Sing Our Song When the World Ends

 

Por Pablo Gamba 

Sing Our Song When the World Ends (Estados Unidos-México, 2024), de Andrea Florens y Tanner D. Masseth, ganó el premio Made in Chicago en el Chicago Underground Film Festival, que terminó el 15 de septiembre. Fue parte del programa 7, en el que también se presentó Monolito (Estados Unidos-México, 2023), a cuya realizadora, Teri Carson Valdés, entrevistamos en el blog. Reunió piezas de animación, como la de Florens y Masseth, e intervención digital de imágenes, como la de Carson Valdés. 

Andrea Florens es una cineasta y fotógrafa que se ha destacado como programadora en el Festival de Cine Latino de la ciudad estadounidense, mientras que Tanner Masseth ha sido realizador de varios cortometrajes. El estreno de Sing Our Song When the World Ends fue casi simultáneo en Chicago y en el festival Motel/X de cine de terror que se realiza en Lisboa. 

La narrativa del corto sigue el modelo de los videojuegos por lo que respecta a la deriva de la protagonista por diversos “mundos”, con significativas elipsis en el tránsito de uno a otro, y el diseño de ambientes y personajes refiere a un estándar profesional de imágenes de este tipo que se alcanza con notable solvencia en esta pieza. La protagonista es una niña a la que vemos al comienzo en una discoteca y que comienza a perseguirla la fuerza malévola de un personaje que parece un Papa diabólico. Hay una la sutil referencia a un famoso caso de abuso contra niños en el Preescolar McMartin y figura religiosa recuerda a los sacerdotes pederastas. Pero el recorrido delirante de la niña desborda y pone en tensión la lógica del videojuego, el formato narrativo y estético que contiene sus “mundos”. 

Hay una parte en la que una moribunda le hace una revelación a la protagonista de Sing Our Song When the World Ends: “Los hechos sobrenaturales son heraldos del Apocalipsis que viene. Esos hechos no son siempre sobrenaturales sino que se fabrican para abrir una ventana dentro de la cual todo es posible. Debes abrir el cielo y encontrarla”. 

Leería esto como una declaración sobre la estética de este cortometraje, en el que la falta de solución de continuidad entre lo que se entiende en el marco de la narrativa de videojuego y lo que no, porque no obedece a esa lógica, abre posibilidades apocalípticas que apuntan hacia el fin de esos “mundos”, tal como los conocen los jugadores. Aquí la continuidad desestabilizadora del orden no se da entre lo natural y lo sobrenatural, como en los géneros fantásticos, sino entre los “mundos” que por hábito ya se pueden reconocer de algún modo como propios, y un más allá de posibilidades fantásticas desconocidas que se abre en el cielo de este juego. 

Pero una realidad apocalíptica hace pensar también en lo contrario a esas posibilidades virtualmente infinitas, en el destino trágico de piezas como esta, que significativamente es parte de un festival que, al programarla, la ubica en un espacio underground socialmente paranormal. El estreno paralelo en Motel/X podría dar la impresión ilusoria de que cortos como este del género fantástico tienen un lugar en el circuito del “cine de terror”, como en casos excepcionales podrían llegar a encontrarlo en el “cine de arte”. Pero mientras que las posibilidades de hacer un cine de animación de nivel profesional de dominio del medio digital como este se expanden cada vez más, el lanzamiento para el público sigue siendo un salto mortal sin red por circunstancias que poco tienen que ver con el talento de los cineastas. Lo bueno es saber que algún día ese mundo también se va a acabar y podremos cantar nuestra canción, como dice el título del corto.

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