Conversación con Max del Río


Por Francisco Tinajero 

En los tiempos actuales las cinefilias ‒y con ellas, la distribución‒ se han diversificado tanto que si queremos ver la filmografía completa de Kieslowski o algún que otro estreno infame como Mesa de regalos (2025), de Noé Santillán-López, basta con que acudamos a las comunidades digitales, muchas de ellas con nombres que satirizan “las buenas costumbres/prácticas” del cine, para leer las opiniones ‒ora ridículas, ora acertadas, pero siempre con el cine en el centro de la conversación‒, o para conocer su disponibilidad de visionado en nuestros sagrados aposentos naranjosos cifrados en alfabeto cirílico ‒guiño guiño‒. 

Lejos de la imagen ideal de los artistas que celebran la distribución alternativa de sus obras, valga recordar las fotos de Béla Tarr y Barry Jenkins en puestos de películas piratas en Perú y México respectivamente, lo cierto es que los directores/artistas no siempre ven con buenos ojos estas acciones. Ahora bien, qué pasa si es el cineasta mismo quien coloca su propio material de forma libre en estos circuitos de formación y circulación alternos a lo mainstream y lo académico. Por un lado, esto implica ya una manufactura personal ajena a los mandatos de mercado implícito en tales o cuales contratos con los productores; por el otro, esta decisión es también un posicionamiento político, sobre todo en la actualidad regida por las plataformas de streaming

Este es el caso de Max del Río, director originario de Campeche, estado ubicado al sur de México, quien publicó su cinta La película (2023) en diferentes grupos de Facebook que, entre broma y broma, están centrados en la discusión, difusión y creación de comunidades cinéfilas. La visión crítica no carente de comedia absurdista del film acerca del campo cinematográfico/cultural mexicano actual está en consonancia con su política de distribución, ya que presenta, a través de la historia de Tomás (Martín Mendez) ‒un joven director que intenta abrirse paso en el circuito cinematográfico nacional por fuera de los ámbitos institucionales, cineasta clásico, en el sentido de los primeros directores que se formaron en la práctica guiada por la intuición de formación autodidacta‒, una perspectiva ácida en torno al sistema de apoyos económicos para el desarrollo de pequeños y medianos proyectos fílmicos ‒¿quiénes deciden qué narrativas fomentar y cuáles no?, ¿por qué son tan difusos estos criterios?, ¿por qué sí a unos y no a otros?‒, razón por la cual ha resultado incómoda para no pocos espectadores. En Los Experimentos tuvimos la oportunidad de conversar con Max del Río sobre estas y otras cuestiones de su película.


Vamos a empezar a hacer pelis así, porque en este panorama no hay otra manera, hay que hacer micropresupuesto”. Siempre que hablo con compañeros cineastas, otros jóvenes cineastas, les digo: Güey, micropresupuesto

—Me parece que en tu película se hace una crítica bien interesante al circuito cinematográfico nacional. Creo que estás haciendo una crítica desde la comedia, desde el absurdo. ¿Qué nos podrías contar al respecto? 

—Pues estaba chavo y eran los temas que me tocaban en ese momento. La idea de hacer película punk siempre me gustó, tratar de hacer ese ruidito de chingar a Omar Chaparro o a Videocine. No sé, siento que esa de Omar Chaparro, por ejemplo, sí sentía que iba a pasar tarde o temprano, es de esas ideas que luego sientes que si no la hago yo, la va a hacer alguien más, dices “Esto es algo que van a decir los chavos”. Como esta transición que he tenido en los grupos de Facebook de cine de cinéfilos mamadores como de ser parte a ser comentado en esos grupos. Eso ha estado raro para mí. Como que me sentía muy parte de esa comunidad y sentí que era como darle voz un poco. Después de que salió la peli y sentí que la criticaban a través de una lupa, como que ya me separé. Ya dije: “No, que se vayan a la mierda estos güeyes, nunca les vuelvo a dar gusto”. Igual ya la peli nueva que hice ya me separé un poco de querer darle gusto a esa banda, pero esta fue para mí esa peli para darle gusto a los cinéfilos o a la comunidad que yo me sentía parte en ese momento. 

—Creo que esa gran crítica está presente en estas secuencias en las que Tomás y Paco están haciendo su cortometraje para aplicar al apoyo. 

—Me pasaba igual. En Campeche está el PECDA [Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico], es como el único apoyo que hay y al año dan 60 000 varos [pesos mexicanos], pero compites contra los de escultura, los de danza, o sea, como que todos los artistas contra todos, los jóvenes. Creo que hay un límite de edad para ganarlo. Y pues yo sí estuve toda la adolescencia intentando ganar esa mierda y nunca la gané. Lo que pasaba con el PECDA es que siempre pasaban tu idea por un filtro para que les guste a ellos, como que todas las ideas las tenías que convertir de alguna forma en un comercial para cultura y yo sentía que eso nos tenía bien amarrados a todos. Por ejemplo, yo quiero hacer mis canciones, pero para el PECDA nunca me van a aceptar unas canciones mías. Entonces lo que tengo que hacer es presentarles un álbum que se llame El mar de Campeche y “¡ah, música inspirada en el mar de Campeche!”, e hiciste tu álbum que te valió verga, pero usas la lana para tu proyecto real. Entonces es un loop donde pues haces un proyecto que no quieres hacer o la gente se lo gastaba en equipo. Fotógrafos de que “¡ah quiero hacer una sesión de fotografía que se llame Mi Campeche lindo”. Órale, ahí están 60 000 varos. Se compraban la cámara, lentes y tomaban fotos de Campeche y las entregaban, pero como tal los proyectos no sirven porque pues son como entregar una tarea. Está mal y yo estaba bien frustrado con eso. Toda la crítica creo que viene de este enojo real, de estar en ese lugar y no me lo estaba imaginando sí lo estaba viviendo real. Y dije: “Pues yo creo que también hay más gente que lo ha de estar viviendo igual”. 

—Super interesante esto de una película punk. Una película muy crítica. Creo que también por eso Tomás opta por hacer su propia película, por hacer esto más caótico. ¿Por qué no puede terminarla? 

—Porque creo que para criticar para fuera igual hay que criticarse para dentro. No puedes dejar exento de culpa al cineasta. No puedes decir “está mal el sistema y el cineasta es una verga y pobrecito”, porque igual hay muchos que están pendejos y también eso es lo que quería representar. Como luego el cringe [incomodidad] que se llega a dar o cómo se toman malas decisiones o cómo al no tener la filosofía correcta, haces cualquier tontería. Entonces, como que la idea de tener la filosofía clara. Es importante entender tu película desde un lado. O sea, para qué sirve. Esa película para qué es, como una película con intenciones. En las dos que llevo creo que siempre he intentado eso, que esta película sirva de algo. Para mí, para mis amigos, para una comunidad, pero que sí sirva de algo. Que sirva para mover algo. La película creo que cumplió todas las expectativas que le tenía, excepto la de más películas campechanas. Porque sí sabes que La película es la primera película campechana, ¿no? 

—Esa era la otra pregunta, exactamente. ¿Por qué crees tú que es la primera producción de Campeche? 

—Pues que es la primera X, ¿no? Hasta ahí bien, pero lo que me preocupa es que no haya habido otras. Conociendo a la comunidad de Campeche, dije “lo que hace falta es que vean que se puede hacer una, que no se sienta imposible”. Quitar eso del camino, decir: “Imposible no”. Chance no es la mejor película, pero de que la hice, la hice y de que me consiguió chamba y me ayudó en mi carrera 100 %. Entonces era entender que hay un miedo gigante por hacer una película hasta que dices: “Güey, la puedes hacer medio culey, aun así te va a ayudar”. Premia mucho el hacer en contra del no hacer. El estar pensando en tu película perfecta o prometer que vas a hacer una película perfecta no vale nada contra hacer una película imperfecta. Haces películas aunque haya mejores que la tuya, aunque no seas el mejor director, creo que la voz de cada quien implica entender que es importante. 

—Todo lo que quería cumplir con La película me sirvió y creo que se cumplió, excepto más películas campechanas que creo que ya viene una más de un miembro de mi equipo de Campeche. Pero yo estaba seguro que neta al siguiente año de hacer la mía iban a salir tres. Yo estaba seguro y dije: “Esto es lo único que necesita Campeche”. Regresando a esto de que todas las películas sirvan de algo. Esta película a mí sí se me hacía como para hacer ver fácil hacer una película. Como desmitificarlo y decir: “¿Qué onda? Vamos a empezar a hacer pelis así, porque en este panorama no hay otra manera, hay que hacer micropresupuesto”. Siempre que hablo con compañeros cineastas, otros jóvenes cineastas, les digo: “Güey, micropresupuesto”. Pero otros güeyes me han dicho: “No, ando tratando de levantar 10 millones para mi primera peli, por eso he andado frenado con esa peli unos años”. No, güey, pues porque 10 millones está bien cabrón que te los confíe alguien, pero tú, o sea, si yo conseguí 100 000 varos, tú puedes conseguir fácil un millón de varos y hacer una peli chiquita y no te claves tanto. Pero no, como que la banda le trae miedo. Le trae miedo a que le salga culera. Yo lo que hago es sentirme en el pasado, decir: “Bueno, mi película está culera, pero pues era un chamaco”. Hice La película a los 22 y esta nueva de A toda madre la hice a los 27. Entonces, dices: “Pues ahí que se vean 5 años”. Igual mis cortos de 2019 contra La película, pues ahí habían 5 años igual y de La película a mi otra película otros 5 años, que se vean esos 5 años qué pasó en medio. Se puede ver la mejora, creo que eso como cinéfilo te es sabroso, ver la mejora del cineasta. 

—Hablando de los presupuestos y todo eso, ¿hay algunos apoyos públicos en Campeche, más allá del PECDA? ¿Algo que sea como de Imcine o de Fidecine? 

—Pues son nacionales, supongo que podrías aplicar. Pero no, el PECDA es como el a ganar cada año. 

—Y como dices, en cultura general, ¿no? O sea, para todos. 

—Sí, me ganaron otros cineastas, me ganaron los de danza, me ganaron los de grabado, me ganaron güeyes así que dices; “¿Qué es esa mierda?”. De otra cosa totalmente diferente. ¿Cómo me comparo yo? Pues sí, mi pendeja película, quién la quiere hacer. Sí, estos güeyes que pinten, pues sí, seguro si pintan bonito. Pues ni para competir. Está espantoso. 

—Ahora, ¿qué aspectos dirías tú que diferencian, por ejemplo, esta película campechana a otras películas más centralistas? ¿Cuál sería esa diferencia entre tu película de Campeche y una película hecha aquí en la capital? 

—Cuando estaba empezando la peli lo primero que hago es clavarme como en la filosofía de qué estoy haciendo. Veía muchas entrevistas de otros directores de pelis chiquitas. Me interesaba mucho, en lugar de estar escuchando a Spielberg porque dije “no es mi contexto, pero a ver, déjame escucho a Samuel Kishi, déjame escucho a Marcelo Tobar, Alejandro Aldrete”, como güeyes que hicieron pelis en contextos similares al mío. Y Samuel Kishi decía, creo que no lo dijo él, creo que es de Chéjov la cita, pero creo que decía: “Si hablas de tu aldea, hablarás del mundo”. Entonces, como que la idea era irme muy general, hasta cuando lo presenté en Campeche la duda era “pero nadie la va a entender afuera, ¿qué pedo?, porque sí, esa película la entendemos aquí en Campeche perfectamente, pero fuera como que va a estar raro”. Y les dije: “Pues hay que confiar”. Yo confío en que si es algo bien local, chance y eso se traduce bien de alguna forma. Es que está chistoso decir “Campeche”, no sé como que está tan perdido en la historia que de alguna manera se siente como hasta inventado que pase ahí tu película. Entonces, ¿qué diferencias hay? Que Campeche no tiene Cfilma [Comisión de Filmaciones de la Ciudad de México], que es la comisión de filmaciones que son los que te cobran. Pon tú, aquí en Ciudad de México tú quieres grabar en un parque, está el precio en Cfilma. Se sabe cuánto cuesta grabar en ese parque, se sabe cómo se tiene que tramitar el permiso, un policía sabe qué hacer cuando te ve con un tripié, en Campeche no. Tú llegas a cualquier cafetería a querer grabar, ya fueron 10 veces, güey. Ya grabó Televisa ahí. Te dicen: “Ya cobramos 50 000 pesos para que grabe Como dice el dicho aquí”. Ya es una comunidad mucho más acostumbrada. 

—El otro día bajé de mi edificio donde rento y estaba el José Eduardo Derbez vestido de Amazon, grabando un comercial aquí en la calle. En Campeche nunca. Sí van a grabar series de HBO o de Disney y no hay quien les cobre, ya se dieron cuenta creo. Han estado yendo seguido a Campeche porque no hay quien les cobre. Llegan y “¿qué onda?, ¿podemos cerrar el centro?" Y pues los de turismo: “Sí, pues viene Mauricio Ochmann, ¿no? Pues ciérralo. Sí, ciérralo, ¿cómo no?”. Como que Campeche está muy virgen en ese aspecto, entonces creo que eso sí me funcionó. El poder estar grabando en la calle que nadie te tira un pedo, poder llegar a pedir un lugar para grabar. También conseguir a tanta gente que era su primera película aquí era imposible, buscar actores y que todos digan: “Sí, sí quiero porque también es mi primera película”. O todo el crew también fue su primera película. Como que tan virgen aquí no existe, creo. 

—¿Crees tú que hay alguna, digamos, tradición crítica, ya sea en el pasado o en la actualidad, en torno a este centralismo?, ¿conoces algunos autores, autoras que estén tratando estos temas en contra del centralismo del cine mexicano? 

—Ah, pues es que no hay manera, hasta yo que que soy cineasta campechano orgulloso ya me vine a Ciudad de México a trabajar y pues aquí ha funcionado y aquí grabé mi segunda peli y ya está centralizadísima. O sea, que tú digas “me gustaría hacer algo por el cambio”, pues chance lo hice con la peli, pero el flow te va llevando para acá. Si quieres trabajar bien, tienes que venir a Ciudad México. Lo platicaba con Hermann Neudert, ese güey trabajó mucho tiempo desde su trinchera sin moverse de su rancho, hasta que ya no puedes más, pues necesitas tragar igual. 

—Eso me conduce a otra de las preguntas que también es parte del contenido. Me parece que las juventudes precarizadas tienen un lugar central en La película

—Traté de hacer de clase media que la lana no sea un pedo. Eso sí lo tenía claro, que no quería hacer una peli de pobres. Claro, hay presiones por trabajar. El Tom sí quiere trabajar, pero porque es lo normal, no es de que tenga hambre. Tenía para comer, eso lo tenía resuelto. Hablando igual de cómo sí es importante aprovechar el privilegio si lo tienes. Lo tienes para ser artista en general. Aprovecharlo cuando lo tienes, siento que muchos lo tenemos. Yo por ejemplo lo tenía de niño. Mi privilegio fue que mientras yo fuera joven me mantenían. Entonces yo sí tenía mucha presión de “güey, si no hago mi película ahorita que me puedo gastar toda mi lana y sigue habiendo Choco Krispis en mi casa, nunca voy a poder”. Ahorita, aunque ya trabajo mucho más que cuando trabajaba de morro, no podría gastarme la lana como me la gasté en ese momento. Ahorita si me gasto 90 000 varos en mi película, me muero de hambre, güey. Hoy. En ese momento pude, eso es a lo que voy sobre aprovechar el privilegio. Sí, ahorita tengo más lana, pero en ese momento tenía más más libertad. Aprovechar el privilegio no es de que ya era rico, sino pues era un niño. El privilegio era que no me habían corrido en mi casa. 

—Oye, ¿y qué dificultades económicas, políticas conlleva ser un director joven aquí en México? 

—Siento que lo pesado es lo emocional, lo mental, lo seguro que tienes que estar. Está fuerte eso, tienes que estar bien seguro de lo que estás haciendo. Sí te la tratan de mover todos. Me acuerdo que en primero de prepa, que hay una clase como orientación vocacional y les preguntan a todos qué quieren estudiar, qué quieren ser. Y yo en Campeche, todos decían “X, Ingeniero, lo que sea” y yo, cuando dije "cine”, se rio todo el salón, güey. Te lo juro. Sí dije: “O sea, nadie te la cree". Y no hay pedo, no es de que te ofendas, igual yo me reí. Creo que dio risa naturalmente de que “no mames, güey, ya. Está bien que lo digas en el recreo, pero ya en la clase di ‘Comunicación’”. Ese es el pedo de Campeche, te digo que nunca hubo de que “ah, sí tengo un primo que trabajó en comerciales, ay, tengo un tío que”... nunca lo ves como algo posible, güey. No conoces a nadie que viva de eso. El papá de ningún amigo tuyo vive de eso. No como aquí que la gente sí vive de eso. 

—Vamos a pasar a la parte de distribución que también me parece interesante, porque yo mismo llegué a tu peli por estos links que ponías en los grupos de Facebook. Me gustaría preguntarte, ¿a qué retos te has enfrentado en cuanto a la distribución de tu peli? 

—Sí, pues la distribución primero estuvo fácil, se la mandé a Benuca Films por Instagram y la agarraron, les gustó, me pidieron que le corte, y le corté y ya quedó. 

—¿Y has pensado inscribirla en algún festival? 

—La mandé, pero no quedó en ninguno. Bueno, ganamos el festival de Cine y Comedia, quedamos en el festival Canábico, mierdas así. Uno en Querétaro, uno en San Luis Potosí. Estuvimos en festivalitos, pero la neta muy apestada la peli. No, nada aceptada en festivales. Y la nueva no la voy a festivalear. Voy a agarrar esa filosofía de no competencia, porque siento como que no quiero pertenecer ya, güey, a ese pedo, a ser cineasta como de arte o lo que sea. Ya pues yo quería irme por un lado más comercial, más normal y más tranquilo, donde no te critican tanto, como que no sean tan fijaditos con lo que estoy haciendo. 

—No tanto como una cuestión como intelectual o así, ¿no? 

—Exacto, sí. Mi sueño es hacer una película como las de Epic Movie y esas. No quiero así ser Cuarón, yo quiero hacer como la de Epic Movie. Quiero hacer películas tontas y ya, porque creo que igual tiene un lugar en el espectro. 

—A pesar de esto que comentabas, me parece que es bastante crítica. No es nada más comedia tipo Mirreyes contra Godínez. Es otro tipo de comedia. 

—En La película sí estaba loco, estaba chavo y punk, sí. En La película sí. 

—Llegando a nuestra última pregunta, me parece que en el cine de ficción mexicano más actual, sobre todo en el hecho por hombres, hay como cierto pesimismo y absurdismo. Cuando ves pelis como las de David Zonana, Mano de obra y Heroico, o también una que se acaba de estrenar este año de Carlos Trujano que se llama #Rats, se respira cierto pesimismo, sobre todo en torno a la situación económica y social que atraviesan los directores jóvenes, porque a final de cuentas son directores muy jóvenes. ¿Crees que La película entra dentro de este conjunto como pesimista, absurdista? 

—A mí me gustaría que no, porque mi idea de La película era como de risa. Para mí el final era broma. Era como entender que dentro de esta película pasaba lo que yo quería, que yo grababa lo que quería y lo ponía y ya se vuelve película. Era como decir “ah, es broma. Entiendan que hasta lo triste que está pasando es broma, está tan triste que no es cierto, acuérdense que es una película y que es una pendejada, que estoy disfrazando a mis amigos”. Entonces, para mí el pesimismo era dar una lección. La película era un ejemplo de comparar dos tipos de cineastas: yo, Max, y Tom Cruz. Entonces, todo lo que Tom Cruz no hizo en su peli yo sí lo hice. Tom Cruz quitó a sus amigos, yo los dejé, Tom Cruz se clavó mucho con la perfección, yo no. Era decir: “A Tom Cruz le va a ir mal, pero yo creo que a mí no. Tom Cruz no acaba su película, pero yo sí”. Es como esa idea de “¿qué hizo Max bien que Tom Cruz hizo mal?”. Creo que la verdadera historia de la película sigue conmigo. Como que La película no se acaba hasta que me acabe yo. La idea es ver qué pedo, qué pasa conmigo. Esa es la tesis completa. 

—¿Qué pasa con esta nueva que ya estás haciendo? 

—La nueva está chida. La estoy editando todavía. La grabé este año en 22 días, en junio y julio. La película era para el cineasta independiente de provincia y esta su propósito es el cine de comedia. 

—Es A toda a toda madre, ¿verdad? Para estar al pendiente en cuanto salga. 

—Sí, está bellísima. Esta sí es para echarle la mano al cine de comedia. Eso es lo que quiero hacer, porque está súper baja la pinche barra, güey, en México. Aplauden cualquier mierda. Esta va a confundir. Van a decir: “Okay... A ver”… Sí, está buena. La hicimos con Feliz Producciones, o sea, el Cojo Feliz la produjo y la protagoniza. Clavamos ahí un chingo de cameos, se hizo con la comunidad del stand up mexicano y es escrita por comediantes.

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