Malu

 

Por Pablo Gamba 

Una de las películas seleccionadas para New Directors/New Films este año es Malu (Brasil, 2024). Se trata del primer largometraje de Pedro Freire y se estrenó en la competencia mundial de ficción del Festival de Sundance. 

Un texto en pantalla al final indica que la protagonista está inspirada en la madre de Freire, una actriz que murió en 2013, cerca de los 67 años de edad, de una enfermedad neurológica degenerativa. Lo relevante en este caso es que la película no es un relato de su carrera. No se trata de una biopic de Malu Rocha, que tampoco fue una estrella que justifique ese tratamiento. 

La historia que se cuenta de Malu es toda en presente, en un tiempo impreciso de los noventa sin flashbacks. Cubre un período que comienza con los primeros síntomas de la enfermedad y termina cuando comienza a deteriorar sus capacidades, pero no es un drama en torno a los sufrimientos de una enferma incurable. El relato se desarrolla en torno a dos estadías de su hija, Joana, en la casa de Río de Janeiro de Malu, y la tensa relación de la exactriz con su madre, Lili. 

Pedro Freire centra su trabajo en la actuación, y organiza todos los recursos en torno a eso. Emplea el sonido directo para evitar la artificiosidad del doblaje y la cámara dirige a las actrices una mirada próxima al documental. El director sigue en esto una tradición que tiene como figura emblemática a John Cassavetes. También en lo tocante a la complejidad de las relaciones entre personajes que son las tres mujeres adultas, pero que siguen siendo madre, hija y nieta. 

La cuestión psicológica cobra así una relevancia que trasciende el deterioro mental por la enfermedad, cuyo primer indicio aparece después de la presentación del personaje. La exactriz tampoco puede ser descrita como una drogadicta, aunque consume droga en abundancia. Se profundiza, en cambio, en un trasfondo oscuro de la vida de las mujeres de la familia: las relaciones sexuales de los padres con las hijas, y como pueden ser tanto abuso como un modo de acceder a privilegios en el hogar. Hay un film latinoamericano poco conocido, pero que es una importante referencia al respecto: Macu (Venezuela, 1987), de Solveig Hoogesteijn. 

Pero tampoco se trata de un melodrama que se arrastre hacia la pornomiseria por esa vía. La complejidad del personaje de Malu incluye otra faceta vinculada de un modo distinto con la cuestión generacional, así como también con la historia nacional, en tanto es política y cultural. 

La manera de desenvolverse y hacer frente a la vida de la exactriz está relacionado también con la participación del personaje ‒y de la Malu Rocha histórica‒ en la radicalización estética y política de los años sesenta, que llevó al grupo de teatro del que era parte a un choque con el recrudecimiento de la dictadura a partir de 1968 en Brasil. El modo más exacto de definir a la Malu de la película es como hija de esa época, que la hizo ser la mujer irreverente que ha seguido siendo a pesar de la represión de entonces y los cambios posteriores del país.


También la refleja la casa en la que Malu vive, amplia y potencialmente cómoda, pero de construcción interrumpida y ya ruinosa, y que es también solo a medias de su propiedad. Está ubicada en una favela cuyo ambiente pacífico desafía los estereotipos criminalizadores de los que habitan los barrios populares. Quizás Malu y uno de sus exmaridos decidieron construirla no solo por razones de economía sino para ser coherentes con una manera de pensar de izquierda, lo que incluye el proyecto nunca realizado por ella de convertirla en centro cultural. Malu le da abrigo allí al que evidentemente es su dealer, pero es también un joven y guapo travesti que de algún modo su único amigo, y que en una escena demuestra su talento actoral. 

Los choques de Malu con Lili se vinculan, entonces, con el cambio de mentalidad de los jóvenes que en los sesenta se rebelaron también contra el conservadurismo de algunos padres. Es algo que al comienzo se plantea como una caricatura, en una escena e la que Lili invita a la casa a un cura, y Malu se ensaña contra él con una irreverencia antirreligiosa que parece de otro tiempo. 

Más sutil, en cambio, es la confrontación generacional con la hija. Joana admira a Malu, como lo demuestra al leerle una vieja reseña que elogia una de sus actuaciones. Incluso hay una escena en la que la cuestión de la sexualidad intrafamiliar parece extenderse a cierta atracción sexual de la hija hacia la madre, como lo sugiere una mirada fugaz. Sin embargo, Joana tiene una actitud diferente ante la vida. La madre aún es capaz de ironizar al respecto, pese al avance de su deterioro mental. Dice que los jóvenes del presente han aprendido a hacer todo con sentido práctico y hasta “votan razonablemente”, mientras que en su juventud no se podía votar. 

Pero como mejor se percibe el choque de la protagonista con la madre y la hija es mediante la luz. Me refiero al contraste entre la claridad inclemente del sol tropical, bajo la cual ocurren los enfrentamientos de Malu y Lili, y la oscuridad en la que se desarrolla el más duro diálogo en conflicto con Joana, pero también a los cuidados claroscuros de las escenas nocturnas en las que la exactriz relata para sus íntimos historias del personaje que es la Malu de sus recuerdos.

Siendo esta una película de actrices, el elenco no es un detalle menor. Para interpretar a la protagonista lúcidamente se eligió a alguien que tampoco es tan conocida, Yara de Novaes. Es una actriz de larga carrera, pero que no ha llegado a ser una estrella, como no lo fue Malu Rocha, aunque hace una interpretación excelente del papel. En contraste, junto a ella está una joven con posibilidades de un estrellato próximo. La intérprete de Joana, Carol Duarte, ganó el Premio Platino del cine iberoamericano a la mejor actriz por su papel en A vida invisível (La vida invisible de Eurídice Gusmão, Brasil, 2019), de Karim Aïnouz, que estuvo en el Festival de Cannes. 

En la primera escena de Malu vemos a la protagonista, sola, subida a una azotea de su casa, haciendo ejercicios de actuación. Espectadores como los que leen Los Experimentos podrían encontrar allí una promesa de retorno a la radicalidad de otros tiempos, pero la película lo desmiente rápidamente, en la escena que viene a continuación. Desde allí comienza a transitar los caminos en los que se han convertido las que fueron brechas heroicamente abiertas por las corrientes renovadoras del pasado. Hoy se aspira a transitar con maestría por estas rutas, que pueden llevar a festivales como el de Sundance. Hay que entenderlo para valorar justamente a Malu, con toda la singularidad que tiene por lo que respecta a la complejidad de la protagonista, sin dejar de ser críticos por ello frente a este horizonte indie del cine latinoamericano.

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