Más cables que personas y Aka 赤
Por Pablo Gamba
En el festival Analogica 14 de Bolzano, en el norte de Italia, que se especializa en películas que usan tecnologías de ese tipo, están Más cables que personas (Argentina, 2024), de Camila Dron, y Aka (Estados Unidos, 2024), de Abinadi Meza. La primera se estrenó en el BAFICI, en Buenos Aires, y la segunda en MA/IN, festival de arte digital y música experimental que se realiza en Matera, Potenza y Lecce, también en Italia. Ambas piezas trabajan la relación del cuerpo humano y el fílmico, las tecnologías fotoquímicas y electrónicas, y entre la imagen y el sonido.
Más cables que personas es producto de una técnica que Dron ha trabajado en tres cortos de animación y que desanda el recorrido del desarrollo tecnológico: va de la imagen digital a la cianotipia, procedimiento fotográfico del siglo XIX. Tanto en la pieza anterior, La próxima te acompaño (Argentina, 2023), como en Más cables que personas, reproduce artesanalmente y anima imágenes médicas del cuerpo. En este caso recurre, además, a la inteligencia artificial.
El motivo del diagnóstico por imágenes computarizadas está presente en otras piezas sobre las que hemos escrito, desde su asimilación a la forma del relato autobiográfico en El nacimiento de una mano (Argentina, 2022), de Lucila Podestá, hasta el insólito retrato que produce la cámara que se traga el protagonista de Un gif larguísimo (España-Noruega-Grecia, 2023), de Eduardo Williams. Pero aquí trae a colación el problema de la tecnificación de la mirada al paciente.
En las piezas de Camila Dron es una cuestión que se hace patente en la desfamiliarización de las imágenes de las que se apropia y que en este caso explicita en un texto escrito en la pantalla. Se trata de una frase iluminadora por lo que respecta a la relación de la artista con la persona del paciente: “Ser deliberadamente irreal es una muestra de honestidad”. Siendo consecuente con esto, lo que crea la cineasta en Más cables que personas es una posibilidad no médica sino cinematográfica y poética de expandir la mirada de las máquinas que examinan un cuerpo.
La frase “más cables que otra cosa” se escucha en una grabación en el corto y apunta hacia la deshumanización, como el “más cables que personas” del título. El aspecto que adquieren los registros médicos en los cianotipos animados, en cambio, es de una imaginación humana de sorprendente alcance surrealista, que da la impresión de que llega, partiendo del cuerpo, a espacios análogos a las nubes o el mar, siendo asistida en esto por otra tecnología, la IA.
El retrato que de algún modo hay aquí en las imágenes del paciente me hace pensar, por tanto, en la visión simultánea del cubismo por lo que respecta al adentro y el afuera. La relación arte-ciencia recupera también así el vanguardismo del siglo XX, pero con una ternura novedosa, para abrir otras posibilidades a los sentidos y sentimientos con tecnologías del presente y del pasado.
En Los Experimentos hemos escrito sobre los dos cortos anteriores de Abinadi Meza pintados a mano sobre soporte fílmico transparente intencionalmente deteriorado. Son los de la serie que integran Aka, Tlaloc (Lines Drawn in Water) (Estados Unidos-México, 2023) y Parangolé (Estados Unidos, 2023). Considerados en conjunto, hay otra característica que vale la pena poner de relieve y es la diversidad de las culturas. En este caso se trata de la japonesa, lo que es pertinente tanto por la referencia de la palabra del título en ese idioma al color rojo del que está pintada la película como por su asociación con la vida. También por el “tren bala”, representativo de la vertiginosa modernización del Japón, cuyo ruido eléctrico es la base del sonido de Aka.
Son diversos los tiempos que se conjugan en esta pieza. El primero es del deslizamiento de la cinta con la que se hizo el cortometraje y que produce las imágenes fílmicas; el segundo, el de la circulación de esa materia roja que evoca la vida por su parecido con la sangre; el tercero, el del desplazamiento en un medio de transporte de alta velocidad hacia un lugar que podría ser Japón.
El cortometraje es una inmersión en esta experiencia. Pero me hace pensar también en los Hale’s Tours, las atracciones de viajes con proyecciones en las ventanas de los comienzos del cine, y en las películas de ciencia ficción de aventuras en el interior del cuerpo humano. En esto podríamos hallar otra conexión insospechada entre el cortometraje de Abinadi Meza y el de Camila Dron.
Pero, por las técnicas, Aka es algo ya visto en el cine experimental, a diferencia de lo que ocurre con Más cables que personas. Por tanto, igual que como escribimos sobre Parangolé, de lo que se trata principalmente con piezas como esta es de mantener vivo lo que se considera anacrónico por referencia a la obsolescencia programada de las tecnologías del cine. Es otro tiempo, entonces, que hay que añadir, el del pasado que no muere en el presente, el de las resistencias.
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