Población flotante

 

Por Pablo Gamba 

En el Festival de Documentales de Ji.hlava, en la República Checa, se estrena Población flotante (Chile, 2025). Es el cuarto largometraje del cineasta y escritor Carlos Araya Díaz, que con el anterior, El que baila pasa (Chile, 2023), ganó la competencia chilena del Ficvaldivia. Podría verse como una continuación de su película más conocida, El viaje espacial (Chile, 2019). 

Ese otro largometraje era un documental sobre paradas de micros en diversos lugares de Chile y las conversaciones entre las personas que coinciden allí. En Población flotante el protagonista de la historia es el asistente del chofer de un micro interurbano, y otros personajes son los pasajeros que viajan en él. 

Hay una novela homónima de Araya (2019) que se adapta al cine en Población flotante. Se conjugan así la fabulación literaria y el documental en este film, y es otro ejemplo que resalta la imaginación y la capacidad lúdica como potencias inherentes al cine de lo real, con una referencia inevitable en Chile al documentalismo de Ignacio Agüero y las películas de Raúl Ruiz. 

El término “cine híbrido” es empobrecedor si pretende remplazar la necesaria descripción de cómo se conjugan diversas formas de expresión en una obra. La complejidad que tiene esto aquí se expande con dos narradores, uno de los cuales es el personaje del micro, que habla en voice over, y otro, que leemos en subtítulos, se identifica al comienzo como el director de la película. Presenta a Z como un amigo de infancia e indica que un actor hace su voz. 

También revela el personaje del cineasta, en el prólogo en que interviene, cómo se rodó la película en diversos viajes de micro ‒el poner al descubierto los procedimientos del cine moderno que regresa en la segunda modernidad contemporánea‒. Las conversaciones entre los pasajeros ‒una de ellas una entrevista disimulada como un posible diálogo con Z‒ expanden así el relato con digresiones. El espectador o espectadora tiene que participar para seguirlas cuando son por celular, porque solo se escucha una parte del diálogo. Otras digresiones son las que hay en el relato de Z, las historias que cuenta en torno a dos personajes, uno de los cuales es un extranjero que pierde su pasaporte y le da al auxiliar un pretexto para imaginarse como un coreano. 

Es también Población flotante otra película contemporánea que recurre profusamente a imágenes de las plataformas de Google en su representación de la ciudad de Calama, donde nacieron Carlos Araya Díaz y su personaje, y diversos otros lugares y paisajes de Chile. Se alternan con los paisajes que se observan por las ventanas del micro de día y de noche, de un modo transparente o alterados por el empañamiento, la lluvia y los reflejos, que conforman otra representación característicamente contemporánea, espectral. Se añade a esto que las imágenes de Google se deforman por el proceso de llevarlas del 360° de la plataforma al 2D de la pantalla de cine. 


Los celulares y el televisor del micro abren otras ventanas en el relato por las que otras imágenes y sonidos entran en el argumento. El documental se desliza así también de la vida privada hacia el videoclip o fragmentos de cine de acción con los correspondientes efectos de sonido y música extradiegética. La voz de Z no es el dispositivo dominante de esta diversidad. Narrativamente está subordinado al metarrelato del director que crea al personaje. La dominante en la forma de Población flotante es la alternación de las partes de Google, y el relato fílmico que protagoniza Z y sus ramificaciones, el ritmo que se construye sobre esta base y las digresiones de la TV y los celulares. 

Con relación a Ruiz y su rechazo de las narrativas construidas en torno a un conflicto principal, hay un chiste de humor literario en Población flotante. Es una cita del escritor argentino Federico Falco, que a su vez la atribuye al “guionista de Casablanca”, película en la que participaron tres escritores, según los créditos, y que se basa en una obra de teatro de dos coautores. Describe el proceso de la narración clásica como subir a un personaje a un árbol y tirarle piedras hasta hacerlo bajar. Hay la historia de un árbol al comienzo del film de Araya, Z lo trepa y su padre lo apedrea: conflicto principal. Pero Población flotante se desarrolla de un modo muy distinto. 

Con esta otra forma de narrar, documental y fabuladora, fílmica e intermedial, y sobre la base de los motivo del viaje interurbano y la formación casual de un grupo imaginarios de viajeros que coinciden en el mismo medio de transporte, se construye en Población flotante una representación del país. Refiere a Chile por la diversidad de los paisajes, desde las grandes extensiones desérticas hasta las calles que testimonian el mítico estallido social de 2019, año de crisis en el que se publicó la novela. También a un país de población diversa por lo tocante al microcosmos, en lo que Araya se destaca, junto con otro cineasta chileno, Cristián Sánchez en sus ficciones surrealistas, por su sensibilidad para con los extranjeras que han llegado a Chile desde 2010. El país del film se extiende así hacia el Caribe o el Lejano Oriente, sin solución de continuidad. 

Esta representación es no totalizante, en lo que responde a una aspiración característica de la vertiente autoral del cine contemporáneo que se referencia en el nuevo cine argentino, a la que se puede atribuir la “segunda modernidad” que identifica el crítico peruano Isaac León Frías. Se articula sobre una base rítmica que es, a la vez, confluencia de diversas materialidades digitales, de recursos literarios, de las palabras y las músicas, de la exploración de lo real que parece diáfano y sus bordes espectrales en la fotografía cinematográfica y en la representación informática del paisaje en su versión 360° de Google. 

Pienso, entonces, que el valor de esta película está en su poder de producir una imagen contemporánea de lo que hoy es y puede ser un país, una imagen que se confronta con las “comunidades imaginarias” que son el eje de los nacionalismos, según Benedict Anderson. Se construyeron aquellas sobre otras bases, viejas, como la tecnología de la imprenta y la lengua nacional. Pero hay una continuidad hasta hoy en el capitalismo de las plataformas de Google, el servicio de transporte público prestado por empresas privadas, y la marginación y la violencia que no dejan de filtrarse en Población flotante

Lo que flota del título me refiere así no solo al desplazamiento como una característica cada vez más extendida de la humanidad, sino a la espectralidad como propiedad de aquello que está muriendo en el presente y que podría dar paso a una realidad nueva, de la que ya tenemos barruntos. No es, por tanto, una película que no solo despliega a Chile en el espacio diverso de su geografía, sino de las que tratan, además, de imaginar la posibilidad de un futuro diferente, el que puede estar en el tiempo de los cambios que prosiguen, como el de la población con los extranjeros, y los que se han interrumpido tantas veces, la más reciente en el estallido y el proceso hacia el que derivó. La muerte no acaba con Z en esta película y las fronteras ya no lo contienen.

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