A Transformação de Canuto (1)
Por Pablo Gamba
A transformação de Canuto (Brasil, 2023) fue la película de clausura del Doc Buenos Aires. El largometraje de Ariel Kuaray Ortega y Ernesto de Carvalho ganó la competencia Envison en el IDFA, en Ámsterdam, que está dedicada a filmes que “exploran los límites del arte del documental”. También el galardón a la destacada contribución artística en la misma sección. Estuvo después en la Muestra de Tiradentes, en Brasil.
Es una producción de Video nas Aldeias, proyecto de expresión propia audiovisual de los pueblos originarios. En este caso se trata de los mbyá-guaraní de la zona fronteriza entre Argentina y Brasil, que hablan portugués y español, además de su lengua. El personaje del título es una leyenda que la comunidad reimagina. En esto el film parece seguir caminos como los que abrió el cine etnográfico de Jean Rouch, pero lo que cuenta es cómo se aparta de ellos.
El documental de Ortega y Carvalho relata su propia realización y también las transformaciones que atraviesa en este proceso, de modo análogo a Canuto. De este modo trasciende el cine indigenista por lo que respecta a documentar la resistencia y las luchas de los pueblos originarios, aunque no deja de hacerlo en diversos aspectos. También la función del audiovisual como autorregistro de las tradiciones para ayudar a su conservación en el contexto de la modernización de la vida indígena.
Memoria e invención se conjugan en la historia, como es característico de las leyendas. Canuto, el personaje legendario de la película, fue un miembro de la comunidad que, en tiempos no tan lejanos como para que no hayan quedado testimonios de personas que supuestamente lo conocieron, atravesó un proceso de transformación de hombre en yaguareté, en onza.
Se trata de una relación mágica con el mundo animal de las que se consideran características del chamanismo. Pero este no es un documental sobre ceremonias de ese tipo sino que, por el contrario, se centra en las semejanzas que puede tener el proceso de convertirse en yaguareté con la actuación, tal como la entendemos en nuestra cultura. Esto se hace patente en las diferencias que se aprecian entre los intérpretes de Canuto. Hay un chico cazador que nos hace creer que es un yaguareté frente a la cámara, mientras que otro es un joven que siempre quiso vivir la experiencia de la transformación, pero sin el mismo talento para ello.
En esto hay también un giro con respecto a la capacidad reveladora que se atribuye a la ficción etnográfica. Cuando unos indígenas hacen, o tratan de hacer, el papel del yaguareté, la comunidad da pistas de que se interpreta a sí misma en la película, hace el papel del pueblo mbyá-guaraní en un documental destinado también al público no indígena. En consecuencia, así como registra una imagen para su memoria, crea otra para los criollos del país y los extranjeros.
Pero esto lleva a otro giro más en la historia. Ocurre en la línea narrativa documental cuando uno de los codirectores pasa a transformarse también en yaguareté. Es un proceso que está vinculado con el desarrollo de su personaje por lo que respecta al ejercicio del poder de dirigir. Creo que también hay en esta película sobre una leyenda indígena un cuento moderno acerca de las prácticas profesionales del cine y cómo pueden transformar a los que se dejan “poseer” por ellas.
De esta manera la película explícitamente se da vuelta. La historia interpretada por indígenas para una obra que otros dirigen se convierte en cine de ficción sobre los cineastas realizado por la comunidad. Es una transformación que se anuncia con sutiles pistas desde el comienzo por lo que respecta a las disoluciones del estilo etnográfico en la ficción, y no de cualquier tipo, sino la de Hollywood. El primer plano, mirando fijamente a cámara, del niño cazador que da la mejor interpretación de Canuto, por ejemplo, es un recurso usado por Alfred Hitchcock en otro personaje que se transforma: Norman Bates al final de Psicosis (Psycho, 1960).
A transformação de Canuto, por tanto, trata de transformar también a sus espectadores no indígenas, de hacernos aprender algo por la vía no siempre agradable de la confrontarnos con nuestros errores. Al final nos damos cuenta de que lo más importante que llegamos a conocer es lo bien que la comunidad puede jugar con las ideas que tenemos acerca de ellos y las películas sobre pueblos como el suyo. Es quizás un modo de hacernos desistir de la inclinación a tratar de desenterrar en ellos lo que no son, como lo hacen los arqueólogos y antropólogos, y que es algo que los mbyá-guaraní prohíben expresamente, como se cuenta en la película.
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