social, establece un precedente para la posterior intervención política y demuestra que el espacio público, incluyendo sus monumentos, no es un territorio sagrado e intocable, sino un lugar vivo y dinámico, susceptible de ser habitado y resignificado por la ciudadanía.

La yuxtaposición de estas dos formas de apropiación ‒la lúdica y la política‒ es uno de los aciertos más significativos de la película. En ese sentido, podríamos afirmar que Muñoz sugiere que ambas responden a una misma necesidad: la de habitar y transformar el espacio público, la de hacerlo propio. Mientras que el uso como piscina es una apropiación informal y de ocio, la intervención con pintas durante el estallido social es una apropiación consciente y política, un acto de afirmación de la soberanía popular sobre el espacio y la narrativa histórica. Ambas demuestran la plasticidad de los monumentos y su capacidad para adaptarse a nuevas realidades y adquirir nuevos significados, a menudo muy distintos de los originales.


En conclusión, Fuente Alemana es una obra que ilumina la compleja relación entre los monumentos, la memoria colectiva y la irrupción del disenso en el Chile postestallido social. A través de su lente Muñoz ofrece una profunda reflexión sobre cómo los espacios públicos, y en particular los monumentos conmemorativos, se convierten en escenarios de disputa simbólica y en catalizadores de nuevas formas de expresión ciudadana. La película es un testimonio visual que da cuenta de cómo la intervención y apropiación de estos monumentos, ya sea a través de las pintas o del uso recreativo, no solo alteran su apariencia física, sino que redefinen su significado y cuestionan las narrativas históricas dominantes. Fuente Alemana es, en definitiva, un llamado a mirar los monumentos no como reliquias del pasado, sino como elementos vivos y cambiantes, capaces de reflejar las tensiones, las esperanzas y las luchas de una sociedad en constante transformación. La obra de Muñoz se erige así como un valioso aporte a la comprensión de la memoria, el espacio público y la agencia ciudadana en el Chile contemporáneo.

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