Recuerda y El archivo Bastardo


Por Mariana Martínez Bonilla

Hablemos sobre dos películas realizadas con material de archivo. Una sobre la relación de un padre con su hija y la otra, sobre la relación de una hija con su padre, o algo así. La primera de ellas es una entrega más de la trilogía (aún sin concluir), de la directora argentina Melina Terribili acerca de la memoria: Recuerda, también llamada Dialéctica del recuerdo. La segunda, El archivo bastardo de la peruana Marianela Vega Oroza.

Recuerda: Dialéctica del recuerdo se estrenó recientemente en el Doc Buenos Aires y en ella la cineasta explora su relación con su padre, el pintor Carlos Terribili, a través de sus compromisos artísticos e ideas creativas. Para ello, recurre al material de archivo, filmado durante más de 30 años, en el que los procesos poéticos de su padre aparecen como los protagonistas, pero también donde Terribili, el pintor, se expone como un ser humano sumamente complejo.


A partir de ello, Terribili, la cineasta, monta un documental muy cercano a lo observacional sin por ello dejar de lado la cercanía (en términos de afecto filial) con su protagonista. A lo largo de los más de 110 minutos de duración, las imágenes del archivo de su padre se entrelazan con aquellas en las que el pintor, considerablemente avejentado y no mucho tiempo antes de su fallecimiento, aparece ante la mirada de su hija para plantearle preguntas acerca de la naturaleza y las potencias del medio en el que se producen las imágenes en movimiento, sus imágenes en movimiento.

Son esos momentos compartidos los que permiten a la cineasta reflexionar no solo sobre el prolífico trabajo de su padre, sino sobre algunos temas de interés universal como la inminencia de la muerte, el paso del tiempo y las maneras en las que recordamos a nuestros seres queridos. Pero esa es solo una de las varias lecturas posibles de la película. Otra de ellas tiene que ver con el arte y los compromisos ético-políticos que puede asumir. Ojo aquí, ya que hablamos de posibilidad, en tanto el arte no tiene obligación alguna para con lo real. Sin embargo, la potencia de éste para con-mover e imaginar otros mundos posibles, lo dota de una efectividad tremenda para detonar el compromiso social y político, como afirma muy al inicio del filme el propio Carlos Terribili, quien siempre buscó la intersección de o justo con lo hermoso, como afirmó Roger Koza en la sinopsis que elaboró para el sitio oficial del Doc Buenos Aires.


Por otro lado, el trabajo de Marianela Vega que formó parte de la selección oficial y de la Competencia latinoamericana documental del Festival de Cine de Lima también se cimenta sobre la indagación en torno a los procesos creativos, pero lo hace desde la incertidumbre acerca de la relación con su padre, quien se distanció de su familia durante algún tiempo. La película toma su nombre del primer cortometraje realizado por Marianela Vega, una película de ficción en el que participaron su madre, su padre y su hermano, titulado El maldito bastardo.


A partir de una uveítis, padecimiento autoinmune, provocado por estrés, que dejó a Vega sin vista en un ojo, la directora se pregunta por la relación con su padre, con las imágenes del pasado y, por lo tanto, con la memoria familiar y personal. Dicho padecimiento no es abordado de manera literal, sino que se convierte en una metáfora sobre la imposibilidad de mirar a su padre y, sobre todo, de mirar-se con su padre. La autorreferencialidad, la memoria y las tensiones familiares no son temas ajenos a la directora, pues son motivos recurrentes en sus cortometrajes.

En El archivo bastardo, el punto de partida de Marianela es un dispositivo más cercano a lo ensayístico en el que remonta algunos de los vídeos caseros que su padre grabó durante algunas vacaciones y convivencias familiares, junto a las cuales se imprimen algunos textos o, más bien, anotaciones de la directora que transgreden la lógica narrativa (o no) de las imágenes que remonta. Y, sobre todo, dichas imágenes abren la posibilidad de una lectura crítica en torno a la posición socioeconómica de la familia Vega Oroza, pues mientras vacacionaban en un parque temático en los Estados Unidos durante los años 90, Perú estaba sumido en la crisis.

Formalmente, las cualidades expresivas del medio y, sobre todo, su plasticidad, permiten que Vega genere un dispositivo audiovisual en donde las palabras acompañan a las imágenes no para describirlas, ni problematizarlas, sino para poner en tensión la relación con su padre, cuya voz escuchamos en algunas ocasiones a través de los mensajes que deja para su hija en el buzón telefónico.


Por otra parte, El archivo bastardo es una película en la que el silencio tiene un carácter marcadamente protagónico. La atmósfera general del filme es incómoda, opresiva, tensa. Y es que el silencio habita los intersticios de aquella relación entre Marianela y su padre, intensificándose en el momento en el que la directora recupera una cinta en la que deberían estar algunas imágenes del asueto familiar, pero en la que solo encontró imágenes de su antigua casa. Su hermano se encargó de registrar aquellas habitaciones sobre las imágenes que alguna vez su padre grabó, obliterando así la memoria familiar, pero también creando una fisura en el sentido que sirve a la directora para hablar sobre el momento en el que su padre se separó de su madre, abandonando el hogar familiar.

Entre El archivo bastardo y Recuerda hay muchos vasos comunicantes que van desde la elaboración de una narrativa íntima, hasta una pregunta por las maneras en que nos contamos la historia de nuestros padres. En ambos largometrajes, el impulso de archivo que alguna vez fuese pensado como una manera crítica de reencontrarse con el pasado histórico traumático toma un matiz personal al concebirse como un modo de exploración personal en torno a los afectos familiares. Y, si bien nos encontramos aquí con un par de cineastas que no se arriesgan a explorar otras configuraciones de lo audio-visual con las herramientas de las que disponen, definitivamente cabe destacar que tanto Marianela Vega Oroza como Melina Terribili, ponen el afecto antes que el efecto y ahí radica no solo la belleza, sino la potencia de sus filmes.

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