El aroma del pasto recién cortado

Por Francisco Tinajero 

Una década después del estreno de su largometraje La tercera orilla (2014), Celina Murga presentó en el Festival de Cine de Tribeca El aroma del pasto recién cortado, película protagonizada por dos rostros bastante conocidos del cine contemporáneo: Joaquín Furriel ‒El patrón, anatomía de un crimen (2014) y El hijo (2019), ambas del director Sebastián Schindel‒, como Pablo, y Marina de Tavira –Roma (2018), de Alfonso Cuarón‒, como “Natalia”. Como en La tercera orilla, contó con la producción ejecutiva de Martin Scorsese, que ha colaborado con Murga desde 2008 por haber ganado ella la Beca Rolex. 

Esta nueva película relata el mismo conflicto desde dos perspectivas, cada una con su respectivo protagonista: los amoríos entre unos docentes universitarios y sus alumnos. Como declaró la directora en la entrevista que otorgó a la revista electrónica Directores, la historia de El aroma del pasto recién cortado está fuertemente conectada con el espectro sociopolítico contemporáneo, sobre todo el concerniente a las problemáticas de género. “Allá por el 2017 empezamos a escribir el guion en un momento en el que estábamos todos muy atravesados por la situación de la lucha por la ley a favor del aborto y nos empezamos a preguntar: ¿todas las mujeres somos buenas o malas por ser mujeres? ¿todos los hombres son buenos o malos por ser hombres?”, dijo. 

De esta forma, Murga busca complejizar las relaciones de género más allá de las radicalizaciones esencialistas en aras de generar una comprensión más amplia de la sociedad actual, con especial énfasis en los ámbitos laborales y familiares. Para esto presenta los relatos de dos profesores universitarios de mediana edad que se encuentran en momentos complicados de sus vidas: entre los ascensos y las disputas en el campo académico-científico, los gastos y deberes de la vida diaria, en conjunción con el decaimiento marital y la crianza de sus hijos adolescentes, Pablo y Natalia encuentran en la aventura amorosa con sus alumnos, Luciana (Verónica Gerez) y Gonzalo (Emanuel Parga), respectivamente, una vía de escape ante la monotonía citadina. 

Si bien las historias de ambos protagonistas contienen los mismos elementos narrativos ‒matrimonios inestables, trabajan en la misma universidad (la de Buenos Aires), imparten la misma materia (Agronomía) e incluso utilizan casi los mismos métodos didácticos; tienen el mismo número de hijos (Natalia dos hijas, Pablo dos hijos), viven en el mismo edificio‒, lo realmente interesante de la película radica en que muestra cómo el género se convierte en una categoría clave de la experiencia en el mundo y en particular del amor. Es decir, cómo el hecho de ser hombre o mujer configura la forma en que cada uno de los personajes se relaciona con su entorno y viceversa, cómo la sociedad reacciona hacia ellos como amantes. 

A este respecto resultan cruciales las secuencias en las que ambos son llamados a rendir cuentas ante el director de la facultad, luego de que se hicieran públicos sus romances por medio de las redes sociales. En el caso de Pablo, se muestra más indulgente e incluso bromea con él en torno al tema, mientras que con Natalia es más severo. Es relevante mencionar que en ningún momento la cinta profundiza en los conflictos éticos que conlleva un vínculo de esta índole entre profesor-alumno; en su lugar, presenta el hecho desde una forma simple que conduce a una normalización ‒mas no romantización‒ de estas dinámicas de poder. 

Asimismo, la resolución de cada relato es diametralmente opuesta: por una parte, Pablo logra recobrar su estabilidad marital por medio de un pequeño diálogo, y la película nos ofrece una última imagen de esta pareja en el parque mientras juegan basquetbol; por la otra, Natalia, luego de intentar restablecer su relación acudiendo a una fiesta en compañía de Hernán (Alfonso Tort), su esposo, se separa de él y cada uno toma direcciones contrarias. Con estos finales la directora remata su punto de vista: las diferentes implicaciones genéricas que conlleva una infidelidad, donde, si es un hombre quien la comete, resulta menos grave que si lo hace una mujer.


A pesar de que en la obra predomina una asociación semántica y narrativa ‒en cuanto a que cada relato sigue los mismos motivos con elementos similares, salvo ligeras excepciones de estilo‒, sus enlaces son débiles y no establecen una intensidad lo suficientemente fuerte como para construir puentes que trasciendan los motivos narrativos de simetría. En otras palabras, más allá de la correspondencia en los elementos de la puesta en escena (organización de sus hogares y diálogos con sus parejas) y en el desarrollo de los conflictos con sus entornos, la obra no consigue profundizar en la relación que una historia tiene con otra, ni en cada una de ellas de forma individualizada. Esta forma de desplegarse le resulta perjudicial a la cinta en tanto que lo que pudo haberse salvado de un lado se pierde del otro.

Tomemos como ejemplo aquellos momentos en los que predomina la comedia: Pablo le cuenta un chiste a Carla (Romina Peluffo), su esposa; minutos más tarde, Natalia cuenta la misma broma a Hernán. Este procedimiento le es contraproducente al filme, pues, en términos cómicos, arruina el “abracadabrismo” necesario para que surtan efecto en el espectador. Tal y como sostiene Andrés Barba en su libro La risa caníbal (2021), “un pequeño desliz, una equivocación mínima, y el conjuro no se producirá” (36). Por tanto, El aroma del pasto recién cortado trabaja sobre una estructura de espejo que brinda apenas retazos potenciales de las situaciones problemáticas que conlleva el vínculo de pareja entre profesor-alumno y, por lo tanto, sólo logra quedarse en la punta del iceberg.

A pesar de estas limitantes, es una película que trata de responder a cuestiones contemporáneas que aquejan a la sociedad entera ‒aunque en realidad sólo las expone‒. De manera que es una obra que está bien ubicada en su tiempo histórico y que puede funcionar a manera de introducción a la profundidad de estas problemáticas que, sin duda alguna, son tema de conversación, o deberían serlo, en las instituciones académicas. Así, más allá del puro aroma de la hierba recién cortada, podríamos hablar de un campo ya podado. 

Referencias

Barba, Andrés. “Sobre el chiste como una de las bellas artes”. La risa caníbal. Humor, pensamiento cínico y poder, 2021, pp. 33-40. 

Directores AV. “Entrevista a Celina Murga - El aroma del pasto recién cortado”. YouTube [en línea], 21/10/2024, www.youtube.com/watch?v=_qOATxcjiq4

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