Ajuste de pérdidas


Por Mariana Martínez Bonilla

Ajuste de pérdidas (2024), la más reciente película del artista mexicano Miguel Calderón, forma parte de la sección Ahora México de la 15a edición del FICUNAM. Su estreno mexicano tuvo lugar en el Festival Internacional de Cine de Morelia e internacionalmente tuvo su premiere en el IDFA de Ámsterdam. 

La película, coescrita con Guillermo Fadanelli, es la quinta producción cinematográfica y el primer largometraje no ficcional del también fotógrafo. En ella se narra la historia de Pedro, un ajustador de seguros que viaja a través de México, encontrándose con la más nefasta corrupción y con un grupo de carroñeros que buscan beneficiarse a toda costa de las tragedias, tal y como indican las sinopsis de los festivales y el kit de prensa del filme.

La relación entre Miguel Calderón y el carismático protagonista de su película comenzó cuando este último adquirió una fotografía de un buitre, hecha por el artista, convirtiéndose en una suerte de “mecenas”, tal y como indica el diálogo que da inicio a Ajuste de pérdidas. Con este filme, Calderón incursionó en el formato documental. Sin embargo, se replican las coordenadas que han definido su trayectoria: la colisión entre lo íntimo y lo social, la subversión de las narrativas hegemónicas y la exploración de las grietas que revelan la verdadera naturaleza de las cosas. De tal manera, Ajuste de pérdidas se erige como un artefacto complejo que desafía las convenciones del género documental, apelando al desvelamiento de sus mecanismos retóricos.


Lo anterior se hace patente al mostrar la convivencia cotidiana entre el director y el protagonista, quien lo interpela constantemente, más allá de la puesta en escena, así como a partir de un montaje no lineal a través del cual se produce una suerte de efecto narrativo tragicómico que oscila entre la tragedia, la sangre fría del ajustador y las preguntas existenciales que el artista plantea. 

Esta obra se despliega como una constelación de testimonios y eventos (la muerte de un caballo; un suicidio o, tal vez, muerte por negligencia; la fiesta privada de Pedro en el mar), en apariencia dispares, que tejen una red de conexiones profundas. Calderón no busca establecer una verdad absoluta, sino hablar de la desigualdad y la avaricia desde la experiencia de Pedro, cuya actividad laboral es contradictoria. Este no es un documental sobre víctimas en el sentido tradicional, sino sobre los ecos de la pérdida en el tejido social y, quizás lo más inquietante, sobre la forma en que esta pérdida se metaboliza, se monetiza o se ignora.

La cámara de Luis Montalvo no es una mera observadora, sino una participante activa y una cómplice que se inmiscuye en situaciones incómodas. Los retratos que emergen son de una complejidad conmovedora: personajes que navegan la adversidad con una resiliencia inaudita, otros que se han endurecido ante la crudeza de su realidad y algunos que, paradójicamente, encuentran en la pérdida una extraña forma de libertad o reinvención. Es en esta galería de rostros y voces donde el documental encuentra su mayor fortaleza, revelando la diversidad de las respuestas humanas ante lo irremediable.

Calderón, fiel a su formación como artista visual, dota a Ajuste de pérdidas de una estética distintiva. La cinematografía es cruda y visceral, evitando los artificios para privilegiar la autenticidad de la imagen. La edición es fragmentaria y no hay una tesis central que determine el flujo del relato, sino que, en su lugar, encontramos una serie de interrogantes que invitan al espectador a construir sus propias conexiones y conclusiones.


Quizás el aspecto más provocador de Ajuste de pérdidas radica en su exploración de la relación entre la pérdida y la ganancia, a través de la cercanía entre el ajustador y el artista. Calderón muestra cómo la ausencia, ya sea de un ser querido, de un patrimonio o de un futuro, puede ser capitalizada de diversas maneras. El documental se adentra en el oscuro entramado de la burocracia, la especulación y la explotación que a menudo se ciernen sobre aquellos que han sufrido una “pérdida”. Es en este punto donde la crítica social de Calderón se vuelve más incisiva, denunciando la deshumanización inherente a ciertos sistemas y la forma en que la tragedia individual puede ser subsumida en una lógica de mercado. 
La mirada del director es sutil, llena de matices, y no está exenta de un humor negro que pone en crisis al relato constantemente, como cuando hacia la mitad del filme hay un desfase en la veracidad del testimonio de Pedro, quien relata una supuesta relación con Diana, una mujer a la que previamente vimos ser entrevistada para un casting. Más tarde, la escuchamos establecer un diálogo con Pedro, quien recibe órdenes por parte de un director de escena y su equipo de producción, mientras está sentado en un escenario teatral.

En retrospectiva, a la luz de su recorrido y de la persistencia de las problemáticas que aborda, Ajuste de pérdidas se consolida como una obra fundamental en el panorama del cine de no ficción mexicano contemporáneo. Es un trabajo que va más allá de la mera exposición de hechos, movilizando sus recursos narrativos y estéticos propios de la ficción para invitarnos a reconocer la compleja geometría de la pérdida en un mundo que a menudo se empeña en cuantificar todo. A partir de su exploración descarnada del mundo del mercado artístico, su impacto radica no solo en lo que muestra, sino en lo que nos obliga a poner en cuestión nuestra relación tanto con lo que asumimos como real como con la sociedad en la que habitamos.

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