La noche está marchándose ya
Por Pablo Gamba
La noche está marchándose ya (Argentina, 2025), de Ramiro Sonzini y Ezequiel Salinas, ganó el Premio Ciudad de Lisboa de la competencia internacional de largometrajes, el galardón principal de DocLisboa. Se estrenó en el Festival de Valdivia, donde recibió el Premio Especial del Jurado, y Sonzini y Salinas fueron distinguidos como mejores directores en la Seminci, en Valladolid. Su estreno en Argentina será como película de cierre de Fuera de Campo, muestra independiente paralela al Festival de Mar del Plata, donde me parece destinada a convertirse en un gran film argentino del año.
Es la ópera prima en el largo de la dupla de realizadores de Córdoba, Argentina, ganadores del Gran Premio de la Competencia Internacional del BAFICI por el corto Mi última aventura (Argentina, 2021). Ambas películas se destacan como obras de un cine del espacio y de la noche; de la ciudad natal de Sonzini y Salinas, transfigurada a la manera del Hong Kong de Wong Kar Wai en la primera, y de un edificio en particular, el que es sede del Cineclub Municipal Hugo del Carril, en La noche está marchándose ya. También por su manejo de los géneros en el marco de la contemporaneidad.
El blanco y negro, conjugado con un cuidadoso trabajo de los claroscuros, la iluminación con linternas y la abundancia del llamado “plano holandés” ‒encuadres oblicuos diversamente pronunciados‒ hacen de La noche está marchándose ya un homenaje fotográfico al cine negro con la calidad que requiere tal aspiración ambiciosa. Hay un fragmento de Los tallos amargos (1956), de Fernando Ayala, lo que incluye la versión argentina del noir.
Se hace extensivo al cine clásico el homenaje con un fragmento de Fueros humanos (Man’s Castle, 1933), melodrama de Franz Borzage ambientado en la depresión de los años treinta, y el Discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln en la voz de Charles Laughton en Nobleza obliga (Ruggles of Red Gap, 1935), de Leo McCarey, así como de partes de películas de Jean Renoir y Yasujiro Ozu, entre otras. Es algo a lo que se prestan naturalmente la elección de la locación y el protagonista, Pelu, proyectorista reconvertido en vigilante nocturno del local por un recorte presupuestario. Lo interpreta Octavio Bertone, actor y técnico que trabaja pasando películas en el cineclub.
Producción de un cine regional que resiste en un país sometido al “mayor ajuste en la historia de la humanidad”, como se ufana el presidente de extrema derecha Javier Milei, lo que ha golpeado de manera importante al instituto de cine, el INCAA, La noche está marchándose ya es una película independiente de bajo presupuesto que se inscribe en el que he venido identificando como un “cine cívico”, que trata problemas de interés social como ese desde una perspectiva compatible con el orden democrático liberal. Otros ejemplos de mayor alcance, inscritos en un cine mainstream por su estilo, son Argentina, 1985 (2022), dirigida por Santiago Mitre, o Belén (2025), de Dolores Fonzi, que sigue en cartelera. La cita de Lincoln es ilustrativa del tipo de convergencia que hay aquí entre cinefilia y compromiso con la resistencia a los ajustes, así como la confianza implícita en los poderes de vocería social que podía tener el cine clásico para producir alegorías del “sueño americano”, como Nobleza obliga, o de la paz mundial inclusive, como La gran ilusión (1937), de Jean Renoir, no incluida entre los fragmentos de otras películas.
Una referencia clave latinoamericana de la resistencia del cine es La vida útil (Uruguay, 2010), de Feredico Veiroj. Es una película en blanco y negro como esta sobre la Cinemateca Uruguaya con la actuación del crítico Jorge Jellinek y el director emblemático de esa institución, Manuel Martínez Carril.
Pero también es La noche está marchándose ya una película contemporánea que desborda el clasicismo con el recurso neorrealista del actor que interpreta un personaje que se le parece en el desempeño de otro trabajo, por ejemplo. También con la escrupulosa atención bressoniana al dinero, en reiterados planos detalle de la cuenta de billetes dispuestos después en fajos con los que se paga un alquiler que se triplica o un sueldo que se mantiene congelado. El desalojo es otro momento realista, así como la cercanía del protagonista con la gente sin hogar de la que pasa a formar parte antes de que se dé cuenta de ello.
La imaginación alegórica se despliega en torno al espacio del edificio de un modo literalmente análogo a los sueños y que refuerza sensorialmente la textura vaporosa de las imágenes. Pelu, como cinéfilo, imaginaba la posibilidad de vivir en el cine, le recuerda una amiga. Otro aspecto de la modernidad de esta película es la agudeza psicológica que hay en la conexión entre una cosa y la otra, entre la crisis aplastante y la radicalización de la ilusión en su puesta en práctica como respuesta al socavamiento de la realidad. En torno al trabajo de vigilante nocturno, Pelu intenta construir una meseta de vida normal e incluso feliz, a la que se aferra como manera ilusoria de detener la caída social. Quien haya vivido una experiencia análoga lo entenderá.
Pero la fantasía se impone en la manera como el espacio del edificio se va descubriendo de un modo que les dice algo a Pelu y a los espectadores. Por una parte, es su falta de solución de continuidad con la calle, y con quienes no tienen casa y viven en ella, perseguidos por la policía y los vecinos que los denuncian. Desde antes podemos saber que estas personas son parte del público del cineclub. Es algo que no deja de ocurrir en ningún cine de entradas baratas o gratis, como nunca falta la protesta de algún espectador ofendido por el olor de los indigentes.
Digo fantasía porque esto hace de los tipos de la calle personajes de un film cuyo clasicismo se hace extensivo a las partes de melodrama y enredos de comedia en los que resultan involucrados y, sobre todo, al número musical en que participan. Se inscribe en un gusto de Sonzini y Sonzini por las canciones que quizás expresa un anhelo de recuperación del público popular del cine.
Más fantástico es el descubrimiento de otra conexión que lleva a un mundo subterráneo insospechado y, de allí, a la memoria de la lucha social. Hay un plano en homenaje a El Cordobazo, mural en altorrelieve en homenaje al mítico alzamiento obrero-estudiantil de 1969 contra la dictadura de la autodenominada “revolución argentina”. Aunque fue sofocado, como otros que se produjeron después en varias ciudades, llevaron al desplazamiento del general Juan Carlos Onganía del gobierno y al comienzo de una transición a la democracia cuyo objetivo fue reinstalar a Juan Domingo Perón en el poder para que se restableciera la paz del capital con la clase trabajadora insurrecta.
La memoria del Cordobazo ha sido recuperada también por otra película cordobesa reciente, Lxs desobedientes (2022), de Nadir Medina. Pero la combinación del archivo y la ciencia ficción abre allí posibilidades de imaginar el cambio diferentes de las que Sonzini y Salinas consiguen aquí.
A todo esto hay que agregar que la puesta en crisis del cine en este film no es solamente por el ajuste sino también por otros cambios de nuestra época. La pasión de Pelu por las películas se confronta en el argumento con las transmisiones y videos eróticos de una amiga. Así como él se hunde en la miseria por el ajuste, pero amando el cine, convencido de que es un arte análogo a la pintura, ella prospera explotando la imagen como oportunidad de negocio que se abre en dólares por algo que le resulta no menos placentero.
Es un dilema que no se termina de cerrar en La noche está marchándose ya. En el rechazo de Pelu al dinero que ella le ofrece por su colaboración no parece haber otra cosa que residuo de un repudio moral que no se hace extensivo a lo que la amiga hace con su cuerpo ni al placer de ver e imaginar. De esto último, además, Pelu se hace partícipe en una escena que se destaca en el film por el uso de las sobreimpresiones en la composición de los planos.
También es problemático el final, cuando de la fantasía que ayuda a resistir se pasa a la contraofensiva imaginaria. El poder del cine se expresa en la capacidad que la película ha tenido con esto de entusiasmar a los jurados, a lo que atribuyo los premios que La noche está marchándose ya ha recibido. Por eso creo que va a ser importante su exhibición en Mar del Plata y que se va a convertir en una película inspiradora que a la cinefilia argentina le hace falta.
La cuestión es que llega a ese punto por la vía de la pura ilusión, sin detenerse lo suficiente en el problema enorme que acarrea la transformación del ciudadano en actor político real, del largo proceso que tiene que atravesar cualquier colectivo para que pueda conformarse como protagonista de una acción de lucha eficaz. Ni siquiera los profesionales del cine argentina lo han logrado hasta ahora en respuesta a la crisis que atraviesan.
La noche está marchándose ya, por tanto, es una pequeña película independiente cuya grandeza está en la aspiración a recuperar la capacidad del cine de emocionar con una bella ilusión y que responde así a una necesidad colectiva. Pero la referencia al Discurso de Gettysburg de Lincoln puede ser un buen ejemplo de lo problemática que es por el imaginario cívico cinéfilo al que queda vinculada. ¿Cuál podría ser la conexión entre eso y la revuelta popular del Cordobazo?



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