Las apariencias
Por Mariana Martínez Bonilla
Las apariencias (2023), el más reciente filme del artista y cineasta argentino Nicolás Onischuk, tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine Documental de Yogyakarta, Indonesia, y ha sido exhibido tanto en los festivales europeos de cine documental de Copenhague (CPH: DOX, 2024) y Viena (Ethnocineca, 2024), como en los latinoamericanos de Buenos Aires (FIDBA, 2024), Colombia (Sanfici, 2024), Perú (Lima Alterna, 2024) y Ecuador (Cámara Lúcida, 2024).
El creador interdisciplinario explora las tradiciones orales y los paisajes de La Pampa, así como también las relaciones humanas que con la naturaleza y los rituales de la cotidianidad. En Las apariencias, Onischuk permanece fiel al estilo contemplativo y poético de sus trabajos anteriores, y nos entrega una película sobre las experiencias de los puesteros del oeste argentino a la que podríamos calificar de espectral.
El director, acompañado por su coguionista, Agustina Arrarás, observa las vidas de algunos de los habitantes del pueblo ranquel en Santa Isabel, Victorica, Algarrobo del Águila, Agua Poca y La Puntilla, todas ellas en La Pampa, lugar en el que habita actualmente. Esta zona rural es el telón de fondo en el que se desarrollan las historias de algunas familias campesinas dedicadas a la crianza de cabras que habitan en construcciones de adobe conocidas como puestos. De ahí que los llamen “puesteros”.
Actualmente, los puesteros son personas mayores, pues sus descendientes han abandonado el campo para trabajar en la ciudad. Por eso la importancia de recuperar su tradición oral, pues en ella se inscriben las trazas identitarias ancestrales del pueblo originario.
Según la sinopsis que encontramos en el sitio web del director, Las apariencias es un retrato poético, atmosférico y onírico, donde antiguas historias de espíritus se evocan en la oscuridad entre la realidad y el más allá. Lo anterior se hace patente a lo largo de los 90 minutos de duración del filme a través del entrelazamiento de lo real y lo mítico.
Desde el inicio de la obra es posible intuir que en ella se desplegarán una serie de dicotomías que funcionan como ejes de negociación del sentido. De entre las condiciones narrativas y formales múltiples de esa negociación, me interesa destacar dos. A saber: la oralidad testimonial y el registro fotográfico del filme (tanto en la iluminación como en la composición).
Como se hace explícito por los propios puesteros entrevistados, las apariencias son apariciones sobrenaturales que ocurren en el campo. Cada uno de ellos narra sus encuentros con ellas y los rituales que los anteceden.
Un primer eje de dicha negociación del sentido está dado por el motivo de la apariencia, como una aparición singular, incapaz de ser representada fuera de los límites del relato oral, pero que no por ello cesa de pertenecer al registro de lo comunitario, entendiendo esto último como la inscripción de la memoria individual y la colectiva a través del relato de las experiencias singulares que conforman la cosmovisión de los puesteros. De ahí la relevancia de cada uno de los testimonios que el director reúne e hilvana a lo largo de su filme, cuya carga sonora deviene uno de los motivos más relevantes de su poética.
El segundo de estos ejes está dado por la relación entre la luz y la oscuridad. Y es que, las apariencias enmarcan también la diferencia entre el día y la noche, cuando el campo se transforma y se convierte en el telón de fondo sobre el cual tendrá lugar la aparición de lo espectral. Aquí nos encontramos de nuevo con un registro que produce un hiato entre lo visual y lo sonoro, como ya se había visto en el cine vanguardista de mediados del siglo pasado y que alcanzó su cumbre en el trabajo de Marguerite Duras, de sobra conocido.
La iluminación casi tenebrista de la fotografía nocturna en Las apariencias anuda, como mencioné unas líneas antes, la imposibilidad de representar aquello que los puesteros llaman “aparición”. Los espacios de la vida humana aparecen acá delineados, asediados por la oscuridad inconmensurable. Como contraposición, y me atrevería a decir que casi como ejecución dialéctica, la película impone registros luminosos de la vida animal en el campo.
La oscuridad de planos medios y generales se enfrenta así a los planos detalle que van ampliando sus escalas hasta que el pelaje blanco de un animal que respira agitadamente se modifica hasta el punto de mostrar a un trío de cabras. Lo mismo sucede cuando, después de otro testimonio, un travelling que comienza como un primerísimo primer plano de un hueso descarnado nos lleva a conocer a los perros que se alimentan con la osamenta.
Y aquí tal vez, cabría hablar de un tercer nivel de negociación del sentido. Éste tiene que ver con el encuentro entre la tradición y la modernidad, entre aquellos que se quedan y quienes están ausentes pues han decidido migrar. Ante la imposibilidad de narrar oralmente el agotamiento y el tedio, la visualidad enmarca la gestualidad pasmada de esos cuerpos, el montaje opera una condensación temporal que solamente puede ser lograda por el cine, como diría J-L. Comolli, revelando así el ritmo de la vida y las tradiciones puesteras.
Así, la película nos introduce a la observación de la vida cotidiana de los ancianos que habitan en los puestos. Ellos se alimentan, arrean a su ganado e, incluso, se rasuran frente a un viejo espejo. Sus rostros envejecidos no solamente por la edad, sino por el arduo trabajo en el campo, dan cuenta de las dificultades de la vida en estas regiones. Sus acciones cotidianas, como afirman los creadores de Las apariencias, dan cuenta de su lugar en el mundo.
Finalmente, no es de extrañar que este trabajo de Nicolás Onischuk haya sido declarado como Película de Interés por la legislatura de la provincia, la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional de La Pampa, pues con una sensibilidad aguda, el director captura la esencia de un lugar donde la memoria colectiva se transmite de generación en generación, dando vida a un documental que trasciende lo que comúnmente entendemos como cine de no ficción para adentrarse en el terreno de lo onírico y lo simbólico.
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