Aracne y Tarántula
Por Pablo Gamba
Aracne (México, 2023), de Cremance, y Tarántula (Estados Unidos, 2024), del peruano Tomás Orrego, son cortos de la selección de este año de Diametrale, festival de cine experimental de Innsbruck, Austria, en la competencia internacional, el primero, y en otro en el programa B-Sides.
Si bien hoy la exploración formal se presenta como dominante en el cine experimental, Diametrale se interesa más por otro tipo de películas, como es el caso de estas dos. Aracne y Tarántula son cortos de terror, pero que se inscriben también, sobre todo el segundo, en las apropiaciones actuales del surrealismo. El festival austríaco se decanta por esto y por las películas que vuelven hoy también al dadaísmo, a las primeras vanguardias, así como por aquellas que trabajan transgresoramente el sexo, lo grotesco y el humor.
Ambos cortos, como los títulos lo indican, tienen que ver con el miedo que nos causan las arañas. Aracne comienza haciéndonos sentir una sensación desagradable que acompaña a la imagen de una joven muerta o inconsciente, arrastrada por el piso por otra mujer. Se debe al efecto sonoro de fricción que precede al crujido de la puerta al cerrarla. Tiene como correlato visual una fotografía de colores desabridos, hecha en video con una transparencia que resaltan el deterioro del baño al que llevan a la chica. Son el contrapunto, además, del lugar común asqueroso que requiere el miedo para llegar a ser terror: el vómito de una sustancia que refiera a aquella de la que están hechas las telarañas, pero con efecto lubricante.
Además de los detalles sensoriales de bajo presupuesto, en Aracne llama la atención cómo la brevísima historia alcanza una dimensión mítica por la conjugación de la práctica doméstica del tejido con la fantasía en torno a las monstruosas arañas que tejen trampas para capturar a sus presas y devorarlas cuando están completamente a su merced. Puede transmitir incluso ternura una prenda que se tejió a mano, y lo macabro no es aquí solo ver las presas envueltas de esta manera sino cómo un gesto lo vincula con el amor que pudo haber unido a los que se come la araña. La brevedad hace que todo quede sugerido; el miedo viene de lo que no se explica.
Tarántula se rodó en un soporte fílmico sumamente deteriorado, bien sea en el revelado o por haber usado película vencida, entre otras posibilidades. Esto produce una distorsión visual que crea un contrapunto con la estilizada fotografía expresionista del corto, que incluye las angulaciones extravagantes de rigor, pero más pronunciadas. El característico ruido de huevos fritos del sonido óptico rompe por el alto volumen el lugar común del silencio en escenas de terror que transcurren de noche, como elemento para crear suspenso. Tiene un patrón rítmico que evoca las pisadas de un monstruo que podría ser la tarántula, aunque suena más a dos patas.
La mano enguantada protagonista, que “camina” hacia las piernas de un niño como una araña, es un homenaje al giallo en la película de Orrego. Pero se conjuga con el motivo surrealista de los aparatos ortopédicos. De una manera inquietante esto crea en la película una asociación borrosa entre las piernas del niño en los aparatos, la mano enguantada y las patas de la tarántula. Todo queda sugerido así en este cortometraje en torno al monstruo del título y el miedo surge justo de esto, al igual que ocurre en Aracne.
La vertiente del cine experimental en la que se inscriben ambos cortos, los únicos de cineastas latinoamericanos en Diametrale, puede chocar hoy con la corrección moral y política de un progresismo que se ha hecho culturalmente dominante. Esto ha sido para bien de la vida social en general, pero deja abierta la pregunta por las fronteras entre esta corrección y la censura en el arte. El surrealismo, en particular, puede ser blanco de estas críticas por lo que respecta a la confrontación inevitable de lo irracional y lo onírico con el sentido común, y la moral llamada “burguesa” en otros tiempos y la que hoy podríamos calificar críticamente de “biempensante” cuando opta por seguir la corriente de los nuevos valores establecidos por temor al “qué dirán”.
No es fácil resolver este dilema, y les confieso que me costó mucho decidirme a publicar esta nota, no por Aracne y Tarántula, sino por piezas anteriores que pude ver de ambos cineastas. Pero no es el caso en particular de estas películas y creo que, al seleccionarlas, Diametrale fijó bien la frontera que hay entre lo que vale y lo que no sin llevarse por prejuicios. Más allá de eso, los dos cortometrajes testimonian un tipo de cine experimental que también hacen hoy los latinoamericanos y subvierte lo que se considera prestigioso en otros contextos de festivales.
Comentarios
Publicar un comentario